Treinta años de andadura literaria y casi una veintena de libros publicados –de diversos géneros- componen el palmares este joven escritor e investigador.
Licenciado en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, se doctoró en Historia Contemporánea por la Universidad Nacional de Educación a Distancia con la tesis: ‘El Tribunal de Curia Diocesana en el obispado de Cuenca (1808-1833)’, logrando la nota de sobresaliente cum laude y galardonado con el premio extraordinario de doctorado, concedido por la Comisión de Doctorado e Investigación.
«Desde siempre he sentido pasión por la Historia Antigua, aunque al plantearme el doctorado me decidí por la contemporánea, tal vez por ser más cercana y con mayores oportunidades de investigación», señala el escritor e investigador conquense, quien hizo compatible su actividad académica con su trabajo en una entidad bancaria «trabajo al que accedí mediante una oposición, y en el que actualmente sigo desarrollando mi labor», señala Julián.
Ha colaborado en numerosas publicaciones, y pronunciado multitud de conferencias y ponencias, tanto de temas históricos, como los relacionados con el mundo de las cofradías.
Así mismo, ha participado en diversos simposios, congresos y seminarios en distintos lugares de España.
‘El papiro de Efeso’ fue su primer trabajo, al que siguió el libro de viajes ‘Crines de espuma’, publicado en 2007. Ese mismo año aparece también su segunda novela, ‘La mirada del cisne’, obra que simultanea con los poemas recogidos en ‘El hombre solo’.
¿Cómo se inicia su vocación literaria?
Fue en la adolescencia, o tal vez un poco más tarde. Lo cierto es que desde siempre he sentido atracción por todo cuanto tenía que ver con los libros, tanto como desde el punto de vista de lector, como de escritor. No recuerdo exactamente cuando empecé a escribir, pero sí recuerdo el primer trabajo que resultó premiado en un concurso literario organizado en Tarancón. Fue un poema, pero que no recibí nada en metálico, sino un reconocimiento y tal vez un placa conmemorativa o un trofeo. El caso es que ese fue mi primer trabajo y, a partir de ahí, ha venido todo lo demás.
¿Le atraía más la poesía que otros géneros?
Empecé por los poemas, aunque los iba combinando con relatos breves, cuentos, sobre todo, porque me resultaba un género atractivo y a la vez complicado porque en el cuento debes concretar mucho, sintetizar, y eso viene bien cuando estás empezando porque te marca una disciplina y adquieres práctica para abordar otros géneros. Ya digo que empecé con los cuentos, pero no para niños, sino relato breve, que sirven para todas las edades, aunque siempre que se habla de cuentos, pensemos en los más pequeños. Me inicié, como muchos otros escritores, siguiendo los pasos de mi admirado Aldecoa y otros autores.
¿Cuándo surge su primera novela?
Empecé a escribirla días después de regresar del viaje de novios. Hicimos un crucero por las islas griegas, y como buen apasionado del mundo clásico, me resultaron impactantes aquellos lugares de los que tanto había leído y oído hablar, que decidí iniciar un relato más largo, en el que se recogieran las vivencias e impresiones de aquellos días. No es un libro de viajes, como tal, sino más bien de vivencias, con el añadido de datos históricos aunque sin llegar a ser novela histórica como tal. Es, en definitiva, una recopilación en forma novelada de una experiencia vivida en los paisajes que tantas veces intuí y soñé a través de lecturas y relatos de la literatura clásica. Hice una edición muy corta, pero para mí representó un gran triunfo ver publicada mi primera obra ‘larga’.
¿Siguió con el mismo género?
Curiosamente no, porque esa primera novela la escribí simultáneamente con otro libro encargado por la Hermandad de la Santa Cena, libro que aunque no lo escribí yo, sí fui el responsable de la coordinación de todos los trabajos así como de la parte histórica, en el aspecto de investigación. Me hubiese gustado continuar en el camino de la novela, pero nuevamente surgió otro encargo, este sí lo escribí yo, de la Hermandad del Huerto, y casi sin quererlo me vi inmerso en el mundo de al investigación y más concretamente en la de nuestras hermandades y cofradías, tema con el que me siento plenamente identificado.
¿Fue un momento de auge de las hermandades?
En cierta medida lo fue, porque muchas de ellas estaban faltas de información verídica y constatable. De sus orígenes y su historia. Fue un momento en que, afortunadamente, los hermanos se preocuparon por la investigación y salieron obras de gran categoría a este nivel, con datos históricos, hecho que contribuyó a dar aún más realce a nuestra Semana Santa y que provocó sana inquietud entre los cofrades que emprendieron el camino de la recuperación de todo lo relacionado con su hermandad. Gracias a ese tipo de publicaciones, se pudo saber a ciencia cierta los orígenes de alguno de los desfiles procesionales de la ciudad, así como la antigüedad de los mismos, poniendo en claro datos y fechas de fundación, etc. Los libros sobre la Semana Santa, siempre que se hagan con rigor histórico, representan un gran beneficio para las hermandades, y contribuyen a darlas a conocer, tanto entre los propios hermanos, como a nivel nacional, ya que en otros lugares de nuestro país se interesan por las particularidades de nuestra celebración.
¿Resultó complicada la investigación sobre las cofradías?
Toda investigación tiene su parte de dificultad. Lo que no se encuentra en los archivos de las hermandades, en muchas ocasiones como consecuencia de la falta de interés por parte de los secretarios, hay que buscarlo en el Archivo Diocesano, donde hay documentos de gran valor, así como en parroquias, Archivo Provincial y en el Nacional. Una vez iniciado el camino, sólo hay que ‘dejarse llevar’ y ver a dónde conduce. En la investigación, si es seria y bien documentada, puedes invertir alrededor de un año, plazo de tiempo que yo mismo me marcaba, para dar por concluido el encargo de las hermandades y que, afortunadamente, en los casos en que intervenido he podido cumplir. Aun así, es complicado investigar, no sólo sobre las hermandades, sino sobre cualquier materia, porque en Cuenca se da la circunstancia adversa de la pérdida de infinidad de documentos, pérdida ocasionada por los saqueos y pillaje que tuvo lugar en las Guerras Carlistas en las que Cuenca sufrió grandes daños, a los que se sumaron más tarde los ocasionados por la Guerra Civil.
¿Se siente cómodo escribiendo ‘por encargo’?
Si entendemos por ‘encargo’ colaborar con las hermandades y cofradías de Cuenca, lo hago con mucho gusto y lo seguiré haciendo. Otra cosa distinta es que te ‘encarguen’ una obra y haya que hacerla al ‘gusto’ de quien la encarga. Ahí sí que no me siento nada cómodo porque pienso que la creación debe ser libre, sin cortapisas y con total autonomía para el autor. Si luego gusta o no, ese es otro tema, pero lo que nunca se debe hacer es imponer al escritor lo que debe o no debe escribir. Seguiré investigando y seguiré escribiendo, que son las dos cosas que más me gustan, pero siempre con total independencia porque no me debo a nadie ni a nada que me obligue a unas reglas de juego. En investigación, la única regla es el rigor histórico, y en la novela lo que prima es la fabulación y el ingenio.
¿Para cuándo una obra suya sobre el siglo XIX en Cuenca?
Es algo que tengo en mente desde hace tiempo, porque aunque siento pasión por la Historia Antigua, a raíz del doctorado en Contemporánea, me atrae la idea de investigar sobre este siglo que, no sólo a nivel mundial, me parece tremendamente interesante y más aún en Cuenca, porque es un periodo que se ha investigado muy poco y hay montones de temas por descubrir y por estudiar. Es un siglo que en Cuenca, resulta prácticamente desconocido, porque lo poco que hay está escasamente documentado y no estaría mal que se le prestara un poco más de atención.
¿Es ese siglo el que marca la decadencia de Cuenca?
La decadencia y el aislamiento de nuestra ciudad, a todos los niveles, viene de mucho más atrás, aunque el siglo XIX tampoco fue nada beneficioso. El verdadero auge de la ciudad tiene lugar en el siglo XV y principio del XVI, época en la que ya empieza la decadencia, bajo el gobierno de los Austrias ‘menores’, decadencia de la que nunca se ha recuperado aunque tuvo ciertos periodos, coincidiendo con grandes figuras de la historia –como fueron el obispo Palafox y otros prelados como Rico- quienes se preocuparon por situar a la ciudad en el lugar que le correspondía, aunque fueran vanos sus intentos. El siglo XIX tampoco fue nada favorable para los intereses de Cuenca, y así continuamos en el XX y en los albores del XXI.
¿Ni siquiera a nivel cultural estamos donde merecemos?
Tampoco en ese aspecto estamos a buen nivel. Hay un buen ambiente cultural que deberíamos saber aprovechar, pero a la vez hay muchas zancadillas y obstáculos. El mundillo de la creación no es ajeno a las envidias, y como la labor del escritor es muy individual, lo único que nos queda a quienes creemos en nuestras posibilidades, es seguir trabajando en solitario y tratar de hacerlo lo mejor posible. No somos especialmente dados a valorar a nuestros escritores –que los ha habido y muy grandes- cosa que sí hacen a nivel nacional, como sucede con la figura del poeta de Cuenca, de Federico Muelas, y tantas otras figuras que buscaron y hallaron en Cuenca su fuente de inspiración y creación y que poco a poco han ido cayendo en el olvido. Al igual que sucedió a nivel histórico con Cuenca, sucede en el plano literario, ya que el aislamiento que padecemos en todos los ámbitos nos hace que no seamos capaces de resurgir y situar a la ciudad en el lugar que por derecho propio le pertenece. Cultural y socialmente, Cuenca está marginada y en medio de la nada.
¿Prepara algo para 2014?
Últimamente estoy más centrado en temas de congresos, que en la pura creación literaria. Me sigue atrayendo mucho la investigación histórica y me voy a centrar en un trabajo sobre una figura conquense prácticamente desconocida para el gran público, como fue el General Santa Coloma.
Hablando de figuras ilustres, ¿cómo le gustaría que le recordaran?
Ni tengo ni he tenido nunca ese tipo de pretensiones, así como tampoco espero que nadie me recuerde de manera especial. Me conformo con seguir siendo fiel a mi mismo, apreciado por mis amigos y querido por mi entorno familiar. Si valoran mi obra y la leen, me doy por satisfecho. ¡Tampoco es tanto pedir…!