Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Abracadabrante

14/12/2023

Muda la ciudad su pétrea piel a la velocidad que cruza el calendario. Guarda en un cajón los hielos invernales cuando los primeros brotes primaverales llenan parques y jardines. La canícula estival dura lo que tardan en amarillear los chopos del Júcar…y vuelta a empezar. Nos empeñamos sus habitantes en engalanar de la mejor manera posible calles y plazas. Los reposteros nazarenos se sustituirán por el arte efímero de los altares del Corpus. Los arcos lumínicos julianos se cambiarán por pañuelos y camisetas mateas y, más pronto que tarde, la oscuridad de las últimas tardes otoñales y las primeras invernales será aliviada por guirnaldas y arcos de luz con motivos navideños. Así viene siendo casi desde tiempo inmemorial. 

Por eso no deja de sorprender la tardanza con la que este año se ha procedido a inaugurar el necesario alumbrado navideño. Todas las cosas tienen una importancia objetiva y otra subjetiva. Esta es la que hace que lo que a uno le parece fantástico a otro no le parezca tanto. Por lo tanto, intentando ser objetivos, creo que hemos vuelto a perder una magnífica oportunidad de dar una buena impresión. A nuestro alrededor, capitales de provincia y pueblos con mayor o menor población han dado los pasos necesarios para iluminar sus calles de cara al pasado puente de la Inmaculada Concepción. Todos sonreímos cuando, cada agosto, es noticia el comienzo de la instalación del alumbrado navideño en Vigo poniendo en el centro de ese turismo navideño una ciudad que no lo era, con sus incomodidades y sus beneficios. En Cuenca, por lo que sea, no ocurren estas cosas. Ni tan siquiera somos capaces de aprovechar el atasco turístico producido estos días en Madrid para postularnos como un destino navideño alternativo. Imaginemos, por un momento, al turista que ha decidido pasar este puente en nuestra ciudad para disfrutar de los últimos coletazos de la conocida capitalidad española de la gastronomía. 

Añadámosle que haya aprovechado para disfrutar de la magnífica programación del ciclo de Adviento organizado por la Semana de Música Religiosa. Pues bien, nosotros le hemos presentado una ciudad completamente huérfana de cualquier elemento de ese turismo navideño a no ser por los dos árboles instalados en la Plaza Mayor y en la Plaza de la Constitución (por cierto, ¿no se pueden disimular un poco los cuatro sacos con arena que lo sujetan? por hacer las cosas con elegancia), un mercadillo de artesanía alojado en unas casetas de contrachapado más que endeble y una bienvenida a la Navidad marcada por un árbol que, tras la preceptiva cuenta atrás, no se encendió cuando debía. Esto tiene la importancia que se le quiere dar. Pero lo cierto es que, si andamos buscando motivos para convertir nuestra ciudad en un destino turístico durante todo el año, la batalla del navideño la estamos perdiendo. Seguro que el turista que nos ha visitado este último puente se ha llevado la sensación de que esta es una ciudad abracadabrante, lo que no sé es si volverá el próximo año.