La Cuenca nazarena toma carrerilla y entra de lleno en el meollo de su gran semana. Martes Santo, martes de Perdón y martes de reencuentros en El Salvador, San Felipe, San Pedro y San Andrés. Martes Santo de San Juan, Bautismo, Magdalena, Medinaceli y Esperanza. Sobre todo eso, esperanza. La salida simultánea a las siete de la tarde en dos de los templos se produjo sin ningún tipo de incidencia en el transcurso ascendente del cortejo procesional. Ni si quiera la lluvia, cuya presenencia se pronosticaba de forma generalizada para esta jornada aguó las ganas de procesionar. Un desfile que brilló con luz propia por la altísima participación, así como por la enorme afluencia de espectadores. Un inicio espectacular, plagado de niños, por cierto, para evidenciar las ganas de reencuentro con la principal Pasión de Cuenca.
Abre cortejo San Juan Bautista y lo hace con una corona nueva realizada en plata y donada por un grupo de hermanos. La pieza guarda semejanzas con la que ha lucido hasta ahora, pero la nueva es mucho más rica en detalles y además porta el escudo de la hermandad en la parte superior. Desde la iglesia de San Pedro se une en el descenso el Bautismo, cuyo principal estreno procesional es un grupo de 12 medallones de plata integrados en sus andas procesionales. Estas piezas representan diferentes estaciones del Vía Crucis y todas ellas se han realizado con imágenes de la Semana Santa de Cuenca.
La hermandad del Santísimo Cristo de la Luz, una de las más nazarenos aporta a sus desfiles procesionales, luce este Martes Santo con la talla de María Magdalena, que además de las sorpresas habituales en su vestimenta, estrena un vestido donado por una familia de la hermandad. Uno de los momentos centrales de la procesión del Perdón es la salida de Jesús de Medinaceli desde la iglesia de San Felipe. El Señor del Martes Santo procesiona con una serie de modificaciones importantes en las andas con el objetivo de que la imagen goce de un mayor realce. De esta forma, se modificó la iluminación del paso, añadiendo nuevos puntos de luz; se elevó en altura el volumen de las andas para mejorar la proyección de la talla respecto al público; y se colorearon algunos elementos identificativos como el escudo frontal de la Esclavitud.
El desfile lo cerró la Virgen de la Esperanza, que como todos los años, pero éste más por razones obvias, desfiló con una buena nómina de novedades. Desde un pecherín bordado en oro fino hasta la nueva insignia del Senatus, pasando por un novedoso y llamativo adorno floral. El Martes Santo, por tanto, cumplió con nota las expectativas, que son las de toda una ciudad que ve cómo, además, los días para los que vive todo el año ya asoman a la vuelta de la esquina.