En un lugar de La Manchuela, a mitad de camino entre Villalgordo del Júcar, en Albacete, y Casas de Benítez, en Cuenca, se encuentra un edificio que en su época de esplendor se llegó a comparar con la Granja de San Ildefonso, Aranjuez o incluso con el legendario Versalles: el Palacio de los Gosálvez, hecho levantar por el industrial del mismo apellido hace algo más de un siglo.

Casi en ruinas, con sus célebres jardines entregados al abandono, recibirá mañana una curiosa visita, una marcha de vecinos de las dos localidades que lo rodean, así como de otros puntos de las comarcas de La Manchuela y la Mancha del Júcar, para exigir a las autoridades y, en especial, a la Diputación de Cuenca su restauración.

Pedro Pablo Correas, miembro de la Asociación de Amigos del Palacio de los Gosálvez, explicaba que «los vecinos de los dos pueblos nos habíamos desgañitado durante más de 15 años para conseguir su restauración y por fin parecía que lo habíamos conseguido, cuando la Diputación de Cuenca cambió de parecer y parece que todo vuelve a empezar».