En una época en la que las instituciones han fijado su mirada en la recuperación de los balnearios de la provincia, para atraer así otro tipo de turismo y generar riqueza en las zonas deprimidas –ejemplo de ello es la inversión de cerca de un millón de euros que destina la Diputación Provincial a la recuperación del Balneario de Yémeda–, otros baños históricos que en su día dieron esplendor a Cuenca permanecen en el más absoluto olvido.
Situado junto a la N-420, a 28 kilómetros de la capital conquense y en el margen izquierdo del río Júcar, se haya un complejo de nueve hectáreas de terreno que contiene uno de los manantiales de aguas ferruginosas más famosos de finales del siglo XIX y principios del XX. Se trata de los llamados Baños de Valdeganga, un lugar abandonado a principios de la década de los 60, que poco a poco ha sido absorbido por la propia naturaleza. Como si de un particular Chernóbil se tratase, los árboles y la maleza han crecido a sus anchas, y ajenos al tiempo, entre lo que queda de un complejo que, en su día, atrajo a la más alta nobleza. Hasta aquí venía la alta aristocracia para tratarse de diversas enfermedades, ya que las aguas del manantial curaban afecciones relacionadas con artritis, reumatismo, gota, neurastenia, amenorrea, histerismo o simplemente debilidad.
Los pacientes disfrutaban por entonces de una piscina de agua natural (baños de placer frío, según rezaba un folleto explicativo de la época) y un manantial de agua termal que se utilizaba para dar baños calientes. El agua brotaba clara, diáfana, inodora, desprendía burbujas, tenía una temperatura de 24 grados centígrados e incluía minerales como el magnesio, sodio, manganeso, calcio o sulfato de hierro.
A parte de los beneficios que obtenían los que aquí se hospedaban, el balneario promocionaba el paisaje natural, la paz y tranquilidad que se respiraba en aquel bosque de pinares, sabinas y diferentes plantas aromáticas, y otros remedios que curaban el alma.
Además, el complejo de dos hoteles contaba con un servicio de restaurante y cocina, que ya ofrecía productos típicos de la tierra, un gran salón de baile para organizar fiestas e hilo telefónico directo con Cuenca.
Varias iniciativas pretendieron recuperar el complejo desde que fuese abandonado hace ahora casi medio siglo. La última, en 2011, pretendía recuperar el edificio derruido y edificar un nuevo hotel. Asimismo, la extensión del terreno permitía construir un campo de golf.
El mayor problema es que la inversión que se estimaba, para una primera fase de actuación, superaría ampliamente los dos millones de euros. Los propietarios de los baños, la familia Ballesteros, iniciaron conversaciones para volver a poner en marcha el complejo, a través de la colaboración y convenios con empresas turísticas, pero finalmente el proyecto no cuajó.
apoyo del ayuntamiento. En todos estos años, el Ayuntamiento de Valdetórtola ha mostrado su interés por recuperar un complejo que en su día dio trabajo a vecinos de las localidades próximas. Julián Martínez, alcalde de Valdetórtola, explica que los baños daban de comer a gentes de Valdeganga, La Parra de las Vegas, Mota de Altarejos o La Parrilla.
El alcalde comenta que en Valdeganga «aún hay gente que se acuerda del balneario. Saben muy bien lo que significaba para el pueblo. Había una gran vida social en los años 30 y 40, una economía importante que daba muchos puestos de trabajo»
Martínez no olvida que el balneario tenía un prestigio «muy grande. Sus aguas termales eran únicas». Ese manantial «permanece cerrado por un círculo de hormigón. Sus aguas subterráneas eran aprovechadas por el complejo termal que las reconducía por cauces y piscinas para el disfrute de los clientes.
«Yo sé», manifiesta, «que una de las cuestiones más importantes que podíamos tener, desde el punto de vista económico, sería que el balneario funcionase», dice, y añade que eso supondría dar vida a la comarca».
Así asegura que el Ayuntamiento valdetortoleño «siempre ha estado ahí, para apoyar. Así se lo hemos trasladado a la familia, que sabía que estábamos para apoyar en todo lo que pudiésemos». En ese sentido, cuenta que «todas las empresas que han venido han visto que tiene buenas comunicaciones, y está cerca de Valencia y de Madrid por la autovía».
Sin embargo, la inversión que habría que realizar «es tan cuantiosa que siempre ha sido un inconveniente. Si se rehabilitase desde inicio, habría que llegar a invertir por lo menos más de dos millones de euro». Si eso no sucede, la propia naturaleza acabará apropiándose del lugar.