Jugar a los bolos en la Semana Santa del año 1597

Almudena Serrano
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Estos hechos estaban castigados por ser contrarios a lo establecido en aquellos días de fervor religioso.

Jugar a los bolos en la Semana Santa del año 1597

El 31 de marzo de 1597, «siendo primero día de Semana Santa y tiempo de rrecogimiento», sucedió que, al Corregidor de la ciudad de Cuenca, don Diego de Vargas Carvajal, se le dio noticia que «Bartolomé Callejo y otros an estado y están jugando a los bolos en el camino de la Merçed, con mucha nota».

Esta fue la información recibida por el responsable de ejercer la justicia, hechos que estaban castigados por ser contrarios a lo establecido en aquellos días de fervor religioso. Lo inmediato era reunir a los testigos y tomarles declaración sobre los hechos, por lo que el Corregidor «mandaua e mandó haçer caueça de proçeso contra ellos y los demás que por la ynformaçión resultaren culpados. E para ello tomó y reçibió juramento, en forma de derecho, de Vicente de Santana, alguaçil, y Domingo Osorio, portero, los quales lo hiçieron según se requiere, e prometieron de deçir verdad».

El primero en declarar fue Domingo Osorio, que era portero y vecino de Cuenca, quien «aviendo jurado en forma de derecho e siendo preguntado por el tenor de la caueça deste proçeso», confesó los siguientes detalles de lo ocurrido: «Que lo que saue es que ayer, lunes, que se contaron treynta y uno del mes de março, primero día desta Semana Santa, çerca de la hermita de santo Toriuio, término desta çiudad, y el camino de Grillera, estauan jugando a los volos, en las dichas dos partes, con dos varajas de volos, en la una parte, Jerónimo Maça, que cobra las bulas, y Juan Romo, veçino del lugar de Sotoca; y, en la otra, estauan jugando Baquero, joyero, y Bartolomé Callejo y Julián Pérez, y los bolos se los auía dado para que jugasen con ellos de casa de Moreno, quadrillero».

Ante el panorama que se encontraron y por mandato del Corregidor, la actuación fue ir «a conoçellos y a ponellos en la cárçel por ello».

Sucedió que conocían a cuatro de ellos, que los dejaron, y mantuvieron preso a un tal «Rubio por ser forastero». En favor de éste habló Damián de Torres, que era mercader, y solicitó que se le dejase libre porque «él pagaría la pena por la que fuese condenado». De modo que fue puesto en libertad.

Finalmente, el auto del Corregidor, «auiendo uisto este proçeso», dijo: «Que mandaua y mandó que los contenidos en él, contra quien su merçed mandó haçer la ynformaçión, pague cada uno dellos ocho rreales, los dos para Viçente de Santana, alguaçil, que por mandado de su merçed fue a sauer quién heran los que jugauan, e a los prender por ello; y los seis rrestantes para obras pías, a dispusiçión de su merçed, en los quales dichos cada ocho reales condenaua e condenó a los susodichos y mandó a qualesquier alguaçil desta çiudad los compela a que los den y paguen para el dicho efeto, o los ponga en la cárçel pública».

Además de pagar cada uno ocho reales fueron condenados «en las costas deste proçeso jurado».

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