Son las 11 de la mañana del día 3 de febrero. El pueblo de Albalate de Zorita (Guadalajara) comienza a despertarse después de una noche de fiesta hasta altas horas de la madrugada. Si se observara a través de las paredes, se podría ver que en decenas de casas, hombres, mujeres y niños están comenzando a ponerse sus coloridos trajes, lo que hace que en las calles del municipio comience a escucharse el repique de los cascabeles. El traje de las botargas–danzantes de San Blas está compuesto por chaqueta y pantalón de colores rojo y amarillo que tienen bordados cascabeles en algunas partes de los mismos y tienen plasmados motivos que se refieren tanto a la fiesta de San Blas, del pueblo o de Castilla. La vestimenta se completa con un sombrero que imita la forma de un obispo coronado con un cascabel y algunas de las botargas–danzantes cuentan con castañuelones o tambores para llenar de sonido el transcurso de la procesión.
Una hora más tarde, las calles comienzan a llenarse de vecinos, visitantes y botargas-danzantes que se encaminan a la iglesia de San Andrés. Dentro del templo tendrá lugar uno de los momentos más emotivos de la festividad, la Santa Misa en Honor al Obispo de Sebaste. Durante la misma, el instante más especial es el de las ofrendas al Santo y la declamación del poema en honor a San Blas, que homenajea a todas las generaciones de albalateños que han danzado durante la procesión.
El origen de la fiesta y las botargas-danzantes se remonta a la Edad Media aunque los primeros documentos y textos escritos que se conocen están datados en el 1789 y relatan el regocijo y «alguna diversión» de la juventud del pueblo, que danza como costumbre «inmemorable» ante la presencia de vecinos y «forasteros». Ahora el Ayuntamiento de Albalate de Zorita busca su reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico Regional para «proteger todavía más la fiesta e intentar expandir su promoción e importancia dentro del calendario de fiestas destacadas a nivel regional».
Se trata de una tradición medieval, pero no se documenta hasta finales del XVIII. El alcalde Julio Vicente señala que se trata de una celebración única, ya que es una botarga–danzante de las pocas de la provincia que no tiene careta, sino que va con la cara destapada. «Se trata de una fiesta de fortísimo arraigo popular. Este año hemos contado con alrededor de sesenta botargas–danzantes, muchas de ellas niños o personas que se visten por primera vez. Es muy emocionante», asegura el alcalde.
Después de la celebración religiosa, la iglesia se convierte en una colmena con cientos de abejas revoloteando rápidamente para salir del templo y coger una buena posición desde la que observar la salida de la carroza la imagen del Santo. Ya en el exterior se encuentran decenas de botargas rodeados por una nube de cámaras de curiosos venidos de todas partes de Guadalajara, de algunos puntos de Castilla-La Mancha y de Madrid. En el momento en el que la figura de San Blas comienza a vislumbrarse desde la puerta de la Iglesia, las botargas–danzantes estallan en júbilo. El ambiente se plaga del sonido de los tambores y los castañuelones, tan sólo interrumpido por los gritos de las botargas–danzantes. Impresiona ver la escena y ver las caras de estos personajes, ya que en su rostro se entremezclan la emoción contenida y la alegría desbordante. Al salir del Santo comienza a sonar el himno nacional, aunque este es interrumpido por el entusiasmo de las botargas–danzantes, quienes comienzan antes de tiempo a gritar ese «¡Viva San Blas!» que caracteriza a esta celebración.
La procesión puede durar hasta cinco horas. Aunque se trata de un corto recorrido, de apenas 700 metros, este año la procesión ha durado cuatro horas y media debido a que los vecinos pagan porque la carroza se detenga o se desvíe en el recorrido. Aunque esto último hacía tiempo que no ocurría, este año, las botargas–danzantes, en un alarde de esa socarronería que les caracteriza, en el momento en el que se iban acercando a la plaza de la Iglesia y ante la atónita mirada de los vecinos, decidieron alargar la procesión dando una vuelta a La Tercia, antiguo silo del municipio, y situado frente a la iglesia. Durante el transcurso de la procesión, las botargas–danzantes danzan moviendo los pies y las manos como si de una jota se tratara. Podría decirse que al danzar tocan con la punta de sus pies las raíces de su tierra, siguiendo los mismos pasos de todos aquellos que les antecedieron. En la procesión, además, se bebe vino de la bota y los vecinos ofrecen a los danzantes comida, sobre todo 'torcíos' –un bollo típico del municipio– y 'Caridades' –panecillos de manteca y anís que se realizan en especial para la celebración–.
Las botargas-danzantes de Albalate van sin careta y de colores rojo y amarilloTras un recorrido marcado por los piropos e insultos –«¡Pero qué ojillos de puterete tienes, San Blas Bendito!», «¡Borrachín!», «¡Guapo!»–, los gritos –«Viva San Blas bendito, glorioso en el cielo, y aquí te sacan entre cuatro borrachos del pueblo», «Que viva San Blas con el culo atrás y la tripa 'adelante' 'pa' que no se espante», «San Blas, San Blasete, cuídanos la garganta, para que el año que viene te podamos decir: ¡Viva San Blas, ojos de puterete!»– y el intento de las botargas de que la procesión finalice –se colocan sobre la carroza para impedir que esta se mueva–, la carroza que porta la imagen de San Blas llega a la puerta de la Iglesia. Es entonces cuando las botargas, con el ánimo de despedir al Santo y pedirle protección para poder bailarle el siguiente febrero, rodean la carroza mientras danzan en círculos rituales. El sol comienza a ponerse y San Blas se resguarda en su tiempo acompañado del llanto de los albalateños, que comienzan a pensar que ya falta un día menos para verle de nuevo en la calle.
Esperan que al año que viene tenga también ese reconocimiento y promoción que la declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional le pudiera añadir.