Castilla-La Mancha sigue teniendo casa en Madrid

Jesús Patiño
-

Castilla-La Mancha sigue teniendo casa en Madrid

Subido en la línea de autobús eléctrico y gratuito que une Moncloa con Atocha, recorro Gran Vía. A un lado queda la Oficina de Promoción Turística de Castilla-La Mancha en Madrid, en cuya fachada una pantalla emite una imagen a vista de pájaro de las icónicas Casas Colgadas. Parecen abalanzarse sobre los viandantes, les atrapa, casi las pueden tocar y oler. En otro panel se anuncian actividades: Festival Gachas Comedy, taller de mini tote bags manchegas, taller de set cerámico de Talavera para sushi, presentación de la Feria de Apicultura de Pastrana, y un largo etcétera. 

Bajo en y por Montera, y atravieso la Puerta del Sol. En la calle del Correo cambia totalmente el ambiente, del comercio nos vamos al alterne, al de comer aprovechando el final de una reunión de trabajo, al de tomar un chupito después, al de tomar otro… me cruzo con un trajeado beodo y un cuadro flamenco improvisado en apenas un par de metros. No sería Madrid si no nos encontráramos con unas obras, en la misma Plaza de Pontejos, centro del casticismo. 

Ya en la calle Paz, frente al remodelado Albéniz, se encuentra la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid, concretamente en el número 4, primer piso. No tengo que llamar al telefonillo porque la puerta está abierta, pero dan ganas de hacerlo a algunas de las muchas posibilidades que tiene. Se anuncia Justo; sastrería de toreros, Metropolitan; modelos y actores, hasta cursillos de cristiandad en el tercero izquierda. 

Castilla-La Mancha sigue teniendo casa en MadridCastilla-La Mancha sigue teniendo casa en Madrid

Dentro me reciben una banca de enea y una mesa con su tapete de tela manchega de rayas de colores, y encima un búcaro con claveles de plástico. Enfrente, una vitrina con premios y recuerdos. Ahí está por cierto el reconocimiento al mérito regional recibido en 2023 por su Contribución a la Difusión de la Cultura Castellano-Manchega. A la izquierda, una puerta abierta que da a un salón de actos en el que un socio hace las labores de técnico de sonido. Me decido a entrar y preguntarle qué evento hay hoy, pero al final no lo hago porque le suena el teléfono en ese mismo momento. 

Sigo esperando en la entrada a que me atiendan. Un matrimonio de ancianos viene desde la calle y él refunfuña: «El bar cerrado, qué vergüenza». Me miran de arriba abajo, como solo sabe hacerlo un castellano-manchego, sin miaja de pudor. A la derecha, unos camareros terminan de fregar el suelo de la taberna, sacan la basura y, efectivamente, echan el cierre. El técnico de sonido, que ya ha dejado la conversación telefónica, me hace señas con la mano, me acerco y me cuenta que esa tarde tienen la presentación de un libro de poesías y me ofrece una rifa por cinco euros. ¿Qué se rifa?, –pregunto–, «Un cuadro de las lagunas de Ruidera que hay ahí expuesto», dice mientras señala un caballete que hay al lado de una ventana. 

En la web de la Casa reza que su génesis está en 1951, con el encuentro de varias personas originarias de Toledo y Ciudad Real. En 1952 ya tenían alquilado ese local de la calle Paz, inaugurándose la sede el 22 de junio de ese mismo año. Para atraer a los conquenses, el presidente de entonces cedió la presidencia a Hermenegildo Moreno Serna, de Villanueva de la Jara. 

José Fernando Sánchez, que es con quien estaba esperando entrevistarme por ser el presidente actual, fija el origen en fecha anterior, cuando una burguesía en torno al viñedo y al desarrollo del ferrocarril, crea una organización en la capital, más dirigida a hacer negocio que a otra cosa. Después, aprovechando el auge de los ateneos, adquiere una labor de alfabetización y formación profesional de los inmigrantes. Con la guerra, desaparece, y vuelve posteriormente, también con esa doble función comercial y de acogida de la inmigración. 

En los sesenta y setenta, ya hay varias por toda el área metropolitana, y se diferencian entre ellas; por ejemplo, la de Madrid centro, dice José Fernando que está más ligada a la cultura o al arte, sin olvidar su vocación social, si bien las que puedan existir en distritos o ciudades periféricas han adquirido un aire más «casinil», de tertulia, juego, encuentro…

Ya empiezan a venir los asociados, todos quieren hablar con José Fernando mientras él se afana en contarme la cantidad de actividades que organizan: exposiciones pictóricas, presentaciones de libros, excursiones… Yo le pregunto por la edad media de los aproximadamente 250 socios, a lo que me responde que es avanzada, pero añade que también tienen actividades protagonizadas por jóvenes, que lo puedo ver en la web. 

«Los jóvenes no son ciudadanos como los de antes», reconoce, «desarrollan su vida en Madrid de otra forma, tienen buenas carreteras y autovías para volver a sus lugares de origen, cuentan con otras herramientas de comunicación como las redes sociales…, además no somos muy dados a presumir de nuestra identidad». Esas, cree que son las razones por las que no se logra una vinculación de la juventud con la casa regional. 

Me retiro para dejar de ser un obstáculo en la celebración de la presentación del poemario agendado para hoy. La afluencia de gente es ciertamente considerable, la sala se está empezando a llenar. Entre el público José Fernando se hace paso y me lleva a la oficina, donde me regala la hoja de inscripción como socio y una publicación que editan mensualmente llamada Besana. 

Por ahora no creo que llegue a rellenar esa inscripción, pero sí me llevo la impresión de que la Casa de Castilla-La Mancha hace una buena labor, que satisface la necesidad de mucha gente diferente que recaló en Madrid de contemporizar con sus paisanos, de sentirse cerca de una cultura, de una forma de ser. Y además encaja a la perfección, sin duda, en el eclecticismo que define a esta nuestra región.