Filetes de La Palmosilla con orejas de regalo

Leo Cortijo
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El Fandi abre la puerta grande tras cortar dos orejas a petición del público y Castella y Perera se marchan a pie por la falta de tino y lo lineal de sus muleteos en una tarde en la que destaca el apartado ganadero.

Filetes de La Palmosilla con orejas de regalo - Foto: Javier Guijarro

Uno tras otro hasta el quinto, los toros de La Palmosilla se iban al desolladero para convertirse en filetes con muchas más orejas puestas de las que deberían haber portado a esas alturas. Apenas tres apéndices cuando la suma, conociendo la naturaleza dádiva del Palco, debería ser el doble o incluso más. Los pupilos del hierro gaditano, sin comerse a nadie, eso sí, fueron peritas en dulce para la muleta. Hasta el sexto, que fue la excepción, una procesión de animales con calidad en diferentes grados, con un fondo embestidor y nobles como ellos solos. Enfrente se toparon con una terna a la que le faltó finura, con la espada y también con la muleta. Uno de ellos no sorprendió en este capítulo, los otros dos sí. Perera y Castella no anduvieron todo lo precisos que deberían y sus faenas se perdieron entre la indiferencia de un público que no terminó de entrar en la tarde.

El Fandi, con la actitud que nunca le ha faltado, recibió al Zahara que abrió tarde con dos largas cambiadas de rodillas, un par de verónicas, media docena de chicuelinas, una larga cambiada a una mano... y porque no había más repertorio. La misma variedad que en las carreras, los saltos y los quiebros con las banderillas. Fue muy ovacionado por su público, al que brindó una faena que arrancó de rodillas y al cobijo de las tablas del «8». A partir de ahí, lo esperable. Muleteo lineal e insustancial por los dos pitones de un noblón ejemplar de La Palmosilla, al que no se le hicieron las cosas nada bien. No faltaron los populismos ni la bisutería fandista. Una pena, porque el toro en otras manos hubiera sido para granjear mayores réditos. 

Al toro de la merienda, Bulería, se le picó más que a toda la corrida entera. Entre viandas y bebidas, Fandila encontró menos eco en los tendidos cuando maniobró con los rehiletes. De hecho, no se le pidió uno extra como de costumbre. El de Granada, como en su primero y como lleva haciendo toda la vida, muleteó con la personalidad que le caracteriza a otro ejemplar más que potable. El toro no puso apenas peros y se movió ante la pañosa que bruscamente se le presentaba y deficientemente se manejaba. Tras una ingente cantidad de muletazos insípidos por ambos flancos, fue efectivo con la tizona y eso le abrió la puerta grande. 

El Damero que hizo segundo impactó con brusquedad en el burladero del «1» antes de que se le señalara la suerte y Sebastián Castella dejara un correcto quite por chicuelinas. Metido ya en faena, dio tiempos muertos al burel y administró los espacios para que la obra tomara temperatura… pero no pasó de los grados esperados. De poco a nada, sacó pasajes de uno en uno al natural que no terminaron de encontrar la comunión. Si acaso, cuando el francés buscó la colocación correcta, enfrontilado, pero fue un espejismo. Sebastián templó bien la buena condición del animal y por momentos toreó con gusto, pero aquello no terminaba de romper. Al torero, más que al toro, le faltó transmitir a una parroquia que se quedó con ganas de más viendo la buena condición del oponente. 

El segundo de su lote, Talismán, atropelló el capote de salida y Castella no terminó de acoplarse. El toro empujó bien con los dos pitones en la única vara que se le suministró. El Fandi, en su sitio, evitó males mayores con un quite providencial en banderillas. El francés arrancó entre las rayas con estatuarios para seguir a derechas con series, a lo sumo, aseadas, que dirían los revisteros antiguos, pero como en su primero, con poca resonancia arriba. A veces amontonado y otras tantas atropellado, Castella no terminó de dar con la tecla correcta para firmar una obra completa. Sí hubo pasajes al ralentí, templados y despaciosos, pero con poco premio en el fondo. El fallo con la espada le cerró la puerta grande. 

Miguel Ángel Perera saludó con gusto a la verónica a Inolvidable justo antes de perder el equilibrio y rodar por el ruedo sin consecuencias, presagio de la voltereta que sufrió, también sin consecuencias, en el quite por Gaona. Tras brindar a los tendidos, se quedó en el centro del ruedo para iniciar de forma vertiginosa con cambiados por la espalda. Las pulsaciones, por encima de lo recomendable. A partir de ahí, bajaron para desgracia del matador. Instrumentó dos series por el derecho de seis y el de pecho, ligadas y templadas, pero de figura retorcida y trazo lineal. Tomó muchas ventajas. Cambió a izquierdas y por ese flanco el bueno de La Palmosilla no se los comió con la misma franqueza, pues acortó el viaje y protestó. Por eso volvió a la diestra, de donde podía sacar un mayor botín, y del mismo palo dio pases y más pases para que lo dispuesto no llegase a cotas mayores. Apuntó y disparó tan solo a medias. El fallo a espadas aguó todo.

Perera, con un vendaje en el gemelo, apenas saludó al abanto Flamenco, que fue picado en la querencia y en su contraria. Sin probaturas, el extremeño intentó limar las asperezas del reservón y áspero de La Palmosilla, el único garbanzo negro del interesante encierro. Porfió sin apenas decir nada por la baja condición de su oponente. Capítulo baldío.

 

- Plaza de toros de Cuenca. Quinta de la Feria de San Julián. Casi dos tercios de entrada en tarde soleada. Se lidiaron seis toros toros de La Palmosilla, correctos de presentación en líneas generales. Se dejó con buena condición el anovillado y noblón 1º; bueno para el último tercio el 2º; muy bueno por el pitón derecho el notable 3º; se movió con transmisión el 4º; se dejó como un bendito el 5º; reservón y áspero el 6º.

- El Fandi, de blanco y oro con los cabos negros: oreja y oreja.

- Sebastián Castella, de blanco y plata: oreja y ovación con saludos.

- Miguel Ángel Perera, de azul soraya y oro: ovación con saludos y silencio.

- PARTE MÉDICO. Al término de la corrida, ???????????? ??????????? ???????????? ha sido intervenido en la propia enfermería de la plaza de toros de una cornada envainada con trayectoria ascendente de siete centímetros en el tercio interno-posterior inferior del gemelo de su pierna izquierda. Una herida que es consecuencia del percance que ha sufrido cuando toreaba con el capote al primer toro de su lote. Según el parte médico emitido por la doctora Elsa Jiménez, la cornada no tiene afectación de paquete vasculonervioso y su pronóstico es leve. Miguel Ángel Perera habrá de someterse a la atención del equipo médico en Palencia, donde torea este viernes para la retirada del drenaje que se le ha practicado y la cura de la herida que padece. Tras la intervención, el torero extremeño ha regresado al hotel donde se aloja en Cuenca.