Universo invisible

Manu Reina
-

La microbiota preocupa cada vez a más personas porque es «muy importante conocer los microorganismos que viven todos los días con nosotros»

Universo invisible - Foto: Reyes Martínez

Cada vez se habla de ella con más frecuencia, por lo que no es raro que te suene de oídas o que sepas directamente de qué se trata. Hablar de microbiota es hablar de un mundo microscópico que habita dentro del cuerpo humano y que no solo acompaña en el día a día, sino que es un órgano intangible fundamental para la salud. En concreto, «es la población de microorganismos que viven en nuestro cuerpo y con los que convivimos en equilibrio y paz», explica Ana, matrona y especialista en salud integrativa, nutrición inmunológica y, por supuesto, en microbiota. Su formación en Enfermería PNI (Psiconeuroinmunología) le ha permitido abordar la salud desde un enfoque holístico, comprendiendo que el cuerpo funciona como un todo interconectado.

Aunque generalmente se asocia a la salud intestinal, Ana enfatiza que «la microbiota está presente en todo el cuerpo: intestino, piel, pulmones, boca, estómago y genitales, entre otros órganos». Se trata de un espacio dinámico que influye en numerosos procesos biológicos y que, según estudios recientes, podría considerarse un órgano más. No obstante, «no es sólido, no lo ves, pero está ahí y es fundamental», explica.

El equilibrio de la microbiota no depende exclusivamente de la cantidad de bacterias benéficas que el cuerpo posee, sino de la relación que establecen entre ellas. «No se trata de tener un número exacto de lactobacilos o bifidobacterias, sino de que haya armonía entre ellas». Esta estabilidad es modulada por factores como «la alimentación, el estrés, el sueño y el ejercicio». 

Evidentemente, la alimentación es uno de los pilares «fundamentales, porque lo que sí podemos controlar es lo que nos llevamos a la boca», afirma Ana. Pero «no se trata solo de contar calorías o macronutrientes, sino de elegir alimentos que fomenten la diversidad bacteriana y generen sustancias beneficiosas para nuestro organismo».

Uno de estos compuestos esenciales es el butirato, un ácido graso de cadena corta que actúa como cardioprotector, neuroprotector y regulador metabólico. «Cuando consumimos almidón resistente, presente en alimentos como patatas, boniatos y calabaza cocidos y refrigerados, nuestras bacterias lo transforman en butirato, que es salud en mayúsculas».

El caldo de hueso también ocupa un lugar destacado en la dieta pro-microbiota. «Es rico en metionina, glicina y glutamina, fundamentales para reparar la mucosa intestinal y fortalecer la barrera que nos protege de sustancias perjudiciales». Otro alimento clave es el hígado, «una fuente excepcional de vitaminas A, B9, B12, zinc y folato en su forma más biodisponible».
Entre los protagonistas de una microbiota equilibrada están los alimentos fermentados, como el kéfir y los encurtidos, por ejemplo. «La fermentación es una técnica ancestral que ha caído en desuso, pero aporta bacterias beneficiosas que fortalecen nuestro ecosistema intestinal», señala Ana. Sin embargo, advierte que «deben incorporarse poco a poco en la dieta, ya que una microbiota desequilibrada puede reaccionar negativamente a su introducción brusca».

Fruta y verdura. Los polifenoles, compuestos bioactivos presentes en frutas, verduras y especias, también desempeñan un papel fundamental. «El aceite de oliva virgen extra, con sus polifenoles hidroxitirosol y oleuropeína, es el maestro de la salud cardiovascular», indica. Asimismo, el azafrán, rico en crocinas, actúa como «modulador de la serotonina, contribuyendo al bienestar emocional».

Las grasas saludables, como las del aguacate y los frutos secos, complementan la ecuación. «Los pistachos, por ejemplo, contienen melatonina, que no solo regula el sueño, sino que también interviene en la reparación celular». De igual forma, las nueces y los anacardos aportan magnesio, un mineral clave para el metabolismo y el equilibrio nervioso.

La microbiota influye incluso en la epigenética, modulando la expresión de nuestros genes. «Dos hermanos gemelos pueden compartir el mismo ADN, pero desarrollar enfermedades distintas según su microbiota y estilo de vida», señala Ana. Por ello, cultivar una microbiota diversa y equilibrada es una inversión a largo plazo en salud.

«Nuestros bichitos trabajan por nosotros, pero hay que darles los ladrillos adecuados para que construyan bienestar», concluye. Con una alimentación rica en fibra, fermentados y polifenoles, junto a un estilo de vida equilibrado, «podemos potenciar este órgano invisible que nos conecta con nuestra propia biología», sentencia esta experta. 

'La gran ciudad dentro de mi cuerpo'. Ana Checa ha dedicado dos años a la creación de su libro La gran ciudad dentro de mi cuerpo. Con un enfoque didáctico y cercano, la obra está dirigida a todas las familias, con el propósito de explicar, de manera sencilla y accesible, el papel fundamental de la microbiota en la salud humana. En su libro, Checa introduce a los lectores en un universo fascinante poblado por pequeños protagonistas con nombres propios. Lacto y Bifid representan a la microbiota protectora, esos microorganismos que ayudan a mantener el equilibrio interno del cuerpo. Por otro lado, Enter y Coli son los guardianes del sistema inmunitario, descritos como el policía y el bombero de este ecosistema interno. Estos personajes tienen la tarea de analizar cada elemento que ingresa al organismo, determinando si es seguro o debe ser eliminado. La narrativa del libro, bajo las ilustraciones de Arturo García, se enriquece con la presencia de otros dos personajes clave: Aker y Faicale. Estos microorganismos forman parte de la microbiota muconutritiva y cumplen una función esencial en la nutrición y la salud intestinal. A través de sus historias, Checa busca concienciar a las familias sobre la importancia de cuidar la microbiota para garantizar un bienestar general.

ARCHIVADO EN: Salud, Alimentación, Estrés, ADN