Si volvemos la vista histórica atrás, hace un siglo España estaba en la que es conocida por segunda Guerra de Marruecos o Guerra del Rif (1921-26). Un conflicto originado por la sublevación de las tribus del Rif contra las autoridades coloniales y que llevó a España a la defensa de su protectorado. Esta guerra originó muchos sufrimientos, miles de muertos, también centenares de heridos y desaparecidos. Entre ellos, como se puede imaginar, un buen número de conquenses.
Estos desgraciados y lamentables sucesos fueron motivo para que se pensase en un monumento como recuerdo permanente. Hubo un sentimiento unánime por parte de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares de la provincia de Cuenca que ante la convocatoria del gobernador civil, Domingo Villar Grangel. Se reunieron en 1924, nombrando una Comisión Ejecutiva para la ejecución de un monumento conmemorativo, que fue realizado por el escultor conquense Luis Marco Pérez (1896-1983), quien pese a su juventud había obtenido la tercera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes (1922) por su obra en bronce patinado, El alma de Castilla es el silencio... Cuenca y en 1924 el segundo premio, también en la Exposición Nacional, por la escultura Idilio Ibérico. Posteriormente (1926) conseguiría la primera Medalla con El hombre de la Sierra.
Aquella Comisión ejecutiva estaba formada por el gobernador civil, arquitectos municipal y provincial, director de la sucursal del Banco de España, deán de la catedral y archivero–bibliotecario. Con rapidez comenzaron los trabajos para recaudar fondos en los pueblos de la extensa provincia de Cuenca, distribuyendo circulares, solicitudes a los ayuntamientos y entidades, pidiendo colaboración y ayuda para agilizar e iniciar la tarea de ejecución del anhelado monumento.
Antes de haber iniciado los trabajos, se daba cuenta que los escolares del pueblo alcarreño de Villanueva de Guadamejud se habían apresurado a colaborar con una aportación de 24,25 pesetas.
El domingo 26 de octubre de 1924 se produjo el acto de colocación de la primera piedra presidido por la infanta Mª Paz de Borbón y Borbón, hija de la reina Isabel II y hermana de Alfonso XII, al tiempo que una escuadrilla de aviones sobrevolaba la ciudad.
Una fecha importante para que el monumento fuese una realidad es el jueves 9 de septiembre de 1925. Ese día, las Salas Consistoriales se reúne la Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento de Cuenca con asistencia de los tenientes de alcalde, Eusebio Moreno (1º) que preside, Alejandro Rodríguez (2º), Cecilio Lucas (3º) y Julián Velasco (4º), donde uno de los puntos del orden del día fue el Monumento a los soldados de la provincia de Cuenca que murieron en África.
El secretario municipal, Cesáreo Olivares, leyó el acta de la Junta Provincial del Monumento que comunicaba su disolución y el deseo que fuese el Ayuntamiento quien se hiciese cargo de todo el proceso a seguir y del efectivo existente que hasta ese momento era de 13.500 pesetas. Los pueblos de la provincia no habían contribuido como se esperaba.
Fue aceptada la petición porque –se dijo– era «constante ideal del Ayuntamiento actual fomentar, amparar y apoya todo lo que en bien de la Patria redunde y sea honra y gloria del soldado». Se aprobó la composición de una Junta formada por los miembros de la Comisión Municipal, el concejal y escultor–marmolista Francisco Bieto, arquitecto municipal Fernando Alcántara y Darío Castillo, depositario del Ayuntamiento para que, en calidad de tesorero, se hiciera cargo de los fondos existentes de la suscripción abierta por la Comisión disuelta.
Se da la circunstancia que el día anterior cuando en el Teatro Cervantes, recientemente inaugurado, se representaba la obra El juramento de la primorosa hubo una breve interrupción –así recoge la prensa–. El director de la compañía leyó un telegrama oficial que había recibido el gobernador civil donde se informaba del desembarco de las tropas españolas en Alhucemas, suceso que el público asistente puesto en pie, con gran alegría, aplaudió fervorosamente dando vivas a España y al ejército, acto seguido la orquesta interpretó la Marcha Real.
En el citado mes de septiembre se celebró pleno municipal ratificando los acuerdos y lo que es muy importante se procedió a la lectura por el secretario de la Memoria-Proyecto redactada por Luis Marco Pérez. Está fechada el día de San Mateo del año 1925, para erigir el monumento en el lugar que se conoció por Plaza de San Francisco, Plaza Infanta Paz (1924) durante la II República Capitán Galán. El nombre se cambió después de la Guerra Civil por Plaza del Generalísimo y, últimamente, Plaza de la Hispanidad (1992).