Siempre hay personas que son todo un ejemplo a seguir. Julia Díaz es una de ellas. La sonrisa nunca desparece de su rostro por muchas trabas o dificultades que aparezcan por el camino. Es una adolescente armada de valor y tiene muy claro que alcanzará cada uno de los sueños que se proponga. Hace ocho años que pelea contra un enemigo inesperado, el ictus, pero no es suficiente como para detenerla. El camino no ha sido «nada fácil», sobre todo durante los inicios, aunque «con esfuerzo, trabajo y perseverancia es posible llevar una vida normal».
La vida cambió para esta conquense cuando tenía diez años y disfrutaba de un cumpleaños de una amiga en un parque de bolas. Sin explicaciones ni razones, «empecé a caerme constantemente hacia un lado y la gente no me entendía cada vez que hablaba». Recuerda aquel día como si fuera ayer, concretamente el 21 de diciembre de 2015. En ese momento, nadie sabía qué ocurría, pero rápidamente fue trasladada al Hospital Virgen de la Luz porque «no llegaría a tiempo a Madrid». Los síntomas en primera instancias se confirmaron después con el diagnóstico de un ictus isquémico en el hemisferio izquierdo, generando secuelas en el lado contrario, como suele ocurrir en estos casos. «No había opciones de operar», apunta. La única solución era recurrir al Hospital Beata María Ana de la capital española para comenzar «la rehabilitación con terapia robótica para jóvenes».
Los primeros momentos fueron «muy duros», tanto para ella como para su familia y entorno. Pero ella no iba a arrojar nunca la toalla. Como es normal, «al principio dependía totalmente de una persona porque no me valía por mí misma». Tras un año del suceso, «dejé la silla de ruedas» y, pocos meses después, «también hice lo mismo con el bastón». Julia avanzaba progresivamente. «Te frustras cuando ves que no consigues progresar o que no avanzas, pero cuando lo logras, te genera una enorme satisfacción», apunta. En esos primeros doce meses no pudo volver al CEIP El Carmen, donde estudiaba en su etapa de educación infantil y primaria.
Regreso al colegio. Posteriormente, con un trabajo constante, sí que pudo retomar los estudios de manera progresiva. El primer gran reto que tenía por delante a la hora de sentarse en el pupitre era escribir con la zurda, «porque yo era diestra». Al principio, «cuesta porque no puedes escribir igual de rápido». Pero, poco a poco, «te vas haciendo con ello», tanto que ya es zurda «para siempre» y se desenvuelve de lujo. Por desgracia, Julia Díaz tuvo que enfrentarse a otro reto más en la etapa educativa. El cambio al IES San José para continuar con la ESO y Bachillerato no fue «nada positivo». «Se metían conmigo porque andaba raro y porque me tenían que adaptar algunas cosas», señala. Unos años grises donde «sufrí bullying». Aguantó hasta que decidió cambiarse al IES Santiago Grisolía para cursar segundo de Bachillerato. La decisión «fue la mejor porque el cambio me vino muy bien».
Ahora tiene 18 años y rememora esos momentos. «No merecía los insultos», subraya. Porque, evidentemente, «no tenía la culpa de tener esto». A Julia le habría gustado que «se hubieran puesto en mi lugar, porque habrían entendido porque me fui del instituto y lo que verdaderamente significó que se metieran conmigo». Esta joven lo relata sin perder la sonrisa y muestra en todo momento que nada ni nadie le va a arrebatar la felicidad.
Es amante de la lectura y la escritura, además de ser una estudiante de diez. Nunca ha repetido curso y ha sacado siempre sus deberes adelante. Ahora cursa el doble grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE) y Turismo en el campus universitario de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha. En su primer año ha aprobado todo en el primer cuatrimestre y centra todos sus esfuerzos en los exámenes del segundo, que llegarán ahora en mayo. Elegir ambas carreras vino por recomendación, pero ella se decanta por turismo «sin lugar a dudas».
Esta conquense, que ejerce además de azafata en el Auditorio José Luis Perales, ha pasado dos veces por quirófano para tratar el ictus, aunque es consciente de que «el daño cerebral está ahí y es irreparable». Pero eso «no indica que no pueda mejorar». De hecho, «puedo mover bastante bien la pierna derecha». También trabaja la mano, «aunque va más despacio que la pierna». Seguirá esforzándose para superar todas las barreras y desde hace unos meses acude a consulta en la Asociación Daño Cerebral Sobrevenido de Castilla-La Mancha (Adace CLM) de la capital para seguir ejercitándose.
Los sueños están por cumplir y Julia Díaz, que cuenta con el amor, respaldo y apoyo incondicional de sus padres, familiares y amigos, piensa alcanzarlos. Es, además, un ejemplo a seguir, «como me han dicho muchas veces». Anima, además, a otras personas que pasen por lo mismo a «seguir siempre hacia adelante». Ella tiene muchos proyectos en mente y «voy a conseguirlos», concluye.