Tomás Cruz, mecenas y cónsul conquense de las letras

Óscar Martínez Pérez
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Tomás Cruz, mecenas y cónsul conquense de las letras

El periodista conquense Florencio Martínez Ruiz titulaba un artículo, en 1980, en el diario ABC, Sésamo, camino seguro de la narrativa española, con motivo de los entonces XXV años de los premios Sésamo que el conquense Tomás Cruz ideó y patrocinó durante toda su vida desde la madrileña 'Cuevas del Sésamo'. 

Los premios Sésamo fueron –Martínez Ruiz dixit– «mucho más que un luminoso neón en la calle del Príncipe, un guión emocional de tantas ilusiones que en la desnortada vida literaria española encontraron allí a vueltas con una cierta bohemia, un banderín de enganche de las tendencias narrativas europeas. Y no por simple mimetismo con las tendencias en boga –el existencialismo que entre cautelas y agentes editoriales venía del café Flore de París– sino también por un genuino impulso del realismo español que sentaba plaza».

Infancia conquense. Tomás Cruz Díaz nació en nuestra ciudad en 1917 y desde niño vivió en la calle Colón, donde también acudía a la escuela de los hermanos Melero, para posteriormente realizar en Bachillerato en las escuelas Palafox y llevar una vida como la de toda su generación, cine, deportes, juegos...

Tomás Cruz se formó en una academia militar en la Unión Soviética como piloto de aviación, y por ello pudo participar en la guerra española como aviador en el bando republicano. La derrota militar de su bando le deparó varios problemas y peripecias. Pasó por los 'campos de refugiados' franceses de Argelès Sur Mer y Gurs. En España tuvo que cumplir varios años de internamiento en el Campo de Gibraltar, para posteriormente iniciar los estudios de derecho que no pudo terminar, al ser detenido. Tomás Cruz, cuyos amigos siempre lo definieron como un hombre inquieto, enigmático y con grandes dotes empresariales, humanas y con don de gentes, no tuvo problemas para salir adelante, comenzando vendiendo seguros y posteriormente casándose con María del Carmen Ponte, que poseía un local en la calle Príncipe de Madrid y una buena posición económica. En el local madrileño se vendía militaria y después se puso una cafetería llamada Sésamo, pero Tomás descubrió una cueva abovedada en la parte inferior y la transformó con ayuda de pintores, artistas y escritores; además de situar, desde entonces, su famoso piano, que tocaba el siempre alegre Vicente. Nacían las Cuevas de Sésamo al despuntar los años cincuenta del pasado siglo. Este novedoso y pintoresco local enseguida atrajo a periodistas, pintores, escritores, músicos, actores..., que noche tras noche abarrotaban el pequeño y bohemio local, al que siempre y de forma personal daba la bienvenida su propietario, que también en muchas ocasiones invitaba a la primera copa.

José Vicente Ávila parafraseando a dos periodistas de raza conquenses muy vinculados con la capital española, Jesús Sotos y Florencio Martínez Ruiz, contaba en el programa de  radio Hoy por hoy Cuenca sobre Tomás Cruz que «cualquiera que sea el ángulo desde el que Tomás Cruz enfocaba su generosidad, hay una cosa cierta: su conquensismo exacerbado que le llevó a ser, más o menos informativamente, un cónsul de Cuenca, en la calle del Príncipe. Las Cuevas del Sésamo eran el inevitable meridiano por el que era inevitable darse una vuelta para adquirir la ciudadanía mendicante en la vida literaria». 

«El Sésamo nació libre en una secuencia independiente que arranca con el primer fallo del premio de cuentos el 30 de junio de 1955», y termina citando a Martínez Ruiz sobre el longevo e importante premio literario, ante la posible desaparición del mismo tras la muerte del genial muñidor conquense: «¿Quién era el hombre que en una España a media voz conseguía tal capacidad de convocatoria? ¿Cómo podía  conseguirse en Sésamo lo que, pese a su empeño estaba vedado a la promoción oficial o incluso a premios privados de mucha mayor cuantía?». El premio Sésamo «ya está en los manuales literarios y su significado comienza a estudiarse en tesis doctorales, porque su calado en la narrativa social y existencialista de los últimos treinta años ha dejado huella».

Por las mañanas la cueva de Sésamo no quedaba en silencio ni en paz, se convertía por obra de la generosidad de Tomás en redacción flotante de algunos conocidos escritores y periodistas que por entonces no tenía redacción física como eran Tico Medina, Olano, Yale, Eugenia Serrano, Pilar Narvión, y los conquenses Raúl del Pozo, Carlos Briones y Jesús Sotos.

Los premiados con el Sésamo en teatro, novela corta y cuento fueron legión tanto en número como en calidad literaria. Algunos de los premiados han sido Jesús Fernández Santos, López Pacheco, Antonio Ferrés, Isaac Montero, Juan José Millás, Vicente Carredano, Daniel Sueiro, Ramón Nieto, José Tomás Cabot, Juan José Millás, Eduardo Chamorro, Eduardo Mendicutti, Jorge Segovia, Juan José Ruiz, Luis Alfredo Béjar, Marián Izaguirre, Soledad Puértolas y el conquense Meliano Peraile, entre otros.