La Asociación de Amigas de la Lectura de Cuenca fue la fuente de inspiraciónde para la creación de la Biblioteca Solidaria. Corría el año 2009 cuando de la mano de David Martínez Ayllón (Villar de Olalla, 1971) como coordinador, nació un proyecto pionero de largo recorrido para promover la cultura entre los colectivos más vulnerables.
Ahora que la Biblioteca Solidaria está punto de cumplir 15 años, Martínez Ayllón, o David, el de la Biblioteca, como mucha gente le conoce en Cuenca por sus años de trabajo en la Biblioteca Pública del Estado, recibirá el miércoles el Premio Glauka, que entrega la Asociación de Amigas de la Lectura por este proyecto. Su nombre se suma así al de referentes de la literatura como José Luis Sampedro, Rosa Montero, Joséfina Aldecoa, Rosa Navarro o Emilio Pascual, entre otros.
¿Qué significa para usted recibir el Premio Glauka?
Es un honor por dos aspectos. Primero, por quién lo otorga y segundo, por las personas que lo han recibido ya antes que yo. Lo importante es unirme a la gran familia Glauka, de la que me siento partícipe desde hace años por el vínculo que he tenido siempre con la Biblioteca Pública del Estado, donde comencé a trabajar como gestor de actividades culturales en 2001.
¿Que sea un premio que otorgan lectoras, mayoritarias en la asociación donde también hay algún lector, tiene aún más valor?
Sí. Sobre todo por cómo surge la actividad de Amigas de la Lectura. Fue algo muy inspirador para proyectos posteriores algo que surgió a mitad de la década de los 80, con un grupo de mujeres que no tenía una gran cualificación académica. La mayoría eran amas de cada, que en ese momento estaban haciendo sus estudios para la obtención del graduado escolar de entonces en el Centro de Educación de Personas Adultas. Las cabezas pensantes del premio son Begoña Marlasca, la anterior directora de la Biblioteca Pública, junto a la directora de ese centro de personas adultas, María Luis Pardo, que son las que dan forma a esos talleres y clubes de lectura. Pronto aglutinaron a más mujeres y el grupo fue creciendo. Cuando me incorporé a la Biblioteca en 2001 era un colectivo ya de unas 200 personas. Fue inspirador porque si estas mujeres, que no estaban habituadas a salir de casa a y a relacionarse en actividades comunitarias, han conseguido llegar a esto, por qué no lo podemos intentar con otros colectivos.
Haciendo un juego de palabras… ¿Es un premio de libro?
Totalmente. Las Amigas de la Lectura empezaron siendo un club de lectura como tal, siempre muy relacionado con la lectura, pero este colectivo se convierte en un referente al que hay que acudir para cualquier actividad que se precie de la ciudad. Es un colectivo que participa de forma activa y con una frescura innata.
¿Qué representa este premio para Biblioteca Solidaria?
Como decía antes, la Asociación de Amigas de la Lectura fue inspiradora y comencé a darle vueltas para hacer algo así con personas con discapacidad, migrantes, personas que están en centros de mayores o con enfermedades y tantos y tantos colectivos que están en riesgo de exclusión social. A partir de ahí dimos forma al proyecto. Tardó en afianzarse y reconocerse por parte de la Junta de Comunidades, pero por el esfuerzo y el tesón que le pusimos, en especial de la Begoña Marlasca, y yo, que estaba como coordinador en 2009, salió a la luz. Una de las peculiaridades que tiene es que buscamos que llegue a través de la mano de voluntarios, que ellos lleven la cultura fuera de la Biblioteca o que atraigan a colectivos que habitualmente no vienen a la Biblioteca. Lo que queremos es hacer de nuestras ciudades, barrios y pueblos una gran biblioteca que dé acceso a la cultura y con un trato igualitario para toda la ciudadanía.
¿Cuál es la clave para fomentar la lectura entre los colectivos más necesitados?
Buscar que la lectura sea un elementos motivador, que tenga un componente que te atraiga. Es lo que pasa con la denostada literatura obligada, con aquellos libros que nos obligaban a leer, como Nada [Carmen Laforet], que cuando lo leí en el instituto no me dijo nada, precisamente, pero cuando lo leí en la carrera le saqué otro jugo. Ni que decir tiene que en los clubes de lectura sacas unas conclusiones y un leer entre líneas enriquecido.
¿Qué siente cuando ve a que una de estas personas de colectivos desfavorecidos le atrapa un libro?
Sobre todo es que las personas encuentran un modo de llenar su tiempo, que es constructivo y crítico. El sentido de los clubes de lectura es generar ciudadanos críticos, que no se conforman con lo que nos quieran decir, sino que leamos, reflexionemos y actuemos en consecuencia. Cuando una persona ha dado con esa herramienta mágica que le hace pensar y transformarse, tiene ilusión. Muchos de los que vienen a los clubes de lectura tienen una ilusión increíble porque es su momento de la semana, porque es encontrarse con amigas y amigos, y compartir con ese grupo algo que han disfrutado en casa leyendo en soledad. Es mágico.
¿Cómo ha sido su salto de la Biblioteca Pública a la Fundación impulsa, en el Museo de las Ciencias, como gestor cultural?
Son tres años los que llevo aquí. Cuando se plantea un cambio siempre hay nostalgia y, muchas veces, incertidumbre. Pero es un proceso gradual. Estamos cogiendo las bondades de la lectura para llevarlas a otros ámbitos de la cultura. Es ir un poco más allá. Es con esos colectivos con los que ya estamos trabajando en la conmemoración de efemérides como el Día del Libro, pero también el Día de la Mujer, el Día de la Paz, el Día de los Museos, etc. El objetivo principal para estos colectivos es mejorar su calidad de vida, así como fomentar una socialización, un ocio y un tiempo libre con más contenido, con más calidad.
El proyecto de Cultura Sostenible encaja en ese engranaje, claro…
Si nos damos cuenta, la Agenda 2030 tiene cinco ejes de sostenibilidad, que lo engloban todo en los 17 objetivos que se han definido. Lamentablemente, algunas veces se identifican con una tendencia política, y la gente no se da cuenta de que esto viene desde instancias internacionales.
¿En estos tiempos de inteligencia artificial, internet, en lo que todo pasa rápido, se tiene en cuenta la importancia social de las bibliotecas?
Vamos a tener siempre nuestro espacio. Pasa cada vez que sale un avance tecnológico. Cuando aparece el libro electrónico pensábamos que los libros en papel iban a desaparecer. Pienso que hay acciones en lss que los humanos vamos a tener que intervenir siempre. Se habla de inteligencia artificial, pero como pasa con todo avance, bien enfocado será bueno para la humanidad y mejorará las acciones que estamos haciendo. También se habla de la necesidad de trabajar con personas en soledad no deseada, las que sufren problemas de salud mental… Va a ser siempre necesario y creo que todo es una oportunidad, que no tiene porqué ser una amenaza.
¿Es posible una sociedad más culta e inclusiva?
Sí, por supuesto. Como en todos los lugares, en los centros de cultura también existen personas que no ven más allá, que ven una amenaza que venga población de otros países o que estemos cuidando que las personas con capacidades diversas tengan también el derecho del acceso a la cultura. Al fin y al cabo, las bibliotecas nacieron para llegar a todos los estratos de la sociedad. Si nos dedicáramos a alimentar a las élites probablemente tendríamos ciudadanos muy eruditos y otros que estarían en el analfabetismo total. Ahora se habla de analfabetos digitales y es una encomienda que estamos incorporando desde Cultura para tratar que nadie se quede descolgado.
¿Para alcanzar estos objetivos recomendaría algún libro?
Hay un libro que estamos leyendo desde este verano en los clubes de lectura que se titula Servet. Es un cómic sobre este personaje polifacético que es tantas cosas –médico, teólogo y filósofo– en cuyas páginas se recoge el sentido de la intransigencia, de la intolerancia. Los autores son Javier Marquina y José Luis Corral, las ilustraciones de Roberto García y es de la editorial Serendipia. También son una buena herramienta los -álbumes ilustrados para las personas con capacidades diversas, para personas mayores que no tienen el hábito lector como tal.