Llega el PSOE a su Congreso Federal de Sevilla bajo la onda expansiva del torpedo lanzado por Víctor de Aldama con su declaración ante el juez Moreno. Torpedo en la línea de flotación del gobierno de Sánchez y del partido organizado en los últimos años a su imagen y semejanza. Sin duda alguna, Sánchez usará este asunto para provocar un cierre de filas y que se oigan menos las voces discrepantes en torno a cuestiones nucleares como la llamada 'financiación singular' y la oposición manifiesta a este tema de barones como Emiliano García-Page.
Lo de Aldama, si es capaz de presentar pruebas, debería poner la legislatura de Sánchez en proceso rápido de extinción. De lo contrario, si es pólvora húmeda lanzada por un gran contorsionista, dará alas a Sánchez y facilitará su permanencia en el poder. Esa es la ecuación en la que nos movemos desde que el comisionista puso su píe, a petición propia, en los juzgados del juez Moreno. Desde entonces todo son cábalas sobre el alcance real del proyectil. Dicen que Aldama se la tiene jurada a Sánchez, que con él no va a hacer 'mangas y capirotes' como con Ábalos, y que ha puesto la caída del presidente en el punto de mira como una gran satisfacción personal y un servicio a la causa antisanchista. Hay que tener en cuenta que a Aldama no le une ningún tipo de afinidad ideológica con el PSOE y que lo suyo fue un puro transitar por el territorio del lucro personal rápido y fácil, sin más. Para ello se convirtió en una pieza fundamental del universo Ábalos, también imputado y en manos del Tribunal Supremo. Lo que pueda salpicar el asunto al propio Pedro Sánchez y algunos miembros destacados de su gobierno, citados por Aldama en su declaración, está por ver en función de las pruebas que sea capaz de aportar para sustentar sus graves acusaciones y de otras líneas de investigación como las llevadas a cabo de la UCO. De momento, el juez Moreno, fijándose en lo ya investigado por este organismo, no consideró que la declaración de Víctor de Aldama fuera descabellada, y de ahí que decretara su salida de Soto del Real, donde permanecía ingresado desde el mes de octubre por el riesgo de fuga.
La sombra de Aldama se proyectará sobre el Congreso Federal de Sevilla como una espesa estela de sospecha. Sánchez quería que el evento se convirtiera en un acto de autoafirmación partidista enfocado a él mismo y su relato. Sin embargo, el clima de inestabilidad generalizada, agravado por las declaraciones del comisionista, harán mella en el evento con el que el presidente del Gobierno querrá enfilar el final de año proyectándose como la persona capaz de sobreponerse a todas las tempestades y sacar adelante la legislatura a lomos de su 'coalición progresista'. El veredicto está por llegar pero no repercutirá en el congreso socialista. Una cosa es discrepar en el seno del PSOE sobre sus cesiones al independentismo, desde la amnistía hasta la financiación singular, y otra es que una persona que cuando menos se ha movido en las cercanías del poder fuera capaz de demostrar que la corrupción ha anidado en el corazón del gobierno de España.
De momento, todas las terminales socialistas han salido quitándole credibilidad a la declaración de Aldama, 'personaje' y 'presunto delincuente', según Pedro Sánchez. Nadie en el PSOE se ha salido de esa línea. Habrá que ver como va evolucionando el asunto para comprobar si Aldama, además de ser una munición de primer orden para los partidos de la derecha, es también un nuevo factor de tensión dentro de las propias filas socialistas. Por ahora no hay nada que se aproxime a esta hipótesis y a lo más que se llega es a cuestionar, en voz no demasiado alta, la figura de Santos Cerdán, el Secretario de Organización al que Aldama dice que se le entregó un sobre con una comisión de quince mil euros. Cerdán, el interlocutor de Sánchez en los acuerdos con Puigdemont para lograr los siete votos de los independentistas para la investidura, es una pieza fundamental en el entramado de poder que se deriva del palacio de la Moncloa, uno de esos hábiles fontaneros imprescindibles cuando hay que hacer malabarismos en el aire para conservar la poltrona. Hablan del ocaso de Cerdán ante la ya demostrada facilidad de Pedro Sánchez de prescindir de sus peones más preciados sin temblarle el pulso. Que se lo digan a Ábalos y otros tantos.