El Presidente del Gobierno se ha encargado de recordar a Junts que llega tarde. Que lo que ahora reivindican respecto a la financiación dé Cataluña ya está previsto desde su investidura. En aquel discurso, el Presidente ya hizo alusión clarísima a lo que ahora se llama singularidad sin que nadie haya explicado en qué consiste. Con palabras distintas, esta reivindicación ya está plasmada en el acuerdo firmado con Junts en sus conversaciones, de manera que el compromiso del Gobierno es doble: primero para la investidura de Sánchez y, posteriormente, para lograr un acuerdo con Puigdemont.
Dice Sánchez que el acuerdo no está ligado a la investidura de Illa pero lo cierto es que si ese acuerdo no se plasma de manera satisfactoria para Junts no está escrito que el socialista Illa, claro vencedor de las elecciones catalanas, pueda lograr la presidencia de la Generalitat.
Los derroteros que ha tomado la vida política española impiden hacer pronósticos, salvo que uno se arriesgue a perder por goleada. Solo el Presidente del Gobierno muestra una seguridad muy llamativa: la legislatura va a durar tres años más.
No creo que tenga una bola de cristal pero si sabe, y de eso se encarga él día si y día también, que el rechazo a un eventual gobierno de la derecha es un pegamento muy poderoso para que los partidos que forman la llamada mayoría de progreso traguen carros y carretas.
Con todo creo que el Presidente acierta. Cuesta creer que ni Junts ni ERC están por la tarea de ser recordados como los partidos que dieron al traste con una legislatura que actúa a modo de cordón sanitario en relación a la derecha. La estrategia, probablemente, sea otra. No van a romper de manera estrepitosa pero si van a dificultar hasta extremos que pueden resultar insoportables la continuidad de la legislatura. ¿Aguantaría Sánchez continuas negociaciones siempre al borde del abismo? ¿Soportaría derrotas casi continuas en el Congreso? Llevará adelante la llamada singularidad fiscal de Cataluña sabiendo que los demás territorios lo rechazan?
El malabarismo político y dialéctico del Presidente y de sus ministros ha alcanzado límites insólitos y ahí siguen, altivos y seguros de sí mismos. No hay visos ni motivos de fondo para que esto cambie, salvo, claro está, que se presenten circunstancias ahora imprevisibles.
El Presidente y su Gobierno se van a emplear a fondo en sacar adelante la singularidad fiscal de Cataluña y así y mucho antes de que Illa ganara las elecciones catalanas ya estaba en la carpeta por partida doble: con ERC y ahora con Junts. Dos acuerdos, dos compromisos unidos en uno y en ese uno, Sánchez se garantiza la continuidad de la legislatura y se allana el camino para que en la Generalitat resida un Presidente socialista.
Si me equivoco pediré disculpas de inmediato pero lo cierto es que el malabarismo de Sánchez nunca me ha decepcionado.