Tras la pista del obispo del Camino de Santiago

Agencias
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Un equipo de científicos identifica los restos de Teodomiro de Iria Flavia, descubridor de la tumba del patrón de España

Algunos de los huesos del prelado analizados por la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. - Foto: EFE

Doce siglos después de su muerte, un equipo internacional de investigadores ha desvelado un secreto más de la historia del apóstol Santiago, patrón de España, al identificar los restos del famoso obispo Teodomiro de Iria Flavia, que descubrió en el siglo IX la tumba de este discípulo de Jesucristo que años después daría lugar al fenómeno jacobeo y a la peregrinación a la Catedral de Santiago de Compostela.

Coordinados por el profesor Patxi Pérez Ramallo, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, los científicos han realizado un exhaustivo análisis de los restos hallados y han aportado nuevos y más certeros datos sobre la identidad del individuo, que fueron publicados ayer en la revista Antiquity.

Patxi Pérez confirmó los descubrimientos y aunque subrayó que desde el punto de vista científico «nunca» se va a tener la certeza absoluta de esa identificación, aseguró que las probabilidades de que los restos correspondan al obispo Teodomiro son «muy elevadas».

«La ciencia es siempre muy conservadora», explicó el investigador, y observó que no existe ningún descendiente o pariente conocido del religioso con el que contrastar los restos de ADN que se han identificado, pero que el contexto histórico y arqueológico es «muy claro» y apunta que los restos se corresponden con los del prelado.

Las pruebas de carbono 14, que permiten una datación de los restos inequívoca, la dieta, el origen geográfico, el ADN -que confirma que son los restos de un hombre-, y otras comprobaciones y análisis de los investigadores han permitido a los científicos concluir que son sus restos.

Dudas superadas

El investigador constata que hasta ahora se sabía muy poco del obispo Teodomiro y que incluso su existencia se llegó a poner en duda hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se descubrió una lápida que marcaba su muerte en 847.

Bajo esa lápida se encontraron restos que, en un principio, se identificaron como pertenecientes a un varón de edad avanzada, pero un nuevo examen a mediados de los años 80 sugirió que los restos eran de una mujer, lo que generó dudas sobre su conexión con el obispo.

La nueva investigación aporta nuevos datos sobre la identidad del individuo, y confirma que la tumba contenía los huesos de un solo individuo, un varón adulto de más de 45 años. Además, la datación por radiocarbono concuerda con una muerte en el año 847, y otros análisis de isótopos estables de oxígeno sugieren que el individuo vivió cerca de la costa, coincidiendo con la ubicación de Iria Flavia.