Excelencia musical única

Redacción
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Uclés es Música baja el telón este sábado con la actuación del tenor Javier Camarena después de un ciclo que conquista almas con una simbiosis «mágica» entre artista, público y escenario.

Excelencia musical única

Uclés es Música, uno de los principales referentes culturales de la provincia, encara su recta final. Por el epicentro artístico del patio barroco del Monasterio de esta localidad conquense ya han pasado Miguel Poveda y Sara Baras en dos espectáculos que permanecerán imborrables durante mucho tiempo en la retina de aquellos que los disfrutaron. Este sábado el festival afronta su última 'parada', la actuación del prestigioso tenor Javier Camarena. Pero antes, el director del Proyecto Cultural del Monasterio de Uclés, David Pérez, hace balance de todo lo vivido.

La clave de bóveda sobre la que pivota toda la programación es la comunión perfecta que se produce entre el artista, el espacio y el público. Pérez entiende que ese es el principal elemento diferenciador entre la «experiencia» que se vive en Uclés y otro tipo de festivales. «Nosotros intentamos ofrecer esa otra mirada», comenta en un hilo argumental que le lleva evidenciar con peso en su argumento el «cuidado máximo por la calidad». De esta forma, y a pesar de que todavía atesoran pocas ediciones a sus espaldas, «vamos consiguiendo que el público agradezca nuestra intervención y que las marcas quieran unirse a un espectáculo serio en cuanto al trabajo que hay detrás».

Momentos únicos, mágicos y que trascienden casi lo racional, como por ejemplo el concierto de Miguel Poveda, «donde casi se entró en trance, o como se llama en flamenco, el duende que fue capaz de transmitir a todo el mundo». Algo muy similar, pero en otro palo, protagonizó Sara Baras, «una profesional impresionante con un saber estar y un saber transmitir alucinante, además de que se quedó muy impresionada con el escenario». «Actuar en el patio del Monasterio es algo único, y por él están empezando a pasar primeras figuras que están dejando su impronta en forma de firma sonora; por eso nos gusta pensar que de aquí a unos años estarán impregnados en esas piedras todos estos sonidos», añade. 

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En cuanto a la respuesta del público, Pérez destaca que «poco a poco» se están consiguiendo romper ciertas barreras, porque «no es fácil traer a la gente hasta Uclés». Eso sí, «el nivel va subiendo respecto a la primera edición», antes había más desconociendo y, a base de corazón y pasión, Uclés es Música se está ganando un sitio entre los principales hitos culturales veraniegos. «Lo que más nos vale es la respuesta posterior, que todo el mundo salga encantado, y así es, nos agradecen que estemos ofreciendo lo mejor que tenemos para que estos artistas puedan disfrutarse de otra manera».

La tercera y última 'perita en dulce' se saborea este sábado, a partir de las diez de la noche. El cantante con más bises en la historia del Teatro Real, Javier Camarena, desembarca en el Monasterio con acompañamiento de piano. Su elocuencia expresiva y la belleza de su voz privilegiada programa ópera y zarzuela con la rúbrica de grandes de la música como Mozart, Donizetti, Massenet o Sorozábal.

«De los seis músicos que han pasado por el patio del Monasterio en estas dos ediciones, estamos sin duda ante el mejor mejor», explica Pérez. «Es una cosa prodigiosa, tiene una voz espectacular, y eso se une al patio del Monasterio, que se convertirá en un decorado de ópera, por lo que creo que va a ser algo excepcional, una delicatessen total, para el que quiera, de verdad, disfrutar de la música de verdad».

«Hace falta una política global». David Pérez, director del Proyecto Cultural del Monasterio de Uclés, echa en falta una «política global» a cuenta de los festivales de música que se organizan en la provincia ante el riesgo, entre comillas, de morir de éxito. Es un hándicap importante, argumenta, «establecer una competencia tan grande entre propuestas públicas y propuestas privadas, pues esto al final acaba desmereciendo la labor del artista».

Pérez sostiene que Uclés es Música huye de lo que él denomina «festivales boutique donde vale casi todo», que consisten en programar una «oferta a granel». En su caso particular, y en una apuesta tan arriesgada como decidida, lucha contra viento y marea por «crear algo especial, reposado, con sentido... un espectáculo a la medida y con una línea argumental en un lugar icónico que debemos preservar».