Ojo a la creatividad que derrochan. Toman pincel en mano y pintan todo aquello que invade sus mentes. El primero paso es marcar las líneas de sus trabajos a través de un boceto y después dar rienda suelta a toda el talento que atesoran. Colores por ahí y por allá para que el lienzo cobre vida. Incluso juegan con las sombras y los pequeños detalles, como no podría ser de otra forma. Cuentan, además, con los consejos y directrices de sus profesores para dar luz verde a sus propias obras. El resultado es «extraordinario».
La Escuela Emilio Morales, comandada por el propio artista Emilio Morales, sigue a pleno rendimiento y tiene tanta solera que ahora mismo es «imposible cuantificar cuántos alumnos han pasado por sus aulas» desde que pusieran la primera piedra. Y es que 44 años dan para mucho. De hecho, cualquier sala se queda pequeña para poder exponer todos los trabajos de sus alumnos.
La coordinadora del centro, Amparo Gómez, destaca que sus aprendices del color «tienen la oportunidad de aprender mucho en cada una de las clases y, al mismo tiempo, pueden pasárselo muy bien junto a sus compañeros». Poco a poco, aprovechando los cursos que se imparten de septiembre a junio, «van conociendo las técnicas, cómo hacer los bocetos o cómo mejorar sus dibujos, por ejemplo», además de «pulir errores y perfeccionar sus obras, entre muchas otras cuestiones». Todo alumno que tenga al menos cinco o seis años tiene las puertas abiertas en la escuela y no hay corte para los mayores, siendo así un espacio donde los más pequeños comparten pintura con los adultos. Es verdad que la formación «cambia», dependiendo del «nivel de cada uno y también de su edad». Así, la Casa de la Juventud de la capital se convierte en una de las cunas del arte conquense e incluso también de la provincia porque llega a Arcas, Valera de Bajo y Carboneras.
Los iniciados en el gremio empiezan con el «carboncillo» y luego tiran de «pinturas» para dibujar paisajes y animales, por ejemplo, aunque es una decisión que«depende de la preferencia de cada uno». Para que la formación de éstos sea todavía más completa, «les enseñamos también Historia del Arte, ya que es importante que conozcan a los pintores más importantes, como puede ser el caso de Goya o Velázquez, o los estilos», así como «saber identificar a quién pertenecen los cuadros más famosos».
Los alumnos también prueban y conocen las acuarelas e incluso las pinturas acrílicas para saber desenvolverse en un lienzo. Quienes tienen más pulida la técnica se ponen directamente manos a la obra para acabar con sus obras y el resultado es «excepcional, ya que contamos con muchos pintores que, pese a que toman la pintura como un hobbie, son artistas de primer nivel», recalca Amparo.
Alumnos. Daniela Rodríguez es una alumna que tiene muy claro que el día de mañana va a ser pintora porque «desde muy pequeña siempre me ha gustado, con dos o tres años ya dibujaba». Y es que, esta modalidad artística, te permite «relajarte y pintar todo lo que quieras». A ella le encanta hacerlo con «paisajes y animales», y a sus 11 añitos ya despunta con cuadros que están «muy chulos».
Lo mismo le ocurre a Ángela Marchante, que prefiere pintar «flores y paisajes». En este caso, ella recalca que cuando coge el pincel «desconecto del día y estoy en mi mundo para poder pintar todo lo que quiera». Además, una de las más pequeñas, Ainhara Soria, ya gana concursos pese a tener siete años. Tiene claro que su preferencia «es pintar arcoíris» porque le fascinan los colores y no duda en seguir los pasos de sus abuelos, Emilio Morales y Amparo Gómez.
De esta forma, la Escuela Emilio Morales es más que una escuela de pintura; es un lugar donde la creatividad florece y el aprendizaje nunca se detiene. Aquí, el arte sirve como puente entre generaciones, uniendo a personas de todas las edades en un viaje compartido de descubrimiento y expresión personal. Cada pincelada es un paso hacia el crecimiento artístico, y cada alumno contribuye a una comunidad vibrante y diversa.
Las obras salen de la Casa de la Juventud. La Escuela Emilio Morales expone los trabajos de sus 70 alumnos tras más de nueve meses de esfuerzo y talento. Más de veinte obras de los más adultos se pueden ver hasta el 24 de junio en la residencia universitaria Juan Giménez Aguilar y otra treintena de los más pequeños se puede disfrutar hasta esa misma fecha en Trazos. La coordinadora del centro, Amparo Gómez, recalca que «merece mucho la pena visitar ambas exposiciones porque las obras son extraordinarias y de diferentes autores, con distintos enfoques y recursos».