Con cerca de 20.000 centenarios, España se mantiene durante más de una década como el país con mayor esperanza de vida de la Unión Europea. Unos datos que respaldan una noticia que nos 'pilla' de nuevas, como que cada vez se vive más en el país, pero el gran reto de llegar a tener tres velas de número en una tarta es más que noticioso entre el reducido número de vecinos que pueden alardear de haber vivido tantos años. Este es el caso de Blas López Parra, un taranconero que llegó a este mundo el mismo año que en su localidad se fundaban importantes instituciones como la Agrupación Musical Nuestra Señora de Riánsares o el Casino de La Unión y que al igual que nuestro protagonista son historia viva del municipio, todavía presentes cien años después.
Una historia que comenzó un 27 de agosto, pero de 1924, y de la que Blas aún conserva recuerdos de su infancia en la localidad destacando la época de la Guerra Civil. «Siempre he sido muy curioso, recuerdo el pueblo lleno de americanos, andaba todo el día detrás de lo que pasaba», recuerda Blas que siempre se caracterizó por la gran curiosidad que mostraba a todo su entorno, y por la gran memoria fotográfica que tenía de los distintos rincones de la noble ciudad.
De hecho, esta última virtud sirvió durante años a multitud de historiadores provinciales y asociaciones para recrear mapas de un Tarancón de mediados del siglo XX que ya no existe. «Siempre he amado al pueblo y me he mantenido firme en él», señala este taranconero, que afirma que únicamente salió del municipio cuando tuvo que hacer el servicio militar en Cataluña. Una tierra que le dejó marcado por los «grandes avances» que vivió allí y que aún recuerda, como la ausencia de cartillas de racionamiento, pero que no hizo que quisiese volver a su amada localidad para reencontrarse, entre otros, con la que luego fue su mujer.
Blas, junto a su padre y a algunos compañeros en una comida de empresa. - Foto: M.C.L.«De muy joven me puse a trabajar en la fábrica de sifones y gaseosa 'La Flamenca', propiedad de Julio Ortiz; en esa etapa conocí a mi mujer», apunta el hombre que de forma risueña recuerda que, la que luego fue su pareja, le recriminaba que le dejaba los sifones más feos para que luego tuviese que volver para cambiárselos. «Cuando volví de la mili me enamoré completamente, todos los chavales del pueblo le seguían pero ella me eligió a mí», señala el entrevistado que aún recuerda la taranconera calle Zapatería llena de vecinos pendientes del enlace entre ellos ante el «gran revuelo» que provocó que su mujer fuese de las primeras en casarse de blanco en el pueblo.
«Siempre tuvimos una buena armonía entre los vecinos, funcionábamos como una familia», indica Blas que, tras la boda, forjó su familia, como muchos otros convecinos, en la barriada de El Congo, una zona de gran crecimiento que a pesar de su crecimiento, no olvidó esa gran conexión. «Nos juntábamos todos en torno a la primera casa que tuvo televisor, eso se ha perdido un poco pero seguimos manteniendo conexión», apunta el hombre junto a sus hijas de un vínculo que se plasma en gestos como la presencia del alcalde de la localidad y vecino suyo en la celebración de su cumpleaños.
Sus pilares. Un gran vínculo que se demuestra entre las grandes amistades que el entrevistado formó en otro de sus grandes pilares vitales como fue la fábrica de Harinas 'La Concordia' de la que formó parte gran parte de su vida, convirtiéndose en uno de los más relevantes maestros molineros de la zona. «Querían que les diese la fórmula pero eso se queda conmigo», confiesa el hombre tras muchos años desde su jubilación.
Ahora, desde la residencia de San Ramón y la Milagrosa de Tarancón, el centenario se convierte en el segundo residente en llegar a esta edad lleno de «ilusión y emoción» ante la multitud de recuerdos que aún perduran en una memoria que ha vivido unos cambios «tremendos» en su localidad, «transformada por completo» y que espera ver muchos años más.