Hace 150 años, durante la tercera guerra carlista (una de tantas guerras civiles entre españoles a lo largo de nuestra larguísima e intensa historia) la ciudad de Cuenca fue tomada por la carlistada comandada por don Alfonso Carlos acompañado por su esposa doña María de las Nieves.
Es evidente que este trágico suceso histórico –Cuenca fue la única capital de provincia española tomada por los carlistas en 1874– ha tenido todo tipo de opiniones políticas e historiográficas, además de los ríos de tinta con críticas y alabanzas, según el bando y la propaganda de cada cual, aparecidas en periódicos, revistas, novelas, seminarios, etc.
En esa minúscula Cuenca decimonónica había liberales y carlistas. Los carlistas en muchos casos se ponían una margarita en el ojal como seña de identidad; los liberales conquenses eran más numerosos y también se identificaban con su comportamiento y expresiones, que en algunas ocasiones terminaban en algún altercado dialéctico e incluso pugilístico.
Cuenca ya había sido atacada en 1873 por las huestes del Brigadier carlista José Santés, dejando una huella sangrienta en la ciudad del Júcar y del Huécar. Al año siguiente y tras fracasar en la toma de Teruel, más de siete mil carlistas encabezados por don Alfonso y más tarde con otras tropas capitaneadas por el carlista Cucala, se presentan en el mes de julio ante Cuenca y en pocos días la bombardean, la conquistan y finalmente la saquean.
Doña Blanca. María de las Nieves de Braganza (llamada por sus leales soldados doña Blanca), hija del rey de Portugal don Miguel I, participó junto a su esposo en la conquista de Cuenca. En la iconografía carlista de esta memorable hazaña bélica doña Blanca aparece montada en su caballo castaño, Calatravo, y es sobre ella y su influencia ante su esposo, sobre la que recae la belicosidad y brutalidad de las acciones llevadas a cabo por los carlistas en los días de sangre y fuego que azotaron la capital provincial. Los historiadores y publicistas liberales articularon una imagen cuasi demoniaca sobre la figura y personalidad de una mujer cabalgando sobre su corcel «como amazona de circo, radiante de fatuidad, decidida y altanera. Era la tristemente famosa princesa doña María de las Nieves. Los que la vieron venir pensaron que desviaría su caballo para no pisar el cuerpo expirante. Pero la terrible capitana de bandidos no se inmutó, y sin dar señales de ninguna emoción ante aquel espectáculo, dejó que el animal pisotease a un honrado caballero moribundo. Siguió la cruel amazona su sangriento camino hacia la Correduría. Era de corta estatura, flaca, rubia, de azules ojos: su belleza, completamente apócrifa, consistía tan solo en la marcialidad de su apostura y en su destreza hípica».
El rey carlista Carlos VII, hermano del 'conquistador' de Cuenca, don Alfonso, general en jefe de los ejércitos de su hermano, relata cómo aconteció la toma conquense: Para levantar la moral del ejército mí hermano decidió tomar la ciudad de Cuenca. El 12 de julio se presentaron los Reales Ejércitos Carlistas ante dicha ciudad. Junto al ejército comandado por mi hermano se unió el de Cucala. La toma de Cuenca fue la victoria más importante del ejército carlista desde que mi hermano cruzara el Ebro. En el devenir de la batalla murió el comandante Julio Segarra, dos oficiales zuavos, un teniente de la artillería y veinticuatro voluntarios. El bando liberal no resultó menos dañado, y así se contabilizaron dos oficiales muertos y veintidós soldados. La importancia de la conquista de Cuenca se puso de manifiesto poco después, cuando toda una serie de historias y anécdotas recorrieron el país de Norte a Sur y de Este a Oeste. Los grandes perjudicados fueron mi hermano y cuñada Dª María de las Nieves, a los cuales se les acusó de saqueadores, violadores y ladrones. Nada pudo hacer callar al bando liberal en sus ataques encarnizados contra ellos.
En los tres tomos de sus memorias, Mis memorias sobre nuestra campaña en Cataluña y en el Centro (1872-1874), que doña Blanca escribió en parte en su exilio austriaco de Graz, es en donde se podría haber defendido de los furibundos ataques sobre su persona y la responsabilidad de los saqueos y violaciones perpetradas por los carlistas, dando explicaciones de lo que aconteció el 15 de julio de hace ciento cincuenta años. No aparece referencia alguna sobre el pasaje bélico en el que la amazona doña Blanca montando a caballo y siempre acompañada de sus soldados Zuavos tomó la ciudad de Cuenca junto a su esposo, ya que el tercer volumen de sus memorias termina en el mes de junio de 1874. Las memorias bien escritas y llenas de datos y cartas se quedaron cortas a expensas de haber publicado un cuarto volumen en el que por cronología habría llegado a explicar lo acontecido en aquel verano sangriento de Cuenca, pero los problemas con la vista de doña Blanca lo impidieron. Las memorias habrían servido a María de la Nieves justificar las acciones en Cuenca y descargar la responsabilidad sobre su esposo sobre la derrota en la III guerra carlista atribuida a los generales insubordinados de Savall y Auguet.
Los conquenses recordamos que la hoy llamada calle de las Torres –hasta el 1992 denominada Dieciocho de Julio– se denominó Quince de Julio en honor a los muertos en la toma de Cuenca. En esta calle estuvo el monumento en forma de obelisco a las víctimas del conflicto, edificado en 1877 y demolido en 1944.