«Quien no torea el 15 de agosto ni es torero ni es ná». Así sentenciaba un dicho popular en referencia al que, históricamente, ha sido el día más taurino del año. Y es que media España honra a la Asunción de la Virgen (y también a San Roque) con festejos taurinos. Porque, pese a los ataques y las críticas de los antitaurinos y algunos partidos que no cejan en su empeño de destrozar las raíces más populares del país, el pueblo sigue vibrando con los toros en cualquier rincón de la nación. En sus plazas, en sus calles o en sus campos, porque todo es Tauromaquia. Valga un dato como ejemplo: la asistencia a los cosos taurinos durante el pasado puente de la Virgen se cifró en unas 270.000 personas, según señalaba el economista Diego Sánchez de la Cruz. Una cifra que viene a confirmar lo que ya apuntaba el informe publicado por la patronal del sector, ANOET: la Fiesta vive una insólita edad de oro en cuanto a la asistencia de público. Y es que en 2023 el número de eventos taurinos alcanzó los 20.283 frente a los 18.340 de 2019, mientras que la asistencia se sitúo en registros de 2012 con más de 6,5 millones de personas acudiendo a los festejos.
Siguiendo con las cifras, el trabajo universitario de Mario Sánchez Avilés recién presentado en la Universidad de Valladolid recoge que «el impacto directo de la Fiesta es de 424,9 millones de euros, cifra a la que se suman otros 158,1 millones de generación de negocio indirecta». Unos datos que según aclara Sánchez de la Cruz no recogen otros efectos inducidos por la Fiesta sobre la economía, cuya incorporación deja un impacto total de 1.400 millones.
Más allá de estos números, cualquiera que lleve años recorriendo las ferias o sentándose en los tendidos de las plazas habrá podido comprobar el boom de los festejos entre los jóvenes. Sea por un efecto boomerang ante las críticas y los ataques o como acto de rebeldía contra unos poderes que en muchos lugares han atacado sin piedad a la Tauromaquia, el grupo de población de 14 a 30 años acude ahora en masa a las plazas. De hecho, los abonos jóvenes vuelan en cuanto llegan a taquillas. Incluso en plazas heridas de muerte en cuanto a asistencia -no todo iba a ser positivo-, como Bilbao, los únicos brotes verdes que hacen tener esperanza en el futuro son esas entradas para jóvenes que se acaban cada tarde.
roca rey. Muchos jóvenes acuden también al reclamo de la gran figura del escalafón, Andrés Roca Rey, que se ha convertido en un fenómeno entre los veinteañeros. Su impacto en la sociedad, sobre todo en la de los chavales de su edad, es uno de los grandes revulsivos de la Fiesta en estos últimos años. Raro es el lugar donde torea que no cuelga el No hay billetes o, como mínimo, se registra la mejor entrada de toda la Feria. A pesar de la controversia que su toreo genera entre los aficionados más puristas y veteranos, el carisma del peruano es indiscutible, así como su éxito en la taquilla. Y eso a la Fiesta le viene bien. No es el primero ni el último que manda con mano de hierro en los abonos sin contar con el favor de la crítica o el aficionado. Toreros que aplaudió la mayoría, decíamos días atrás. Una definición que en el caso del peruano se eleva a la enésima potencia.
Aunque a ritmo más lento de lo deseable, las empresas taurinas también comienzan a adaptarse a los tiempos. De nada sirve en pleno 2024 limitar la publicidad de una Feria a los días previos de la misma y con las herramientas habituales: anuncios en los medios y carteles por la ciudad. Quienes se quedaron anclados en esas técnicas han visto caer en picado sus plazas. Las ferias, con tantas opciones de ocio al alcance de la mano, se deben trabajar todo el año, con actividades que mantengan a las ciudades y los pueblos pegadas a la Fiesta. En este sentido hay que aplaudir especialmente aquellas iniciativas que están acercando la Tauromaquia, en todas sus vertientes, a los niños, el gran relevo generacional y de quienes depende el futuro. « La tauromaquia, más que defenderla, hay que enseñarla», defendía el añorado Víctor Barrio. Un lema que se repite en esas actividades con los más pequeños a los que, al menos, se les enseña a respetar la Fiesta para que se acerquen sin miedo a las plazas.
En definitiva, hay que disfrutar de la mala salud de hierro del toreo, pero cuidando el futuro.