César Huerta, pionero en el reporterismo gráfico

José Luis Muñoz
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César Huerta, pionero en el reporterismo gráfico

Cualquier persona que se acerque a un quiosco en busca de una publicación periódica, del tipo que sea, diario o revista, sabe que va a encontrar un rimero de papel impreso en el que se combinan de manera adecuada las palabras que forman el texto con las ilustraciones, casi siempre en color. No creo que nadie pueda imaginar, ni concebir, una publicación periódica sin que esté convenientemente ilustrada. Casi podría decirse lo contrario: para muchos lectores, lo que importan son las estampitas. Con ver las fotos es suficiente para hacerse una idea del conjunto de la información. Y esto que digo del material impreso y manejable se puede aplicar, sin ningún problema, a las versiones digitales que, a estos efectos, reciben el mismo tratamiento.

Eso es lo que hoy tenemos al alcance de la mano, lo que vemos, pero no siempre fue así. Durante décadas, los periódicos, especialmente los editados en provincias, se imprimían en blanco y negro y prácticamente no incluían ninguna imagen, lujo reservado a los grandes diarios que se publicaban en las también grandes capitales o en revistas impresas en papel especial y, por eso mismo, conocidas como «revistas ilustradas». No era el caso de la modesta ciudad de Cuenca, que durante el primer cuarto del siglo XX tuvo una generosa historia periodística, con docenas de títulos pugnando por merecer el interés de los lectores, en los que era cosa verdaderamente excepcional que se pudiera ver una fotografía, y cuando eso ocurría procedía del exterior, porque ninguno de ellos disponía de la tecnología necesaria para elaborar los fotolitos necesarios para imprimir. Eso explica la práctica ausencia de imágenes periodísticas de lo que sucedía en Cuenca por aquellos años y si algunas conocemos es gracias al encomiable trabajo de un pionero del reporterismo informativo que encontró una curiosa vía a través de una revista que se editaba en Ciudad Real, Vida Manchega, cuya existencia cubrió toda la década (1912-1920) con un amplio repertorio informativo y gráfico de las cuatro provincias manchegas.

César Huerta Stern nació en Lérida, en 1882; su padre, Cesáreo Huerta, había nacido en La Peraleja y fue presidente de la Audiencia Provincial de Cuenca. Hijo y nieto de personas pertenecientes a la judicatura, el joven César siguió él mismo los estudios de Derecho, que culminó en la Universidad de Sevilla cuando tenía 21 años. Abogado en ejercicio llegó a Cuenca poco después, ejerciendo el oficio durante toda su vida en la ciudad, con despacho abierto en la calle Calderón de la Barca, número 12, en un elegante edificio que se pudo mantener en pie hasta hace unos años y que ha sido sustituido por otro que imita las formas del anterior. Pero además de actuar en el ámbito de las cuestiones legales, mostró desde muy joven una incontenible afición por el mundo del periodismo, que empezó ejerciendo cuando estudiaba en Madrid, a través de colaboraciones en la Revista de Tribunales y que prolongó durante toda su vida en una larga lista de publicaciones. 

Esa vocación periodística la desarrolló en Cuenca, participando en multitud de aventuras propias de la época. Se inició como colaborador y redactor de El Mundo en 1910, un semanario fundado por Francisco Martínez Contreras, pertinaz diputado por el distrito de Belmonte-San Clemente, que poco después se haría famoso (muy a su pesar) por haber tenido una desgraciada intervención manipulando al juez de Belmonte para que abriera causa por la desaparición de un pastor llamado José María Grimaldos, de cuya muerte se acusó a dos infelices que fueron a dar con sus huesos en la cárcel sin haber hecho nada punible. Además, César Huerta fue colaborador de El Correo Católico, La Voz de Cuenca y El Día de Cuenca

El 11 de febrero de 1920 aparece nuevamente El Mundo, como semanario que se publica los miércoles, ahora bajo la dirección de César Huerta y con domicilio social en la misma calle Calderón de la Barca números 12 y 14, donde estaba su domicilio y bufete. El primer número de esta nueva etapa, que aparece identificada como Año IV, lleva el 401 y en su primera página hace la inevitable declaración de intenciones: «El Mundo reaparece con entera independencia y neutralidad, sin estar por tanto afiliado a partido político alguno. Únicamente moldeados, según la interpretación personal de quien lo dirige, ha de sostener los principios de orden y justicia, tan necesarios para la existencia social, pero que en modo alguno son incompatibles con aquellas reformas exigidas por la situación actual de la vida, el sentimiento eterno del derecho y la necesidad de devolver al corazón angustiado de los hombres, la calma que es precisa para la marcha útil y armónica de la colectividad». 

En ese primer número de la nueva etapa dedica amplia atención a las elecciones de concejales celebradas el día 8 del mismo mes, anuncia la actividad que está desarrollando el proyecto de creación de un Banco de Cuenca y ocupa la mitad de la primera página para una esquela mortuoria, la propia hija del fundador, María Victoria, muerta el día 3 a los tres meses de edad.

A esa firme vocación por el periodismo activo hay que añadir otra muy notable, en la que fue pionero, la fotografía, consiguiendo plasmar con su cámara una importante serie de imágenes de la vida en Cuenca durante aquella época. Como en ese tiempo los periódicos locales no tenían capacidad técnica para incorporar fotografías en sus páginas, César Huerta encontró un excelente espacio en la revista Vida Manchega, que se editaba en Ciudad Real en cuyos números se puede encontrar una extraordinaria colección de imágenes de Cuenca a las que hoy, gracias a la ductilidad tan asequible de las redes informáticas, se puede acceder con relativa facilidad.

A comienzos de 1930 fue nombrado alcalde de Cuenca, episodio en el que se generó considerables oposiciones, según se dice, por su empeño en mantener la entidad municipal libre de cargas onerosas, como insinúa en su escrito de despedida: «De seguir en el Ayuntamiento hubiera sido el prisionero de guerra de una mayoría impunista. Y para esto prefiero la libertad de mi pluma y la autonomía de la palabra. Entre encadenado al consistorio y libre en la calle, prefiero la calle». 

Casado con Trinidad Huerta López, tuvieron diez hijos, de los que siete le sobrevivieron. Uno de ellos, Emilio Huerta, abogado también e inspector de trabajo, ha sido un elemento de extraordinaria popularidad en Cuenca. Solterón empedernido, viajero impenitente por todo el mundo, coleccionista de todo tipo de curiosidades y chucherías que luego regalaba galantemente a sus numerosas amigas, asistente fijo en conciertos, teatros y conferencias, con este recuerdo afectuoso a su amistosa presencia completo esta visión panorámica de su padre, César Huerta, pionero de la utilización de la fotografía en los medios impresos.