Qué bien se lo pasan. En una hora pueden saltar, correr, bailar y sobre todo cantar bien alto un gran número de melodías y temas, unos más conocidos que otros. Es un punto de encuentro para compartir aula con otros compañeros y aprender de forma conjunta el maravilloso mundo de la música. Las lecciones son entretenidas, divertidas y muy cercanas con el objetivo de que todos los participantes se lo pasen pipa. Los más pequeños tienen además la oportunidad de acudir a clase de la mano de uno de sus padres.
En La Placeta, un espacio musical conquense, trabajan desde hace unos años con el proyecto pequemusica, que está dirigido concretamente a niños de entre ocho meses y nueve años. El objetivo de estas sesiones en enseñar «aspectos musicales como el ritmo, la métrica, las figuras, la intensidad o la altura del sonido, entre otros», además de «aprender a tocar instrumentos y a diferenciar unos de otros, animar a los participantes a trabajar el oído o explicarles cuáles son las notas musicales», tal y como detalla una de las directoras del espacio y de este cautivador proyecto, Blanca Pinedo. La acogida de estos dinámicos encuentros es tan positiva que, en poco tiempo, ya acuden más de medio centenar de alumnos.
Blanca Pinedo, junto a su compañera Lara, agrupa a los alumnos por edades y en función de ello trabajan unos u otros aspectos, aunque la esencia de pasar un rato tremendamente divertido no cambia. Los pequeños pueden «escuchar diferentes tipos de música o conocer nombres e historias de grandes compositores, además de ejercitar la psicomotricidad o el movimiento, que es otra de las ventajas de estas sesiones». El éxito de las clases radica en que «hacemos todo de manera muy divertida, con juegos y actividades donde no paramos de bailar, saltar, jugar, cantar y correr». Y es que tan solo basta con entrar por la puerta para comprobar que es un no parar durante 60 minutos.
Una de las sesiones en las que se suelen acabar muy pronto las plazas son las dirigidas a los más pequeños, aquellos que tienen entre ocho meses y tres años. Uno de los propósitos de estas clases es que «los niños socialicen y estén en contacto con otros compañeros». Pero también es una gran oportunidad «pasa pasar un ratito con papá o mamá», resalta Blanca. El resultado es el esperado, y es que «disfrutan muchísimo tanto los pequeños como los mayores».
Las clases en La Placeta, que son también muchas de ellas temáticas dependiendo de cada época del año, también son muy positivas para pequeños que padecen trastornos del espectro autista o hiperactividad. Blanca, que cuenta con las titulaciones de Enfermería y Magisterio Infantil, además de poseer un master en musicoterapia y la carrera musical de guitarra en el Conservatorio de Música, abre sus puertas a todos los alumnos que lo deseen.
Reacciones. Silvia Herraiz acude con su hijo Adrián y tanto una como otro se lo pasan «genial». Una de las razones es que al pequeño «le encanta la música con movimiento», principalmente porque «no para de correr, escuchar canciones y cantarlas». Además de la felicidad, Silvia destaca que su hijo «va tomando conciencia de sonidos graves y agudos o cuándo es un sonido más rápido o menos». Por su parte, Víctor Benito, que acude con Lucas, detalla que «es una sesión muy buena para mi hijo porque así se acostumbra a estar con más compañeros y aprende a socializar con más gente».
Tanto Víctor como Silvia, así como el resto de participantes, recomiendan «totalmente» la participación en estas sesiones lúdicas y también educativas, que podrían despertar el amor o pasión por el mundo de la música de los más pequeños.