El paisaje de las islas artificiales de la bahía de Tokio está cambiando. Los rascacielos de más de 50 alturas que proliferaban en la zona ahora comparten espacio con el grueso de las sedes para los Juegos Olímpicos de 2020, una ciudad flotante erigida como nuevo rostro de esta urbe en constante transformación.
El terreno ganado al mar es la zona donde más ha crecido la población de la megalópolis nipona durante el último lustro y donde se edifican más infraestructuras y viviendas desde que en 2013 el Comité Olímpico Internacional concedió a la candidatura tokiota la organización de los JJOO, que se inaugurarán el 24 de julio del año próximo.
El Gobierno del Área Metropolitana de Tokio define esta expansión como "uno de los mayores proyectos de desarrollo urbano recientemente llevados a cabo en el mundo" con el objetivo de que la bahía se convierta en "un polo turístico y de negocios con atractivo global".
La estrategia urbanística del Gobierno nipona incluye destinar el 27% del terreno ganado al mar a zonas verdes, construir nuevos puertos de mercancías y de ferris de pasajeros, la extensión de carreteras y de líneas de monorrail sin conductor.
Pero ahora el paisaje de la bahía está dominado por inmensas torres de viviendas de aspecto homogéneo y numerosas grúas empleadas para levantar nuevos rascacielos y las instalaciones deportivas que serán los iconos de Tokio 2020.
Del total de 43 sedes de eventos deportivos para los JJOO, 17 se ubican en la bahía, a las que se suma la Villa Olímpica, una concentración que convertirá a esta zona en la más transitada por atletas y visitantes y en escaparate de la ciudad ante el mundo.
El Centro Acuático y el Ariake Arena, con sus amplias plantas, tejados curvos inspirados en la arquitectura tradicional nipona y rodeados de zonas verdes y canales, ejemplifican las posibilidades que ofrecen las islas artificiales frente al abigarrado Tokio de tierra firme.
Pese a su vocación futurista, esta parte flotante de la ciudad tiene sus raíces en el inicio del siglo XVII, cuando el shogunato Tokugawa decidió ampliar sus dominios en torno al castillo de Edo aprovechando el estuario y la desembocadura del río Sumida.
Como vestigios de esos tiempos apenas quedan en la isla un pequeño templo sintoísta, un puente inspirado en el primero construido en la zona, y los populares platos locales.
Pero la expansión de Tokio mar adentro y su constante crecimiento demográfico contrasta con el declive que afecta a la mayor parte del país. En 2018 todo el archipiélago nipón perdió habitantes con la excepción de la capital, regiones colindantes y otras tres grandes ciudades (Osaka, Nagoya y Fukuoka).