Es historiador, escritor, cronista oficial de Cuenca y recientemente ha publicado su cuadragésimo tercer libro. En La barbería de Mauthausen, Miguel Romero aprovecha el 75 aniversario de la liberación de los españoles que sufrieron el cautiverio en el campo de exterminio nazi para homenajear a cuantos fueron abandonados a su suerte, sobrevivieron al horror y rehicieron su vida con entereza en busca de la libertad.
¿Cómo se apaña para ser un escritor tan productivo, con tantos y tantos proyectos que lleva al mismo tiempo a cabo?
Aprovechando el tiempo al máximo. Lo he dicho muchas veces, creo que si te sabes organizar bien y te respeta tu capacidad física y mental, puedes llevar a cabo muchas, pero que muchas cosas. Afortunadamente he sido capaz y, de momento, sigo siéndolo de trabajar unas horas diarias, para escribir, investigar y redactar, y luego mantener mi red social en reuniones, puesta en valor de proyectos para la ciudad, a la que me siento fielmente volcado en cuerpo y alma, como cronista oficial y como conquense amante de la cultura.
¿Cuánto tiempo le ha costado preparar esta novela? ¿Cómo se ha documentado e investigado para poder escribirla?
La pandemia, que tan mala es y sigue siendo, me ha permitido extraer alguna bondad. Durante el largo confinamiento, pude terminar un proyecto que tenía desde hacía varios años. Trabajar sobre una parte de nuestra historia negra, de esa que prefieres olvidar pero que aún mantiene viva la desesperanza de quienes la vivieron, de sus protagonistas directos y de los indirectos, como son sus familiares más próximos.
Había tenido la oportunidad de conocer a algún descendiente y tuve la oportunidad de sacar entrevista de algún protagonista vivo, analizar la situación del contexto histórico pasado y presente, por visitas mías, documentos de apoyo, periodistas que habían compartido diálogo y conocimiento in situ y, todo ello, me empujó a sacar a la luz este trabajo, duro pero real y sobre todo, documental y testimonial. La pandemia y el cumplirse el 75 aniversario de su liberación me lo puso en valor.
¿Es ‘La barbería de Mauthausen’ una novela histórica, documentada con personas y familias que vivieron aquel terrible holocausto, o tiene también parte de ficción?
No tiene nada de ficción porque no es una novela, sino una investigación documentada y testimonial. Cierto es que tiene cuatro partes muy claras y diferenciadas: una primera que justifica el por qué de escribirla; una segunda, didáctica cien por cien, fácil de leer y de entender para que el lector, joven o menos joven, contextualicé el momento; siempre es bueno refrescar la memoria histórica; una tercera, algo más densa y específica porque es biográfica de diez protagonistas elegidos entre los dos mil doscientos supervivientes; y por último, la más extensa, que es la breve novela o exposición narrativa de su historia vivida, cruel pero con esos toques de alegría que supondrá su liberación, su vuelta a la vida libre, su resurgir entre la tortura constante, el miedo a la muerte y su recuperación de la dignidad. No hablo de muertos, sino de vivos, de esperanza y de recuerdos dados por ellos, porque su historia ha de servir como ejemplo de tenacidad y constancia ante la injusticia.
¿Cuántos españoles fueron encarcelados en los campos de concentración nazis según los historiadores y los registros?
Los registros de entidades y asociaciones dedicados a estos temas hablan de unos 9.200 españoles republicanos, el número de los que pasaron a campos de exterminio nazi; pero también había que contar esos otros españoles divisionarios que vivieron otro cautiverio en esos campos de trabajo y supervivencia soviéticos, acabada la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, amén de las ideas, eran españoles vejados, torturados y eliminados en muchos casos. De esos 9.200 españoles republicanos, unos 7.200 fueron al campo de Mauthausen en Austria, llamado por ello «el Campo de los españoles» y de ese número sobrevivieron algo más de 2.000, cuando los ejércitos norteamericanos llegaron en mayo de 1945 a liberarlos.
Dice en su sinopsis que relata una reseña biográfica de supervivientes. ¿Alguno de ellos era conquense?
He elegido 10 directos, como número escogido para las biografías que componen esa parte tercera del trabajo. En algún caso, por afinidad a sus familias, en otro por el objetivo elegido como meta final: hablar de los barberos o peluqueros; y luego, creyendo que con ello, acogía la variedad de origen, de pensamiento y de singularidad. En el Anexo hablo de otros dos para llegar a esos doce –curiosos por vida y final– y por último, de algún específico caso de renegado o kapo de campo.
Por supuesto, aunque hubo muchos conquenses en los campos de exterminio, la mayoría fueron exterminados, mientras que como supervivientes son escasos los conocidos. En esta ocasión, he elegido a uno originario de Valdemeca, por su vinculación a esa actividad de peluquería que desarrolló en el campo y que le salvaría la vida. Luego, castellano manchegos y, el resto, de todo el territorio nacional.
¿Por qué su novela se centra en la barbería y el oficio que empleaba a los españoles en el campo de concentración?
El título no está elegido al azar. Es una clara alegoría de la vida. Aquellos españoles que tuvieron la fortuna –por casualidad de la vida– de tener conocimientos o práctica de peluquería, fueron afortunados porque, además de recibir ciertas atenciones por los vigilantes del campo, salvaron sus vidas. Entre 10 y 12 fueron peluqueros de barracón y algunos, además, peluqueros de la ‘SS’ y de señoras de mandos alemanes. Casi nunca maltratados físicamente por la necesidad de su servicio, aunque todos, maltratados mentalmente por su condición y vejación de presos, de animales en el trato y de hombres sin condición humana.
Salvaron sus vidas, estuvieron unidos en esa vida del campo durante los cuatro largos años de cautiverio, ayudaron a otros a salvar sus vidas y mejorar su trato, creyeron en la esperanza de vivir y tuvieron la fortuna de rehacer sus vidas llegando hasta una vejez digna, a pesar de que nunca podrían olvidar aquel cruel tiempo. Los miles de prisioneros –judíos, rusos, polacos, ingleses, homosexuales y españoles– que llegaban cada semana a aquel complejo de campos: Mauthausen-Gusen, recibían como primera medida la desinfección y, por tanto, el rasuramiento completo de su cuerpo, total y de arriba a abajo, por expertos en la práctica a los que luego acudirían para recibir alguna ayuda.
Huyeron de España una vez finalizada la Guerra Civil, fueron apresados en Francia, cautivos por la Alemania nazi y sufrieron el horror en los campos de concentración de Mauthausen de Austria. ¿Estaban los españoles hechos de otra pasta?
Es cierto que el español está hecho de otra pasta. Después de tantas guerras sufridas, siempre el país se ha vuelto a rehacer; el español ha sabido sufrir y levantarse. Y cuando le ha ocurrido fuera, dio ejemplo de tenacidad, sufrimiento y supervivencia. No hay duda, me siento muy orgulloso de ser español. Tal vez, tendrían que ser ellos mismos los que nos pudieran explicar cómo fueron capaces de vivir en la esperanza cuando estaban inmersos en la desesperanza. No encuentro explicación de cómo poder sobrevivir a tanta crueldad y tantos constantes peligros y torturas, brutales, crueles, inexplicables e increíbles.
Varios colectivos republicanos y partidos políticos de la capital han solicitado que se cree un memorial en recuerdo de los conquenses deportados a campos nazis. ¿Qué piensa de tal idea?
Yo creo que habría que crear un memorial para el español –conquense en este caso– testigo de la esclavitud, de la ausencia de libertad, de la pérdida de dignidad humana, de la vejación y de la tortura por causa de sus ideas, de su forma de pensar, de su ética y de su expreso deseo. Nadie tiene derecho a atentar contra la vida de otro, nadie, ni hay causa ni la habrá ni hay condición potestativa ni razón alguna, como no la hay para el autor de violencia de género ni para el homófobo o el xenófobo ni para nadie que veje, viole o dañe la dignidad o el derecho de persona.
Hay quien piensa que las guerras del pasado no deben «removerse». Otros opinan que es necesario contar lo que pasó para que no vuelva a ocurrir. ¿Cuál es su postura?
Yo he sido y soy, por vocación, profesor de Historia y ello me ha condicionado mi «posible deformación profesional» para creer en la objetividad del pasado –reconozco que eso es muy difícil de conseguir por la propia subjetividad del ser humano–, pero en el intento siempre he estado y, por ello, siempre he procurado que todos aquellos acontecimientos de nuestro pasado histórico, fueran de la idea que fueran, salieran a la luz en los planes de estudio para que los alumnos lo conocieran y supieran valorarlos con arreglo a su madurez. Guerras civiles, procesos guerrilleros, crueles situaciones, ideologías contrapuestas, errores políticos, crímenes ideológicos, etc. Por eso, he querido volver a recordar –aunque muchos no quieren que el recuerdo del pasado aflore, como bien apuntas– aquello que mal estuvo para que las nuevas generaciones sepan lo que no deben volver a apoyar ni permitir ni corresponder; y sobre todo, ahora porque vuelve a renacer un radicalismo incomprensible en este mundo globalizado lleno de respuestas negativas, cuando la modernidad es un beneficio.
¿Hay felicidad y alegría en este trabajo tan cruel y duro?
Aunque este trabajo está basado en la tristeza de un drama, tiene sus momentos alegres, donde el corazón del «desgraciado» puede volver a sonreír cuando la miseria se trasnocha en esperanza y realidad. Todos los que sobrevivieron a la matanza de Mauthausen encontraron en su nueva etapa, una ilusión por mantener intactos sus deseos. Los pocos que pudieron encontrar a sus parejas en tiempo de preguerra, en gran parte la mayoría jóvenes, unieron sus corazones después de tanto drama y separación, pero la mayoría, con tiempos nuevos, encontraron la persona que supo darles la felicidad perdida, ayudar a reencontrarse como personas donde la dignidad debería volver a formar parte de su integridad humana. Quizás, faltó que la sociedad y las instituciones fueran consecuentes con la deuda que tuvieron ante ellos. La mayor parte de mis protagonistas vivieron un tiempo feliz, en compañía de sus esposas, con hijos, y tuvieron la fortuna de encontrar trabajo, especialmente en Francia. Algunos marcharon a Latinoamérica y otros regresaron, después de la transición, a España; curiosamente, murieron a una edad avanzada a pesar de haber sufrido tanto, incluso uno de ellos ha muerto hace algo más de un mes, con 101 años, cuando acababa de recibir un homenaje nacional que ha de servir de enseña para todos ellos. Por último, dar las gracias a la confianza y apuesta de la Ediciones Hades de Castellón y a su editor José Luis Victoria y, también, a mis lectores tan fieles, porque en dos semanas el éxito en venta y crítica está siendo total.