La ciudad que nunca fue

José Luis Muñoz
-

La ciudad que nunca fue

Ya dejó escrito Luis Calvo (por tantos motivos querido y recordado amigo) que esta de Cuenca es «la tierra que más proyectos genera por año y cada vez está más lejos de aquellas que a fuerza de imaginación e iniciativas públicas y privadas, han alcanzado niveles envidiables con menos elementos de partida», escribía en 2011 y unos meses después, en otro artículo, recordaba con cierto gracejo algunas de las  disparatadas y absurdas ideas que a algunos personajes se les ocurren en momentos de subida de tensión electoral. «Desde aquel hotel de superlujo ideado por José Domínguez en la ribera del Júcar, que se iba a llamar Sierra Barrancos hasta la 'racionalización del tráfico urbano' actual, pasando por el lago que proyectó la corporación de Jesús Moya en la llanada de Embid; la Casa de los Artistas; los ascensores a la parte alta que propuso ya Sebastián Cano (1952); el teleférico de hoz a hoz, proyectado por José Luján García (1972)».

Las fantasías, en forma de falsas promesas, corresponden a todas las épocas, sin excepción, de manera que no sería justo atribuirlas en exclusiva o en mayor número a dictaduras o democracias, el siglo pasado o el actual, aquel alcalde o el que vino después o el que estaba en otra acera. Con las cosas de unos y de otros se podría hacer un libro de curiosidades que, puestas todas juntas, y llevadas a la práctica, por supuesto, nos harían tener ahora una ciudad totalmente diferente a la que es, de manera que bien se puede decir que en los papeles podemos encontrar la ciudad que nunca fue.

Del inmenso listado de curiosidades que tengo anotadas, voy a comentar aquí algunas que me llaman especialmente la atención. Como, por ejemplo, un acuerdo de 1918 en que los concejales deciden, por unanimidad,  fijar en el presupuesto del año próximo la cantidad de 30.000 pesetas para comenzar las obras de un Palacio Municipal e incluir otras 1.500 pesetas para un proyecto de tranvía. Unos días más tarde, el tema merecía un tratamiento jocoso en los versos de El Tío Corujo: Con risueño aspecto / camina el proyecto / del Palace del Pueblo / o municipal. 

En los años posteriores a la guerra civil, cuando empezaba la reconstrucción social y económica, aparecieron en el horizonte sueños turísticos que encontraban una deficiente infraestructura de servicios, por lo que ni corto ni perezoso, el Ayuntamiento decidió tomar el rábano por las hojas y comenzó la tramitación para construir un hotel municipal, que se evaporó de la carpeta de proyectos a la vuelta de cuatro días (1957). Claro que no se quedaban atrás quienes planearon la nueva iglesia de San Esteban, que cuando esté terminada tendría viviendas, salón de actos, otras dependencias y un claustro interior que unirá la Plaza del Generalísimo con el parque de San Julián (1960).

Pero si hay un apartado especialmente generoso a favor de las más insólitas propuestas, ese es el educativo, como el acuerdo de la Diputación para implantar una Escuela de Comercio, para la que incluso se convocaron las plazas de profesores (1890) o la iniciativa del Ayuntamiento para ceder el edificio de El Carmen con destino a una Escuela Politécnica (1905) que a continuación se transformó en el Colegio de Huérfanos del Profesorado Español, con todos sus grados (1923) y ya en épocas más modernas, la delegación provincial de Sindicatos puso manos a la obra de instalar en Cuenca una Escuela de Capataces Forestales (1955), que fue seguida pocos años más tarde del anuncio de una Universidad Juvenil de Verano, que llevaría el nombre de Gil de Albornoz a la vez que la delegación nacional de Juventudes ponía en marcha un proyecto sumamente ambicioso, el Estudio Superior de la Juventud, cuya sede permanente quedaría instalada en Cuenca (1963).

Dando un salto en el tiempo, podemos llegar a 1985, cuando el presidente Bono y José Luis Coll acordaron crear en Cuenca un Museo del Humor, encomendando ambos la gestión concreta del invento al consejero de Cultura, José María Barreda o al anuncio de que la Semana de Música Religiosa tendrá una orquesta permanente, según se informó públicamente al presentar la edición de 1995. A lo que sigue una simpleza de marca mayor: la sala de exposiciones del Centro Cultural Aguirre albergará una colección permanente del Museo del Prado, según declaraciones del concejal de Cultura (1996). Y ya en el terreno del esperpento podemos recordar aquí el anuncio de quien era concejal responsable de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Cuenca, al informar con todo lujo de detalles que «Cuenca tendrá la fuente cibernética más moderna de Europa», que incluiría «un espectáculo de música, color, sonido y agua», durante los fines de semana, por las noches, para animar a los turistas (1998). Claro que para juego, el que ha dado el proyecto de Museo Municipal de Arte, cuya constitución oficial quedó formalizada en 1922 sin que un siglo después nadie se haya acordado de preguntar por su etérea existencia. Rincón de olvidos donde se estará compartiendo tertulia con el Palacio de Congresos que nació a la vida de las utopías el 4 de abril del año 2003.

Entre ese riquísimo repertorio de fantasías nunca realizadas hay una verdaderamente llamativa porque no se trató de una idea concreta y singular, sino de todo un plan de renovación y modernización de la ciudad. Lo elaboró y presentó en 1955 quien era entonces arquitecto municipal, Eduardo Torallas incluyendo una serie de observaciones ciertamente interesantes y que podrían ayudarnos a pensar en la fugacidad del tiempo perdido, como cuando propugna la «conservación y defensa de la zona del casco antiguo con establecimiento de medios de locomoción frecuente» o, ya en referencia al centro cuando diseña unos planos que le dan a la ciudad una vuelta como de tortilla, rectificando calles y creando, dice, una plaza representativa con el derribo del mercado después de crear uno nuevo. Pensamiento que Torallas representa gráficamente con el grabado que acompaña a estas líneas, referido a la nueva Plaza Mayor en la parte moderna, donde también quedaría ubicado el nuevo Ayuntamiento y que viene a representar a la perfección esa ciudad que nunca fue y con la que todavía podemos soñar.