Honores al Rey Alfonso VIII

Redacción
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Cuenca rememora la esencia de las fiestas de San Mateo y vive una intensa última jornada, en la que la lluvia respetó las celebraciones

Honores al Rey Alfonso VIII

La frase «el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla» es una de las sentencias populares más asentadas y sienta cátedra cada vez que resuena en cualquier foro porque ahonda en las raíces más profundas de una sociedad. No exactamente en esos términos, pero sí en otros muy parecidos, podríamos concluir que cualquier pueblo que se precie debe honrar la memoria y ensalzar las obras de aquellos que les han precedido en el tiempo y que, en cualquier disciplina o materia, han hecho de Cuenca –que es el caso que nos ocupa– la ciudad que conocemos hoy. Algunos de esos personajes resultan trascendentales en nuestra historia. Seguramente, uno de los más importantes es el Rey Alfonso VIII, aquel al que cada 21 de septiembre esta ciudad honra por la gesta lograda en 1177. 

Fue día festivo en Cuenca, lo que animó la participación de los conquenses en todas y cada una de las actividades programadas como cierre de las fiestas de San Mateo. El tiempo, con la amenaza constante de la lluvia, eso sí, lo terminó permitiendo en líneas generales, ya que las nubes aguantaron sin precipitar.

El acto central fue la misa en la Catedral. A continuación, la Corporación municipal, demás autoridades, peñas mateas y Banda de Música llevaron a cabo la ofrenda floral en la estatua ecuestre de Alfonso VIII. Previamente había tenido lugar la devolución del Pendón del rey a la Seo conquense desde el Ayuntamiento, a cargo del concejal más joven, Mario Fernández. El día alzó el telón con un pasacalles de gigantes y cabezudos acompañados por el grupo de dulzaineros Tiruraina.

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Como día grande que era, además del habitual toro de fuego, de los pasodobles en los arcos del Consistorio, de las actividades infantiles en Plaza de Mangana y de la verbena –en este caso a cargo de la orquesta Zona Azul–, la jornada matea fue más especial si cabe al haber dos sueltas de vaquillas enmaromadas. Una a las doce del mediodía y otra a las cinco de la tarde. De esta forma, los más valientes y rápidos corredores pudieron despedirse por todo lo alto y por partida doble hasta el año que viene. Ya queda menos, pensarán algunos...