Daniel Miller, un niño de siete años, desapareció en Staten Island en 1981 sin dejar rastro. ¿Qué conexión puede tener con el hallazgo de un cadáver con los labios sellados en 2011? La intrépida periodista Miren Tiggs, a quien la actriz Milena Smith puso cara ya en La chica de la nieve, hilará fino para hallar los vínculos.
Recupera el personaje de Miren Triggs, que tantas alegrías le ha dado, pero este es el capítulo de cierre tras La chica de la nieve y El juego del alma. ¿Por qué termina con algo que funciona?
Aunque sepas que algo funciona yo creo que también hay que saber despedirse. Para mí sería muy fácil escribir cinco libros más, pero en realidad yo creo que cada historia tiene su ritmo, su tiempo, y cada personaje su ciclo, y el de Miren culmina de una manera muy buena que yo creo que va a entusiasmar a todo el mundo. Me ha costado un montón escribir este final... Es como dejar una relación que funciona pero de la que necesitas pasar página para buscar otra cosa que te ilusione mucho más.
Serán pocos los que no le pongan ya a Miren la cara de Milena Smith, que, por cierto, está grabando El juego del alma. ¿Cómo ha condicionado este boom audiovisual la escritura?
Yo tenía la historia planificada antes incluso de que se publicara La chica de la nieve. Lo pensé todo como en 2019 y, prácticamente, no ha cambiado casi nada desde aquel momento salvo los matices, el detalle de algunos giros... pero lo que es la estructura de la historia es la misma.
Obviamente, hay mucha gente que ya lo leerá poniéndole la cara de Milena a Miren, pero es que ella es justo como yo me imaginé al personaje, así también es bonito
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¿Y cómo se ha ido macerando la historia con el tiempo?
Miren tiene que resolver su dolor personal de tres maneras diferentes en tres libros distintos y a lo largo del tiempo yo también la he ido comprendiendo más, entendiendo su psicología mucho mejor y he podido indagar en sus heridas personales, el cómo reacciona ante determinadas cosas... Eso sí cambia un montón. Llega un punto que tienes a los personajes tan dentro que sabes cómo reaccionarían ante una frase mal dicha o ante una injusticia.
Todos sus libros tienen una intensa exploración de las emociones, ¿cuál ha sido su intención en esta historia, que finalizó entre lágrimas?
En esta última historia sobre todo hay una emoción particular y es cómo afrontar un dolor o trauma que te destroza por dentro. Todos estamos formados por los fragmentos de las historias que queremos olvidar y esa premisa es la que está dentro de los tres personajes principales. Miren porque quiere olvidar la agresión sexual que sufrió cuando estaba en la universidad, Miller porque quiere pasar página de lo que le sucedió a su hijo al desaparecer 30 años antes y Jim porque echa de menos la relación que tenía con su mujer y con su hija y siente que su vida no es la que él soñó.
Hay un mensaje muy poderoso dentro de la novela y es cómo afrontamos ese pasado que nos marca y no podemos olvidar, así que generalmente lo moldeamos para adaptarlo. Pero hay que estar abiertos a mirar de frente a ese pasado para pasar página al tiempo que se mira hacia adelante.
Es que, a veces, es casi más importante lo que queremos olvidar que lo que recordamos...
Tal cual. Y yo creo que deja más cicatriz. Muchas veces nos cuesta aceptar cuánto nos marcan las cosas difíciles que nos han pasado, nos negamos a aceptar que nuestros traumas nos definen y lo hacen hasta más que las cosas buenas.
A modo de pincelada argumental, la periodista Triggs y su antiguo profesor, Jim Schmoer, tratan de esclarecer qué vínculos hay entre desaparición del niño Daniel Miller en Staten Island en 1981 y el hallazgo de un cadáver con los labios sellados en 2011. Usted dice que habla de tus propios miedos. ¿Dónde los encuadramos aquí?
Mi mayor miedo es que les pase algo a alguno de mis hijos o a alguien de mi familia y en esta novela están muy presentes ambos temores. Pensar que puede desaparecer uno de mis pequeños y nunca más saber de él es como una pesadilla. El otro miedo está más entre líneas. Miller empieza a investigar lo que le pasó a su hijo cuando a su mujer le detectan un cáncer y se da cuenta de que no le ha dado respuesta al gran misterio de su vida. Yo también tengo miedo a la soledad, a que le pase algo a alguien cercano a quedarme solo y tenerme que enfrentar a la vida solo. Soy una persona muy familiar y esos temores que tiene Ben Miller en realidad son mis miedos más primarios.
Precisamente, le iba a preguntar cómo le afecta ser padre de tres criaturas a la hora de escribir sobre algo tan traumático como la desaparición de un hijo sin explicación.
Muchísimo.Además es que soy capaz de ponerme en esa piel, puedo imaginarme la fuerza de mi voz con la que llamaría mi hijo y los gritos con los que se me desgarraría la garganta. Ser padre me ha hecho comprender las emociones más primarias y más puras.
¿Y lo de escribir con tres pequeños merodeando?
Aprovecho cuando no están en casa y cuando están, pues me dedico a las cosas que no requieren tanta atención, pero es muy divertido porque a lo mejor estoy sentado en el ordenador y vienen cada poco rato y me ofrecen una chocolatina, me traen fruta... Van buscando excusas para interrumpirme y juegan a cocinar y me traen tortitas mal hechas o unas tostadas quemadas... Pero me parece muy bonito que ellos crezcan rodeados de libros y de creatividad. Quiero que aprendan el poder que en realidad tiene la imaginación, enseñarles que no hay límite a lo que puede suceder en su cabeza.
Gracias por la importancia que le da al periodismo en sus libros...
En una época en la que el más poder está metiendo las manos cada vez más en el control de la información hay que reivindicar el periodismo puro en que lo único que le importa es contar la verdad sin importar a quien moleste.