Palmas al viento y apoteosis nazarena

J.L.E.
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La procesión del Hosanna abre con brillo y esplendor la Semana Santa y llena las calles para celebrar la entrada triunfal de Jesús

Palmas al viento y apoteosis nazarena - Foto: REPORTAJA FOTOGRÁFICO: Elena Abarca

La procesión del Hosanna, con sus palmas y ramas de olivo, es un símbolo de alegría. Representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y con esa emoción se vivió el primero de los desfiles de la Semana Santa conquense. A las nueve y media de la mañana, con puntualidad exquisita, los tres aldabonazos de rigor en la puerta de la iglesia de San Andrés dieron paso a la procesión del Domingo de Ramos. 

El desfile se inició rodeado de mucha expectación y cierta incertidumbre entre el público por las previsiones meteorológicas. Sin embargo, la procesión del Hossana enmudeció a la lluvia y congregó a mucha gente a medida que avanzaba hacia su destino. La Plaza Mayor, repleta de gente, como en tantas ocasiones en el Domingo de Ramos, recibió con júbilo, alegría y palmas al viento a la procesión del Hossana. 

Los primeros redobles de tambores de la Semana Santa, junto al olor a incienso y el repique de campanas, alegraron los corazones de nazarenos y público desde que los pasos de la Hermandad de Jesús Entrando en Jerusalén y la Virgen de la Esperanza comenzaron su desfile procesional hacia la Catedral. 

La Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías abrió el desfile de capuces, palmas, horquillas y cruces en este esperado recorrido por las calles de Cuenca. El alcalde, Darío Dolz, y los miembros de la Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías, con Jorge Sánchez Albendea, caminaron tras la imagen. Y a sus espaldas, la Banda de Música de Cuenca.

La bajada por la calle del Peso, Solera y Alonso de Ojeda llevó a la procesión a su emotivo encuentro con las Madres Concepcionistas  frente al convento de la Puerta de Valencia. Las hermanas, ante numeroso público, interpretaron sus cánticos de oración. Tras recorrer Carretería y cruzar el puente de la Trinidad, la comitiva vivió otro de los momentos más emotivos de la procesión del Hossana. Fue en San Felipe Neri, donde el obispo, Monseñor Yanguas, llevó a cabo la bendición de palmas y ramos de olivo.

A pesar de portar los pasos cuesta arriba por Alfonso VIII, parecía que no era así. La entrada en la Plaza Mayor era la recompensa apoteósica que esperaba a la hermandad. En una plaza abarrotada, con multitud de personas por todos los alrededores, La Borriquilla y Nuestra Señora de la Esperanza pusieron fin a su viaje desde San Andrés. Fue la primera jornada de reencuentros, fervor y fe, que se repetirán en los próximos días.