Mientras a mi lado pasa, elegante, la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, con su corte y los aduladores que la envuelven, de blanco vestida, como un ángel, me atrevo a escribir estas enojadas líneas, pues bien lo merecen los canallas de la casta política que ahora nos arrebatan el poder, nuestro, según debiera ser en una democracia.

Estoy en una honorable institución cultural de Iberoamérica, el Ateneo de Madrid, lugar, todavía, de libertades. Y si el título parece ofensivo, más duro es lo que sucede con los ofendidos, ya que no se trata de increpar a esa elegante comunista, antes aludida, sino de denunciar lo que con nosotros hacen. Cuando un partido gobierna haciendo lo contrario de lo prometido está estafando al pueblo que le votó y por tanto robó el poder.

Pero no solo la democracia ha sido secuestrada, sino también nuestros dineros, y no solo por quienes pudieran ser corruptos o no, sino por cómo invierten lo que de los impuestos nos sustraen. La declaración de la renta hará este año que la clase media española pague más de la mitad de su sueldo al Ministerio: trabajar más de seis meses del año para el Gobierno, y que luego lo desperdicie. Derroche en una época en que muchos se ahogan con deudas es vergonzoso. Podría incluso entenderse como crimen que por favorecer los requisitos de catalanes o vascos la inmensa mayoría de los españoles tenga que pagar 17 millones de euros que costará adaptar los pinganillos y el sistema de traducción en el Congreso. La mayoría a esto se opone, cuando todos hablan perfectamente castellano y es la lengua de comunicación común desde hace ya siglos. Innecesario, otro símbolo estúpido, para ganarse los apoyos electorales de quienes odian a España y quieren desmembrarla. Con ese dinero se podría hacer un centro de salud y costear dos colegios, pero prefieren tirarlo en un sistema de traducciones completamente innecesario, como también sucede con muchos transministerios degenerados en funciones locas, que perjudican incluso a quienes desearían ayudar, pues la ideología es lo que importa, no lo que quiera el pueblo.

Déspotas que ni siquiera son ilustrados, basta ver cómo muchos que maman de las ubres estatales con diversos cargos son necios mayúsculos en lo que gestionan y deshacen. España es el país de Europa que más aumentó la presión fiscal, para alimentar a haraganes que cuando algo hacen, lo hacen mal, pues no saben o son creyentes fanáticos en ridículos ideales. Los problemas serios no saben arreglarlos: el problema del coste de la vivienda, la criminalidad en alza, una inmigración descontrolada, trabajos miserables, natalidad y futuras pensiones, sanidad, pueblos vaciados... Sigue desapareciendo la clase media, que daba estabilidad al país, pues todo es cada vez más precario y nos vamos proletarizando. ¿No sería mejor distribuir riqueza que pobreza?