En la etapa escolar, todos los niños tienen multitud de asignaturas, como Lengua, Matemáticas, Inglés o Ciencias, pero siempre que se les pregunta cuál es su momento preferido, todos al unísono responden lo mismo: el recreo. Después de levantarse obligados de la cama, algunos acuden medio dormidos a la escuela y ven pasar las horas deseando que sonase el timbre para poder bajar al patio a divertirse y socializar con sus compañeros de clase, jugar a la pelota, al escondite o simplemente a pasar un buen rato con sus amigos.
El recreo siempre ha sido sinónimo de disfrute, y más aún cuando se es niño, por lo que a cualquiera que le preguntes qué siente cuando llega el recreo, le sale una sonrisa delatora e inocente.
El colegio Melchor Cano decidió hace un año que este momento también podía ser una fuente de inspiración para el aprendizaje de los pequeños y, gracias a su profesor David López, apostaron por hacer de este momento uno más para poner a prueba ese equilibrio entre lo físico y lo mental y ofrecer una alternativa a los deportes practicados habitualmente. «Un antiguo amigo y yo teníamos juegos de ingenio de pequeños y se nos ocurrió la idea de pensar a lo grande, así que él construyó los tableros para otro tipo de eventos, pero con el tiempo decidió prestármelos a mí para el colegio y que los niños pudiesen disfrutar de ellos», confiesa López.
Todos los lunes, miércoles y viernes a las 11,15 suena el timbre y David López comienza a sacar, con ayuda de unos pocos voluntarios, los diferentes juegos para disfrutar de una hora del recreo un tanto diferente. López explica que «los saco tres días porque así los niños no se cansan tanto como si los sacase a diario y que ellos también varíen las experiencias en cada recreo».
Los niños de Primaria del colegio Melchor Cano disfrutan de un recreo diferente con juegos hechos de madera. - Foto: A.F.David López decidió sacarlos solamente para los recreos de los niños de Primaria, ya que son los que, mayoritariamente, están a su cargo en los recreos, aunque alguna vez también los saca a los de la ESO. «A los mayores este recreo les pilla en el cambio de clase y cuando ven a los pequeños jugando se quieren sumar. Con los de Infantil dejé de sacarlos porque los tableros y los materiales corren serio peligro y es incontrolable», indica.
Orígenes medievales
Los desafíos a los que se enfrentan los benjamines son varios. Desde el futbolín magnético; un cuatro en raya tamaño XXL; las carreras de tortugas, en las que deben guiarlas hacia la meta enrollando un tubo; el queso rodante, que consiste en conseguir la máxima puntuación soltándolo y midiendo la fuerza, pero con cuidado, porque después del 10 está el 0; el laberinto, en el que los chicos deben demostrar paciencia e ingenio para subir la pelota por la pared, pero esquivando los agujeros a lo largo de ésta hasta hacer sonar el ansiado cascabel.
Los niños de Primaria del colegio Melchor Cano disfrutan de un recreo diferente con juegos hechos de madera. - Foto: A.F.Pero el juego estrella, el que más gente concentra, el que más competitividad genera y mas diversión provoca entre los pequeños es, sin duda, el pase trape. La dinámica es sencilla: dos lados de la mesa divididos por una pared con una puerta en medio, cada jugador dispone de cinco discos y deben meterlos al campo contrario. El que se quede sin discos y cuele todos en el campo del contrario, vence. «Se forman colas alrededor de las mesas, por eso hay varios (tres). Aunque también he de decir que todos respetan su turno y se organizan estupendamente», subraya López.
Casi todos estos juegos se pueden encontrar en ferias medievales, aunque, sin duda, son muy válidos para ofrecer en un centro escolar una alternativa a los típicos juegos de correr o de meter goles y canastas. Además, estas pruebas aportan a los niños unas habilidades que pueden servirles en su desarrollo personal, fomentar una cohesión social y, por supuesto, una rivalidad sana y una concentración útil para su futuro y para sus demás obligaciones. Pero eso es hasta las 11,45. Después, suena el timbre, vuelven a guardarlo todo en su sitio y para clase de nuevo.
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