No era habitual que las mujeres en aquella época tuvieran cargos en el ayuntamiento ni en ninguna institución que otorgara protagonismo político o poder. A pesar de que la República supuso un avance en los derechos de las mujeres, eran pocas las que se atrevían a ocupar los puestos detentados históricamente por los hombres. Hacía solo seis años que la abogada y diputada a Cortes Clara Campoamor había conseguido que el Parlamento votase a favor del voto femenino con una gran oposición por parte de sus compañeros republicanos, que la expulsaron del partido.
Y si en las ciudades esto era así, entre la población rural, la irrelevancia política de las mujeres era todavía mayor. De hecho, no fue hasta 1938, siete años después de instaurada la República, cuando apareció la primera mujer concejala en Villaescusa de Haro. La primera y la única durante un largo periodo de tiempo, hasta acabada la dictadura de Franco y después de transcurridas varias décadas de democracia.
Esta mujer valiente, que se atrevió a ocupar un puesto de poder en una época tan convulsa como era la de la guerra civil, se llamaba Blasa Ruiz Mena, estaba casada y tenía, por entonces, siete hijos pequeños (después tendría cuatro más). Por si no tenía bastante trabajo con el cuidado de su familia y el cultivo de la tierra, su cargo en la corporación municipal le añadió más obligaciones. Una de las tareas que le tocó hacer en aquellas circunstancias tan penosas de guerra fue la de recoger alimentos para enviarlos al Frente donde los soldados del pueblo, que luchaban contra los sublevados, estaban pasando hambre. Blasa, acompañada de otras mujeres, cumplía con su obligación de requisar los productos alimenticios que los vecinos escondían en sus casas, incumpliendo la orden de entregarlos para alimentar a las tropas. Revisaban las despensas, las bodegas y hasta introducían ganchos entre los montones de trigo no fuera que la gente escondiera allí los jamones o las garrafas de aceite.
En la situación de penuria que se vivía, sin hombres que cultivaran la tierra porque estaban en el frente, sin mulas ni caballos porque se los habían llevado a la guerra, con los graneros y las despensas vacíos, la gente guardaba lo poco que tenían para alimentar a su familia, sin importarles que los soldados tuvieran o no comida. A los únicos que les importaba que no pasaran hambre eran a las madres de esos soldados, y a las novias o esposas como Blasa.
Blasa Ruiz MenaAl finalizar la guerra, a otras que hicieron lo que ella en otros pueblos, las raparon. Las pelaron a cero para humillarlas y que sintieran vergüenza de salir a la calle. Aquí, afortunadamente, tuvieron más conciencia, y menos venganza. Hubo un falangista que se opuso a esa vergonzante represalia machista y no se rapó a ninguna mujer.
Blasa Ruiz, como los demás vencidos en la guerra, fueron señalados como enemigos del Glorioso Movimiento Nacional Católico Tradicionalista y de las JONS que se levantó en armas. Su nombre apareció junto al de sus compañeros de la corporación municipal como desafectos al Régimen, en la lista de encausados para la Instrucción de la Causa General.
En este documento, junto al nombre de cada uno de las personas que formaron la Corporación municipal durante los años comprendidos entre 18 de julio de 1936 al 29 de marzo de 1939, principio y fin de lo que el escrito llama «periodo de dominación marxista», se notifica el cargo que desempeñaba, se calificaba su conducta entre buena, mala, mediana o regular y se notificaba el lugar en que se encontraban en ese momento. De los clasificados con conducta mediana o mala, se nombra a los que se encuentran huidos en Francia; al que se supone que falleció; a los presos en el seminario eclesiástico de Uclés, habilitado como prisión o campo de concentración, del que sacaban por la noche para fusilarlos a los condenados a muerte (entre ellos algunos de Villaescusa); a los que están en Libertad Provisional, o «los que están en esta villa». Con esta última frase se describe el destino que le corresponde a Blasa.
Me cuentan que cuando llegaron las órdenes de arresto para la mayoría de la Corporación municipal, ella, la única mujer, que siempre había defendido la igualdad de derechos y deberes, mantuvo sus principios y reivindicó esa igualdad también en las responsabilidades políticas. No le hicieron ningún caso. Pedía que la detuvieran a ella también, junto a sus compañeros.
Un alma caritativa dijo: ¿Y quién se va a hacer cargo de los chicos si se llevan a Blasa a la cárcel.
La nueva corporación del ayuntamiento le ordenó que se fuera a su casa. Lo hizo y puso una tienda para sacar adelante a la familia, mientras su marido estaba en la cárcel.