En el caminar nazareno los primeros pasos son titubeantes, pero decididos, con ilusión en la mirada y la sensación de la libertad acariciando cada pequeño avance que marca una vida en la que la devoción del caminar no cesa. Cada piedra que se atraviesa en ese andar, cada pequeño obstáculo que salvamos es el reflejo de lo que será nuestra vida, y como quizá el mayor reto que tenemos desde que empezamos a caminar en el sendero de la fe es saber hacia dónde encaminar nuestros pasos y mantener la ilusión con la que comenzamos todo. Esa ilusión es la que nace con la pequeña Elena Calzada cada Martes Santo antes de acompañar a María Santísima de la Esperanza en su desfilar. Su padre, José Manuel Calzada cuenta cómo «le brillan los ojos» cuando se acerca la Semana Santa, el modo en que quiere estar presente en cada detalle y preparativo, como cuando la pequeña les pide «ir a ayudar a colocar las flores de la Virgen, dándoselas a Rafa Díaz y participando con un cariño y un cuidado inmenso en las labores de la hermandad».
Labores en las que también participan Lucía y Rocío Iañez, dos pequeñas que han nacido con plena consciencia de lo importante que es la implicación en la hermandad gracias a una familia que no ha dudado de poner su tiempo, su cariño y su esfuerzo a servicio de la pasión. Cristina, su madre, es la camarera de la Virgen de la Esperanza y su padre pertenece a la directiva de esta misma hermandad realizando diferentes labores como la difusión de las actividades y actualidad a través de las redes sociales. Rocío y Lucía, que participan en su hermandad «poniendo las velas a la Virgen de la Esperanza, preparando las almohadillas y ayudando a vestirla», tienen claro que quieren seguir formando parte de la vida activa de la hermandad en el futuro como camareras, directivas, banceras o cualquier otro modo de contribuir a engrandecer la Semana Santa.
Paula Palomero es una de esas niñas que ha participado en las actividades que llenan la agenda nazarena y que se ha criado en el seno de una hermandad como el Descendimiento con todo el amor del mundo. Señala que «me he criado en una familia donde mis padres se han preocupado por inculcarme la tradición y eso hace que, a día de hoy, siga viviéndolo con la misma ilusión y los mismos nervios». Paula cuenta cómo tiene claro que quiere continuar la labor que sus padres, Ana y Guillermo, hicieron con ella. «El día que sea mayor y tenga hijos los sacaré en mis hermandades vestidos, con la misma ilusión que mis padres me sacaron a mí», comenta.
Primeros pasosCuando uno comienza sus primeros pasos en la liturgia no alcanza a entender el calado espiritual que tiene lo que está haciendo, pero las familias son los mejores catequistas, acercan la Semana Santa a sus pequeños y la hacen asequible para ellos, para que puedan entenderla. José Manuel comenta que en su caso con Elena «ha sido muy fácil porque ella tiene mucha curiosidad porque lo ha visto y lo ha vivido mucho, así que es ella la que pregunta, la clave está en saber cómo satisfacer su curiosidad y explicarle las cosas a su nivel». Para Rocío y Lucía el modo que les hace sentirse en profunda conexión con sus hermandades es poder ayudar y formar parte de todos los preparativos a lo largo del año, no solo en el momento de la procesión. Las hermanas afirman lo mucho que les gusta «cambiar a la Virgen» según el momento de la liturgia o «participar ayudando a los mayores».
Ellas también asisten y toman parte de manera activa en otros actos puramente religiosos como son la función, el besamanos o la misa de difuntos, donde hacen las ofrendas y llevan el pan y el vino hasta el sacerdote. Paula se encuentra en una edad en la que las actividades fuera de la semana de pasión y la cuaresma escasean, pero donde un nazareno da un paso al frente para tomar obligaciones y ocuparse de aquellas cosas que necesita la hermandad como uno más, en ese difícil salto de niño a adulto.
Paula comenta que, aunque no hay actividades pensadas cien por cien para su franja de edad, la participación en la hermandad es la propia actividad. Ella afirma que «cuando era pequeña participaba en todos los eventos que organizaban, luego la propia hermandad me ha ido implicando y, aunque no hay muchas actividades para la gente más mayor como yo, me gusta que nos dejen ayudarles a organizar las actividades que nosotros hicimos a los más pequeños».
Primeros pasosEn este aspecto, hermandades como el Descendimiento o el Huerto de San Antón están haciendo una labor encomiable desde hace años organizando todo tipo de talleres, como alfarería de la mano de Tomás Bux, fotografía con algunas de nuestras jóvenes promesas de la cámara o concurso de carteles con los artistas que han anunciado nuestra Pasión para sembrar el 'gusanillo' de la Semana Santa en los más pequeños. En el caso de otras hermandades como Jesús entrando en Jerusalén apuestan por dejar que los pequeños participen al cien por cien en todos los procesos de la hermandad, como las puestas en andas con la supervisión de todos los hermanos de mayor edad.
Por su parte, la Soledad de San Agustín o la Congregación apuestan pon acercar la parte religiosa a los niños desde las hermandades para que entiendan poco a poco qué es en lo que están participando a través de pequeñas catequesis en la que explican la fe de una manera y con un lenguaje asequible para ellos. En la Soledad del Puente se han centrado en mejorar la organización del desfile a través de una iniciativa de pegatinas que permite identificar a padres y niños para darles un lugar preferente en la parte de la procesión más cercana al guión y que no tengan que separarse mucho de los pequeños cuando se sitúen detrás del guión.
Si algo tenemos claro es que los primeros pasos son el origen de una vida de devoción que es imprescindible para que la pasión continúe. Si uno se acerca a un desfile y ve pequeños andando, ojitos brillantes y sonrisas que pueden al cansancio y al frío, sonrisas como la de Paula, Lucía, Rocío y Elena, sabe que hay esperanza y vida y que mientras haya pequeños nazarenos, habrá tradición y futuro.