El Patio de la Limosna del claustro de la Catedral de se confirma como uno de los más grandes escenarios de la ciudad de Cuenca tras el concierto con el que deleitó Isabel Villanueva a los asistentes de Estival Cuenca este domingo.
Hubo lleno en el patio que se alza sobre la hoz del Huécar en un recital que fue un viaje por la música clásica de raíz popular de un lado y otro del charco a bordo de las cuerdas de la viola de la joven navarra, que fue galardonada antes de su actuación con el premio Solán de Cabras a la trayectoria musical.
El valenciano Antonio Galero fue el contramaestre de esta travesía por unas melodías barnizadas con los arreglos para viola de la propia Isabel Villanueva, que combina delicadeza y vigor en el manejo de su instrumento centenario. El programa comenzó con Manuel de Falla, para construir la velada sobre los sólidos cimientos de la música española, con piezas reconocibles para el público menos experto.
Continuó con el barcelonés Gaspar Cassadó antes de cambiar de continente para trasladar al público a Argentina y poner a bailar a los vencejos que sobrevolaban el patio con los tangos de Astor Piazzola.
A continuación, Isabel Villanueva compartió con el público de Estival Cuenca su descubrimiento del compositor brasileño Marlos Nobre, del que interpretó un poema para piano y viola que resultó ser una de las joyas más preciosas que se labraron en el escenario del claustro de la Catedral de Cuenca, para deleite de un público hechizado por el encanto de las notas y del lugar.
Para terminar, el recital se desplazó al este de Europa, con las danzas del húngaro Béla Bartók que casi invitaban a dar palmas, para dar un último viraje, ya en los bises, para regalar a los asistentes un Somewhere over the rainbow que cerró simultáneamente la velada y el atardecer del domingo estivalero conquense.
El festival se traslada este lunes al Parador de Cuenca, con la propuesta de jazz del cuarteto del cubano Alfredo Rodríguez.