Los alumnos son conocedores de que a medida que las agujas del reloj avanzan y coquetean con la franja del mediodía, se acerca el momento de sentarse a comer. Los que hacen uso del comedor escolar tienen la fortuna de que a apenas unos metros puedan saciar el hambre que se viene gestando desde el recreo. La comida está preparada con mimo, calentita y lista para saborear. Tan solo basta con pasar por el mostrador con bandeja en mano y recoger esos alimentos que cautivan cualquier paladar. Más suerte tienen los más pequeños porque sus platos ya esperan en la mesa.
Esta es la dinámica habitual en el CEIP Isaac Albéniz, que es un centro que elabora su propio menú diario, con alimentos de cercanía y bajo un exhaustivo criterio saludable. Y es que este centro educativo de la capital cuenta con su propia cocina, como solo poseen también el CEIP El Carmen o el CEIP La Paz, lo que les permite mayor flexibilidad para contentar a unos exigentes y críticos comensales.
El cocinero del CEIP Isaac Albéniz, Urko Rego, explica que «trabajamos desde primera hora para elaborar cada día el menú». Llega a las siete de la mañana al centro, junto a su compañera Ester. Es el momento de ponerse manos a la obra porque por delante tienen varias horas para dar de comer a más de dos centenares de alumnos, la mitad de los que estudian en el centro. Urko detalla que «jugamos con los tiempos para que la comida siempre esté lista para el mediodía», ya que no es lo mismo «hacer lentejas, verdura, carne o pescado, por poner un ejemplo». La composición y alimentos del menú marcan los tiempos de cocinado.
Este profesional de los fogones recalca que lo que más les gusta a los alumnos «es hacer la comida de forma natural y casera, que es algo que les fascina y agradecen». El menú contempla infinidad de variantes, siempre bajo criterio de un nutricionista, pero los estudiantes se decantan por «los macarrones con tomate». Es el plato que ocupa el podio de las preferencias. No obstante, Urko explica que «las lentejas son las legumbres que mejor se comen y el salmón gusta mucho, mientras que la verdura y las judías blancas flojean». Y es que es muy difícil contentar a tantos comensales, que tienen cada día una fruta para llevar una dieta equilibrada, al igual que cuentan con un lácteo en fechas concretas. No les falta de nada porque comen siempre primer y segundo plato. Eso sí, la bollería y los productos procesados no tienen cabida en esta cocina.
La alegría y también el alboroto son las notas predominantes en el comedor escolar, aunque también hay quien lamenta la elección del cocinero de ese día. Pero lo importante es llenar la tripa antes de partir a casa. Todos disfrutan de dos horas de comedor escolar, aunque hay también quien asiste al aula matinal, donde pueden desayunar antes de empezar con las clases.
Servicio. Los comedores sociales son un servicio «fundamental» en los colegios para todos aquellos niños que «quieren usarlo», y cuyo centro «quiere implantarlo, porque no es obligatorio», tal y como explica el jefe de servicio de planificación educativa, Víctor Fernández. Muchos, además, cuentan con subvención de la Junta que depende «exclusivamente del nivel de renta familiar». Algunos se benefician íntegramente, otros solo de la mitad y el resto tienen que pagar el coste entero, aunque «es un precio muy asequible». No supera de hecho los cinco euros por día y ese coste se mantiene congelado, ya que no ha subido pese a que la cesta de la compra es cada vez más cara.
Víctor Fernández señala que los comedores escolares no solo dan de comer a los alumnos, sino que también tienen el cometido de «llevar a cabo actividades complementarias». Es importante que estos alumnos comprendan la importancia de llevar una vida saludable y cuáles son los mejores hábitos. La creatividad es muy elevada y cada centro pone en marcha diferentes proyectos. Además, el hecho de contar con cocina permite a este centro dar la oportunidad a que los alumnos se arremanguen y se pongan ellos mismos manos a la masa.