Varias generaciones de españoles hemos leído y estudiado en el cole, con mayor o menor interés y aprovechamiento, El Lazarillo de Tormes, una de las obras maestra de la literatura española. Siempre se nos decía, y así aparece en multitud de manuales y ediciones de la obra, que su autoría era anónima… Pero en realidad, y gracias al enjundioso y exquisito trabajo de la catedrática de literatura española de la Universidad de Barcelona, Rosa Navarro Durán, Lazarillo de Tormes y las lecturas de Alfonso de Valdés, publicado en el año 2003 y editado por el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cuenca que dirige Marta Segarra, dentro de la Colección de libros de bolsillo Atalaya que coordinaba Florencio Martínez Ruiz, desvelaba al conquense Alfonso de Valdés como autor de esta obra clave de la literatura española del Siglo de Oro.
El Lazarillo de Tormes apareció en multitud de índices inquisitoriales al relatar «cosas nunca oídas ni vistas» y, para la catedrática catalana, el autor de la obra anónima es el mejor prosista de la primera mitad del siglo XVI, el humanista conquense Alfonso de Valdés, que fuera secretario de cartas latinas del rey Carlos V.
Es evidente que al estudiar la vida, circunstancias históricas y literarias, además del pensamiento y el fondo ideológico del Lazarillo de forma minuciosa, la autora aportó las luces suficientes y originales para desentrañar la autoría del libro a los conquenses. Rosa Navarro defiende la presencia en la obra de dos narradores y dos destinatarios; el ser Alfonso de Valdés erasmista, hace que el texto se interprete de forma diferente además de que el Lazarillo entroncaría con la tradición de la comedia celestinesca.
La autora del feliz descubrimiento nos dice que «la imitación compuesta era –es– el único camino posible para la gran literatura. Uno de los más perfectos ejemplos que nos permiten verlo es La Vida del Lazarillo de Tormes; bajo su apariencia de absoluta naturalidad está una elaboradísima creación que asume motivos literarios, expresiones, ideas de muchas obras que leyó su autor, un escritor genial, Alfonso de Valdés. Precisamente en el Lazarillo, esa tradición asumida, esas lecturas asimiladas maravillosamente son los testimonios de la autoría del escritor conquense».
Alfonso de Valdés escribió El Lazarillo de Tormes posiblemente después de crear el Diálogo de Mercurio y Carón, en un periodo entre 1530 a 1532, publicándose en la península itálica.
Alfonso de Valdés. Nacido en Cuenca a finales del siglo XV (¿1492?) tuvo once hermanos, cuyos padres fueron con mayor o menor grado de origen judeoconversos. Su padre Hernando de Valdés fue regidor de Cuenca y procurador en Cortes. El tío de Alfonso de Valdés, Hernando de la Barreda, que era párroco de la iglesia de San Salvador, fue ajusticiado por la Santa Inquisición cuando apenas nuestro genial escritor tenía ocho años. Él mismo y otros hermanos tuvieron problemas con la institución inquisitorial a lo largo de su vida.
Valdés, del que se desconoce si recibió formación y educación universitaria, atesoró amplios conocimientos humanísticos, lo que indica que no fue autodidacta ya que fue fiel trabajador y servidor en la cancillería del emperador y Rey de España Carlos I, defendiendo siempre la política imperial y a la vez las teorías y doctrina erasmistas, de la que fue un gran defensor en España.
La correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida con personajes españoles y europeos ha permitido conocer algunas etapas de su vida y andanzas, así como su trágica muerte en Viena. En 1529 acompañó al rey español camino de Italia, donde Carlos sería coronado por el Papa Clemente VII. Posteriormente, participaría en las conversaciones de la Dieta de Augsburgo, visitará y trabajará en Colonia, Gante, Bruselas, Ratisbona, Passau y Viena, donde murió todavía joven, por la temida peste que asoló la ciudad cuando acompañaba al César Carlos, que se dirigía a combatir a los Otómanos y en cuya catedral fue sepultado en 1532. Además de El Lazarillo de Tormes, Alfonso de Valdés publicó el Diálogo de Lactancio y un Arcediano, también conocido como Diálogo de las cosas ocurridas en Roma; y el Diálogo de Mercurio y Carón, donde defendió la política imperial del rey y emperador español Carlos V.