En verano, carpe diem: tiempo de ocio y fiesta

José Luis Muñoz
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En verano, carpe diem: tiempo de ocio y fiesta

Como sabe todo el mundo, desde hace unos días nos encontramos inmersos en la estación más calurosa, festiva y jacarandosa del año, el tiempo que casi todos esperamos para encontrar espacio en el que viajar, conocer nuevas experiencias, aprender cosas quizá postergadas durante mucho tiempo. Ello ocurre a pesar de que a lo largo del año suele haber ahora múltiples ocasiones para encontrar oportunidades similares, en formas de fines de semana, puentes y otras gabelas que nos trae el calendario de lo cotidiano. Pero el verano, está claro, siempre ha tenido unas especiales connotaciones vinculadas siempre al ocio, a la oportunidad (o posibilidad, al menos) de hacer algo diferente. Quienes ya somos mayores lo podemos recordar sin ningún esfuerzo, con qué esperanza, primero e ilusión después, llegaba el ansiado momento de abandonar la escuela o el instituto para pasar a otros escenarios, que en mi caso concreto tenía forma de playa marina. Los tiempos han cambiado, por supuesto, y las posibilidades ahora son mucho más variada, incluso esa generosa oferta que pone a disposición de los jóvenes viajar fácilmente al extranjero y conocer países y costumbres diferentes, algo que en mi infancia y juventud estaba reservado solo a unos pocos elegidos con medios suficientes para poder hacerlo.

El verano se estrena este año con importantes novedades en aspectos generales. Después de tantos dimes y diretes, la Ley de Amnistía empieza a caminar y ser aplicada y con ello, imagino, poco a poco se irá calmando el estrépito que nos viene acompañando y martirizando durante meses y lo que hasta ahora hemos considerado como una monstruosa excepción irá entrando en el terreno de la normalidad hasta que se elimine el último eslabón y el asunto pase al olvido, donde tantas cosas hay ya sepultadas. Si a eso añadimos la solución finalmente aportada al escabroso tema del Consejo General del Poder Judicial, tras cinco años de dimes y diretes, podemos aventurar que el verano llega con las mejores perspectivas. Acuerdo alcanzado entre los dos grandes partidos que, pese a quien pese, siguen manejando los hilos de la gobernación de este país y en el que, seguramente para sorpresa de muchos, se incluye el nombre del presidente de la Audiencia Provincial de Cuenca, el magistrado José Eduardo Martínez Mediavilla, como uno de los veinte miembros que van a integrar el nuevo órgano de gobierno de los jueces.

Con estas buenas perspectivas se abre ante nosotros, ciudadanos de a pie, el panorama veraniego que nos traerá tranquilidad, calma, alegría y algún que otro problema, que nunca suelen faltar en el comportamiento de los seres humanos. En el primer apartado está el ocio, en todas sus múltiples facetas, incluyendo el calendario festivo, siempre generoso a lo largo de todo el año pero más en verano y que se ha iniciado con la tímida celebración del día de San Juan. Siempre me ha llamado la atención (alguna vez lo he comentado en estos artículos) la escasa incidencia que este día tiene en la provincia de Cuenca, donde hay muy escasos ejemplos e incluso en la capital se enmascara en una fiesta del solsticio de verano reservada casi en exclusiva al vecindario del casco antiguo. Ya nadie recuerda la romería popular a la ermita de San Juan de la Ribera, en la orilla izquierda del río Júcar y tampoco ningún colectivo ha mostrado nunca la menor intención de recuperarla. Es solo una sombra del pasado.

La principal manifestación de este periodo, ya lo sabemos, va a ser la explosión causada por la llegada del turismo, ese proceso económico que encuentra en los generosos espacios naturales de nuestra provincia los sitios que van buscando y que los propios pueblos esperan como agua de mayo, para salir de la atonía y la despoblación que la mayoría de ellos sufren durante los meses anteriores. Quienes tenemos la costumbre de viajar de manera frecuente por estos lugares conocemos bien la diferencia que hay entre unos meses y otros y cómo los pocos residentes habituales esperan con fruición la llegada de estos refuerzos humanos que, aunque sea por un tiempo limitado, van a cambiar por completo el panorama interior. En ese contexto, la cada vez más amplia oferta de las casas rurales ha venido a completar la posibilidad de que muchas personas no sean solo visitantes ocasionales y de paso momentáneo, sino que encuentren el medio para vincularse durante unos días al lugar elegido. Supongo que nadie tiene dudas de la importancia de este hecho. Aunque el problema de la masificación siempre está presente cuando hablamos de turismo, tengo la impresión de que aún no es demasiado acusado entre nosotros, salvo quizá el caso del Nacimiento del Río Cuervo, que viene de muy antiguo y que, quizá por eso mismo, todo el mundo tiene asumido.

En el horizonte de las preocupaciones está el tema de los incendios forestales, que nos han respetado en los últimos veranos, salvo algunos pequeños casos puntuales resueltos con rapidez y eficacia. Naturalmente, el problema siempre está latente, sobre todo porque el ser humano, por más campañas que se hacen, suele actuar de forma descuidada, incluso sin malicia, pero con inconsciencia y eso es susceptible de provocar algún desastre en el momento menos esperado. Crucemos los dedos y esperemos que se hayan efectuado las convenientes campañas de limpieza en los montes para evitar que se puedan dar los elementos que favorezcan el fuego.

Todo apunta a que en el horizonte inmediato se dibuja un panorama tranquilo, sin sobresaltos, con las condiciones adecuadas para disfrutar de la naturaleza, de los ríos y lagunas, de las fiestas, el ocio, la buena comida, los amigos, los viajes y el buen ambiente. No hay elecciones a la vista y eso ayuda mucho a que los ánimos se tranquilicen. Algún agorero tendrá ganas de amargar esas perspectivas anunciando quien sabe qué tipo de calamidades o males para el futuro más o menos inmediato, pero no hay que hacerles especial caso. El tiempo en el que entramos invita a tener el ánimo distendido y el cuerpo dispuesto a pasarlo bien. Lo otro ya veremos si llega y cuándo. Por ahora, carpe diem, que dijo el buen Horacio. Vive y disfruta hoy, porque el mañana es inevitable.