No tengo claro si el desconcierto que me produce no entender al Parlamento Europeo o a la Comisión es fruto de una incapacidad cognoscitiva, pero me gustaría pensar que la limitación intelectual es singular y no generalizada.
Cuando era pequeño, los libros te decían que existían diferentes sectores productivos: primario, secundario y terciario. Siempre me hizo mucha gracia, porque tenía claro que los dos primeros no parecían apetecibles. Esta visión no era cosa mía porque te enseñaban que era propio de economías pobres o en vías de desarrollo. Era posible, pero tenía familia en el primer sector y era consciente de que trabajaban mucho. Del segundo sector no poseía conocimiento alguno, pero estaba convencido que solo Japón y Alemania hacían cosas que merecieran la pena.
El Parlamento Europeo y su Comisión, me temo que piensan algo muy parecido. Su aversión a la agricultura o la ganadería es como mínimo sospechosa y el odio a la industria muy arraigado, aunque desconcierta su inquina hacia la hostelería por ser intensiva en mano de obra y de bajo valor añadido.
Lo que no entiendo es cuáles son los trabajos adecuados y sostenibles, porque los dos primeros sectores son aborrecibles según Bruselas. En esta coyuntura solo tendría sentido la agricultura y ganadería de los países en vías de desarrollo, mientras que la industria se la dejaríamos a China.
La incógnita es si ha existido algún país que haya sido libre o próspero sin ambos sectores. No hablo de los retos fiscales, económicos o la existencia de suficientes empleos en el sector terciario. Me limito a indicar si un país puede garantizar su soberanía e independencia sin tener presencia en ambos sectores. La globalización puede facilitar una mejor asignación de los recursos, pero es indiferente hacia los peligros asociados a su ausencia. Un país sin agricultura o ganadería no podría alimentar a sus habitantes si hubiese un conflicto militar o sería susceptible de chantaje. Si la industria externaliza todo el proceso productivo puede descubrir que en no mucho tiempo otros sabrán hacer lo que uno ya no recuerda.
Hasta la fecha no he encontrado a nadie que sepa contestar a estas sencillas preguntas. La invasión de Ucrania fue un aviso de los riesgos de desabastecimiento agrícola y energético. La industria automovilística europea está descubriendo dos cosas: la ideología puede destruir empleos y la externalización a largo plazo supone una pérdida de liderazgo tecnológico.