Y van alargándose los días. A pesar del frío cainita que cruza calles y plazas, pasa el tiempo y estamos a poco menos de un mes del cambio de estación. Van cayendo minutos a favor de la luz y el sol, cuando aparece, comienza a calentar. Son sencillamente signos externos de la mudanza estacional que nos indica que estamos próximos a abandonar el triste invierno para abrazar la dulce primavera. Pero hay más signos que nos avisan de este cambio. Hoy es casi imposible encontrar un día sin que haya una noticia, una novedad que nos recuerde que al pregonero nazareno le quedan cuatro semanas para cumplir con lo establecido por la tradición al atardecer del Viernes de Dolores. Cada vez antes comenzamos a postergar la toma de decisiones a ese tiempo que se abre después de Semana Santa, pero el aumento de la actividad informativa cofrade no debe servir de trampantojo de lo que ocurre en la ciudad.
Parece que vamos aumentando la oferta para que haya más diversidad de empresas que puedan instalarse en nuestra capital. Es el turno ahora de todas aquellas empresas tecnológicas a las que les ofrecemos, entre otras cosas, la cercanía a Madrid y Valencia. Vamos, hemos encontrado eso que llaman un 'nicho de negocio'. La verdad es que la palabreja puede ser bastante apropiada. Si uno de los atractivos para que estas empresas lleguen a Cuenca es esa cercanía, entiendo que, por aquello de usar los servicios de alta velocidad, deberíamos intentar que la estación tenga algún que otro servicio para el viajero. No sé, un cajero automático, un espacio donde poder tomar un café caliente, una mejor oferta de comunicación con la ciudad... Obviemos la peculiar fragancia con la que, cada cierto tiempo, agasajamos al que llega. El despistado lo hace a pecho descubierto, el experimentado lo hace con un prudente pañuelo (o mascarilla) para pasar el trance. La realidad es que, a fecha de hoy, la estación, como tarjeta de presentación, deja bastante que desear.
¿No piensan que a los conquenses nos encanta sumergirnos en discusiones bizantinas sobre tal o cual proyecto? Conversaciones que son recurrentes en el corpus social de la ciudad. Todos hemos oído sobre la idea de cambiar de ubicación el vertedero, nos hemos ilusionado con la voluntad de mejorar el transporte urbano, pero lo que se lleva la palma es el denominado centro de la ciudad. Aprobamos mociones (¿Cuántas veces se ha tratado este tema?), estudiamos la realidad para elaborar un mejor proyecto, pero cada día el centro se degrada un poquito más, se hace más inhóspito, más incómodo, menos humano. Son numerosísimos los locales cerrados a la espera de un tiempo mejor. Quizá, a pesar de que los británicos entiendan ahora que Mary Poppins ya no es para todos los públicos por el uso de una única palabra (ya les vale), deberíamos recurrir a tan insólita institutriz para que rebusque en su bolso mágico y encuentre la solución al centro capitalino o nos suministre una píldora que, con un poco de azúcar, pasará mejor.