Cuenca, la provincia más 'grande' de España

Óscar Martínez Pérez
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Cuenca, la provincia más 'grande' de España

La provincia de Cuenca tiene una superficie de 1.7141 km² o, dicho de otra manera, tiene más de cerca de dos millones de hectáreas. La provincia de Cuenca es más grande que muchas comunidades autónomas como Navarra, País Vasco, Madrid, Murcia, Asturias, Baleares, Canarias, La Rioja y Cantabria. Es la quinta provincia por superficie de España en la actualidad pero no siempre fue así. En 1851 todo cambió y nuestra provincia fue mutilada territorialmente en favor de la vecina provincia de Valencia.

La cesión territorial de mediados del siglo XIX estuvo precedida por otras 'quitas' de municipios que pasaron a formar parte de otras provincias limítrofes. En 1804 el Señorío de Molina fue segregado de Cuenca para pasar a ser parte de Guadalajara, lo mismo que años más tarde todo el norte de la Alcarria conquense pasó a ser parte de nuestra vecina del norte, a cambio, un par de municipios alcarreños se integraron en nuestra provincia.

Toledo nos cedió en 1833 varios territorios limítrofes con Cuenca, lo mismo que la provincia de La Mancha –ya desaparecida– que aportó unos pocos kilómetros más a la Mancha conquense. Pero realmente el tajo territorial y demográfico más duro y que de alguna manera afectó de forma muy negativa e irreversible a la provincia conquense ocurrió en 1851 cuando se segregó el partido judicial de Requena para convertirse en la denominada Castilla Valenciana que se conformó de varios municipios y pedanías conquenses: Camporrobles, Caudete de las Fuentes, Fuenterrobles, Requena y sus caseríos, Utiel, Venta del Moro y Villalgordo del Cabriel.

ribereños del cabriel. Los pueblos y sus territorios anexionados a Valencia se convirtieron en frontera provincial delimitada por el curso del río Cabriel. La petición valenciana fue atendida por el gobierno del ministro moderado de Hacienda y presidente del Consejo oriundo de Extremadura, Juan Bravo Murillo, reinando en España Isabel II, lo que supuso un hecho histórico muy positivo para los valencianos y todo lo contrario para los conquenses, que perdíamos una de las comarcas más ricas y pobladas de la provincia.

Como es natural, la orden dada el 25 de junio de 1851 no sentó nada bien entre los conquenses genuinos (la segregación estuvo apoyada por casi todos los preclaros conquenses de Requena y Utiel) y menos al clero conquense, además de a nuestros diputados e historiadores como Fermín Caballero, Trifón Muñoz Soliva o Torres Mena, que dejaron patentes sus opiniones. El canónigo de la Catedral de Cuenca comentó en 1860 que «como si hubiese habido un decidido empeño en reducir a la nulidad a esta provincia de Cuenca por Real Decreto de 25 de junio de 1851 accediendo el Gobierno a la solicitud de Requena, esta importante población y las de Camporrobles, Caudete, Fuenterrobles, Utiel, Venta del Moro y Villargordo del Cabriel fueron agregados a la provincia de Valencia, perjudicando a esta de Cuenca en 21.150 habitantes y en 3.538.944 reales de riqueza imponible. Estas imperfectas divisiones territoriales no sólo fueron ilógicas adoptando diferente jurisprudencia para los pueblos de acá del Tajo y los de allá del Cabriel, sino que tuvo la última la extravagancia de convertir en valencianos a los que nacieron en Castilla y todavía hablan no el corrompido lemosín y sí el idioma de sus padres».

Otro preclaro conquense diputado e historiador, Torres Menas, en su excelso y reconocido libro Noticias conquenses de 1878 confirmó que «no fuimos tan afortunados en otras empresas análogas. Desde 1837 los pueblos pertenecientes a nuestra provincia del lado de allá del Cabriel venían clamando porque se les agregase a la de Valencia. El límite natural del río, la más expeditas comunicaciones y la mayor relación de intereses alejaba a los pueblos indicados de nuestra dependencia, que Utiel y Requena principalmente sufrían de mal grado y como con vergüenza. Puestos resuelta y hábilmente en juego todos esos resortes, produjeron la Real Orden de 25 de junio de 1851 por virtud de la cual perdimos toda aquella zona con el Juzgado de Requena, excepto los pueblos de Enguídanos, El Herrumblar, Minglanilla, La Pesquera, Puebla del Salvador, Villarpardo y Villarta, que fueron agregados al de Motilla del Palancar, sin que hayan sido cumplidas las ofertas de compensadora indemnización que entonces se hicieron a Cuenca, con otras jurisdicciones por la parte de Quintanar de la Orden».

En el pasado siglo, el periodista y escritor nacido en Utiel, Ricardo del Val, al que se le reconoce como enconquensado, fue el primero en denominar con el nombre de 'Castilla Valenciana' a los territorios ribereños del Cabriel cedidos hace 173 años. Fue un poeta y periodista que colaboró con muchos artículos en la prensa conquense y que escribió, con motivo del centenario de la anexión de estas tierras al levante español, lo siguiente:

«La comarca sigue siendo de marca castellana. El alma de esta tierra quedó cautiva de su pasado, de su rica historia de rebeldías contra los señoríos, de su orgullo, de su pobreza heroica, de sus ascéticos perfiles, de una representación humana obscura y lógica. Queda una canción de atavismos y lejanías que el comarcano oye en la noche de su vida interior. La valencianía, al menos con ese paradigma tópico y superficial al uso, no se percibe en esta tierra. El nacido en ella conoce bien esa metafísica castellana, que algún poeta ha sabido expresar pero que no ha servido, luego de un siglo de convivencia, para influir en la entidad Valencia-provincia.

Pero al menos en los perfiles físicos de esta tierra –otro paisaje, otro clima, otro habla– viene a ser una variedad de la región valenciana. La delgadez del aire, el ascetismo de los árboles, la aspereza de la tierra, nos hablan bien claro de lo que antaño era Castilla. Aunque las costumbres y la vida se han valencianizado mucho. El siglo de convivencia ha influido en la psique civil comarcana. Pero lo que ha quedado con mayor firmeza de aquella castellanía, es esa ortodoxia peculiar uteliana, una especie de hidalga altivez, que bien podía valer, en aquella variada provincia, por una señera personalidad. Personalidad de la 'Castilla Valenciana'».