Por alguna razón, costumbre o sino, las navidades son una época en la que tender puentes es más una obligación que una costumbre. Quizá sean las fechas o el ambiente, pero los reencuentros, la confraternización y el darse a los demás de un modo que no se hace el resto del año es una realidad que se vive entre villancicos, adornos y alumbrado festivo. Son quizá aquellos en el ocaso de la vida quienes merecen más puentes, reencuentros y momentos especiales que nadie porque en el estrés diario, en el bullicio de las obligaciones y el trabajo parece que no hay tiempo para parar y vivir de su mano. En los centros de mayores esa paciencia, la paz y el ritmo de vida más pausado para pararse a escuchar a aquellos que más ofrecen es una realidad que se hace todavía más patente si cabe cuando se acercan las fechas señaladas.
Actividades y música. Las fiestas navideñas comienzan a vivirse desde primeros de mes para que todos los residentes puedan compartir las actividades navideñas juntos, se vayan con su familia o no, en las fechas más señaladas. Los trabajadores como Rosa Cantos, terapeuta ocupacional del Hospital de Santiago, sirven de impulso y entienden que para los mayores la música es mucho más que un entretenimiento, es una terapia que les da paz y alegría.
Cantos da el pistoletazo de salida a las celebraciones navideñas a finales de noviembre cuando reúne a mayores y familias en una sala del centro para comenzar a ensayar los villancicos de la mano de uno de los voluntarios, parte del corazón que hace latir la navidad en el centro. En Amavir, gracias a la rondalla que les visita y comparte junto a los residentes una selección de villancicos tradicionales. El Hospital de Santiago también ofrece un escenario para los músicos amateur que pronto llenarán las salas del teatro Auditorio José Luis Perales, ya que cuentan con numerosas actuaciones de los niños de La Milagrosa, que acuden a dedicarle a los residentes piezas tradicionales cantadas con karaoke o acompañados de una guitarra, así como interpretaciones con trompeta y bandurria.
Navidad en el recuerdo - Foto: Reyes MartínezMaría Dolores Abarca es una residente del Hospital de Santiago, tras nueve años viviendo esa pre-navidad tan especial comenta con emoción que su momento favorito es cuando los niños llegan a cantar porque dos sobrinos suyos están en el colegio. Los sobrinos de María Dolores no son los únicos familiares que despliegan su talento en el centro, pues como parte de la programación navideña acuden linajes al completo para deleitar a los mayores con acordeón e instrumentos de viento. A ellos se unen también grupos locales como Pulso y Púa, Vokalis Femina o Grupo Folk Zarabandas, que amenizan momentos como el festival de las familias, un encuentro en el que en el Hospital de Santiago se evidencia la unión de todos los miembros de la institución compartiendo una tarde en comunidad con bizcocho y chocolate casero y demostrando que las residencias de mayores no son solo espacios de retiro y cuidado, sino también hogares donde puede llegar a encontrarse una nueva familia.
Una gran familia. La historia de María Dolores y su marido, Ernesto Torrijos, es una de esas que tocan el corazón y evidencian que el amor es lo más importante que se tiene en la vida. Torrijos hace un año se unió a su mujer en la vida en el Hospital de Santiago. Aunque en el centro siempre se lo han puesto fácil y, tal y como hacen siempre, han dejado sus puertas abiertas para que pudieran verse siempre que lo desearan, no quería dejar la oportunidad de despertar cada día con el amor de su vida, su esposa.
Ernesto asegura que «esto es mejor que un hotel, se vive estupendamente y aquí nos queremos como si fuéramos una familia, estas chicas que cuidan tanto de nosotros es como si fueran las madres de todos, siempre preocupándose por nosotros y buscando cómo hacer la vida más entretenida y agradable».
Carmen Aguilera, Carmen Urbano y Flora Martínez son residentes en Amavir. Allí, en diversos talleres y momentos compartidos, han construído una amistad preciosa en la que aseguran que es su «segunda familia». Los momentos que tanto los residentes de Amavir como los del
Navidad en el recuerdo - Foto: Reyes MartínezHospital de Santiago esperan y comparten con más cariño son la decoración de sus respectivos centros y las salidas. Paula Lillo, terapeuta ocupacional de Amavir relata cómo el personal disfruta poniendo el árbol con los mayores, como si se tratase de un segundo hogar: «Cuando pusimos el árbol todos colaboraron abriendo ramas, colgando los adornos… es un momento muy bonito que podemos compartir todos».
Las excursiones suponen una oportunidad para que la comunidad de ambos centros se empape del espíritu navideño de la capital con la visita a los belenes y al mercadillo navideño que luce en Carretería. Es un momento especialmente significativo para los mayores del Hospital de Santiago la visita al belén que tantos años se ubicó en el patio del centro y que se encuentra instalado actualmente en el Palacio Provincial de Diputación.
El taller de Papá Noel. Las actividades son esenciales para mantenerse activos y durante las navidades los centros de mayores se convierten en una especie de talleres de Papá Noel en los que la producción de ornamentos, manualidades y hasta piezas de ebanistería es casi constante. Torrijos comenta que pasa horas trabajando la madera y que disfruta mucho de esos momentos: «Hago bastones de madera con empuñaduras de animales como ciervos que son muy bonitos».
Navidad en el recuerdo - Foto: Reyes MartínezLos hobbies son muy variados en el Hospital de Santiago, donde su árbol luce decorado con bolas de ganchillo que otra de sus residentes hace a mano. Por su parte, en Amavir, la comunidad de las familias es muy propositiva con las actividades para sus mayores. Lillo comenta que «una familia que son restauradores trajeron unos renos de madera que hemos estado pintando y decorando y que ahora mismo están adornando la entrada del centro». La satisfacción que estas actividades da a los residentes es todavía mayor que la calidad de vida que les aporta,
Flora cuenta emocionada: «El otro día vino mi hija y me preguntó por los renos, porque le parecieron preciosos y dijo que dónde los habíamos comprado, cuando le dije que los habíamos hecho nosotros no se lo creía», asegura.
Los mayores son un regalo de la vida, un cúmulo de experiencias, sabiduría y una fuente inagotable de cariño. En las fiestas, ese momento por excelencia de tender puentes, darse a los demás es quizá el mayor regalo y en los centros como Amavir o el Hospital de Santiago hay cientos de personas deseando compartir la esencia de la Navidad con todo aquel que quiera atesorar junto a ellos recuerdos para toda la vida.