La Nochebuena de año nuevo de los felices veinte en Cuenca

José Vicente Ávila
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La Nochebuena de año nuevo de los felices veinte en Cuenca - Foto: LT

Cualquier tiempo pasado fue como lo dejaron escrito quienes podían hacerlo a través de diversos medios, bien de prensa como de cartas, pregones o textos bibliófilos, pergaminos, etc. Por ello, ante la noticia de la celebración de la Nochebuena de Año Nuevo que figura en la prensa conquense de aquellas calendas del primer cuarto del siglo XX viene a cuento la pregunta: ¿Cómo celebraba Cuenca la Navidad y sobre todo la Nochevieja hace casi un siglo, en los llamados 'felices veinte'?

En ese final de la década, que iba a dar inicio a 1931, el año en el que se proclamó la República el 14 de abril, la ciudad de Cuenca ofrecía un bienestar, dentro de su precariedad, muy distinto a lo que habían sido los años del comienzo del siglo XX, marcados por el hundimiento de la torre de la Catedral. Así lo decía 'Don Fernandico' en su croniquilla Desde Madrid en la que evocaba el pasado y hablaba del presente de 1930: «Pensamos en lo mucho que adelantó Cuenca de entonces acá en todo cuanto en la actualidad se cotiza como imprescindible para tenerse como ciudad atrayente. Embellecimiento cumpliendo las exigencias modernas. Comodidad urbana e interurbana completada por bien montados servicios de carruajes con motor de explosión, último grito de la moda. Instalación adecuada de servicios de higiene pública y privada con sus anejos de laboratorios y excelente cuerpo de policía urbana. Extirpación de la mendicidad callejera y sitios de esparcimiento populares y particulares con el 'confort' más refinado».

Hostelería con luz propia. Para ese esparcimiento popular, Cuenca contaba con el Gran Hotel, de Joaquín Belinchón, señorial edificio inaugurado el 13 de abril de 1927, que pasaría a denominarse poco después Hotel Moya y años más tarde Hotel Iberia (actual sede de la delegación de la Junta de Comunidades, en la que en estos días navideños se podrá contemplar el magnífico Belén de Playmobil, que monta el inquieto animador cultural y nazareno José Andrés Sevilla, que ya pudimos disfrutar hace seis años en la antigua iglesia de San Andrés, con gran éxito de público). Existían el primigenio hotel Iberia, que regentaban los hijos de Victoriano García, en la céntrica calle Mariano Catalina (Carretería), y el hotel Madrid en la calle de Cervantes. 

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Además de otras casas de huéspedes, fondas y siete posadas, se contaba para el ocio y el alterne con el Círculo de la Constancia, con sus bailes para socios, y bares y cafeterías de cierta enjundia como el Martina, en el número 5 de la calle Doctor Chirino, que regentaban Luis de las Heras y su esposa Martina (posteriormente el Martina pasaría a Carretería); La Terraza, en el número 13 de la Plaza de Cánovas (actual Constitución), con escenario incluido en el interior; el Bar Churrería del Tío Santos… González, en el número 4 de Doctor Chirino, donde aún continúa con Carlitos Martínez al frente; el Café Nacional o el colmado La Sevillana en Cervantes 5; el Bar Ideal, en Mariano Catalina 16 (que anunciaba: «Así lo bautizó su propietario y el público está completamente de acuerdo»); el Colón y La Unión en la misma calle y otros bares y casas de vinos donde el personal distraía su tiempo, amén de dos bodegones y 15 tabernas.

Con el complemento obligado de los teatros y cines con los que contaba la ciudad como el Cervantes –donde tenía su sede La Fraternal–, luego derruido para construir el mostrenco edificio de Sindicatos ahora abandonado a su suerte; el Liceo, el Ideal Artístico y el llamado coliseo del Teatro Principal. En algunos de los bares o teatros se ofrecían conciertos.

Cena 'a la americana'. Para la Nochevieja no faltaban los bailes hasta altas horas de la madrugada y el bullicio por la calle en esos 'felices años veinte'. En 1927, por ejemplo, el Gran Hotel anunciaba que «celebrará la noche de fin de año con una gran cena a la americana». Y añadía: «El nacimiento de 1928 promete ser un acontecimiento en el Gran Hotel. Encargue usted su mesa con tiempo, consumición mínima y baile hasta la madrugada». En los anuncios e informaciones no aparecía la palabra Nochevieja.

La Nochebuena de año nuevo de los felices veinte en CuencaLa Nochebuena de año nuevo de los felices veinte en Cuenca - Foto: LT

De la 'Nochebuena de año nuevo' como así se le conocía, hemos recogido esta interesante gacetilla publicada en La Voz de Cuenca del 5 de enero de 1931. Dice así: «El pasado miércoles 31, Nochebuena de año nuevo, correspondiendo a la amable invitación hecha en la prensa local, por los dueños de este acreditado establecimiento, el público de Cuenca llenó totalmente el amplio y confortable salón de este bar». Se informa que la camaradería y el buen humor reinaron durante toda la velada y que la orquesta que dirigía el maestro Díaz se mostró incansable al ejecutar piezas populares.

Uvas con la marcha real. Lo más sabroso de la nota viene a continuación: «Al dar el reloj las doce y a los acordes del Himno Nacional, se tomaron las clásicas uvas que los dueños del bar tuvieron la galantería de ofrecer a los concurrentes, servidas en unos platitos de cristal con unas tiritas de papel en las que se leía: «Feliz entrada de Año Nuevo. Los platitos como las uvas, fueron también obsequio de la casa. Las numerosas peñas formadas en este establecimiento estuvieron concurridísimas, y en ellas corrieron abundante los más costosos licores y vinos generosos».

Este Bar Martina de la calle Doctor Chirino contaba con varios salones y apartados, era muy confortable y ofrecía conciertos diarios. El nombre sigue vigente en el local de Carretería, que durante muchos años llevó la señora Martina, hija de los dueños citados, y uno de los más antiguos de Cuenca, ahora regentado por distinta empresa.

El cabaret de la terraza. Entre los bares singulares destacaba La Terraza, en la Plaza de Cánovas 13 (actual Constitución), que tenía un pequeño escenario. Servía cafés en la salida de los automóviles de línea y chocolate al terminar la función de los teatros. En diciembre de 1930 el bar fue remodelado por su nueva dueña, la artista Conchita Taberner, que pronto se encargó de desmentir en la prensa el rumor de que su local no era un cabaret: 

«Mi bar no es más ni menos que los demás bares de Cuenca, con la diferencia de que aquí se levantó un pequeño escenario para que trabajen los artistas...». Mucho éxito tuvo La Terraza en esos años en los que el pianista de turno conseguía que las parejas moviesen el esqueleto, sobre todo en la Nochevieja de 1930, donde la música cobró protagonismo cuando las manecillas del reloj daban las doce y tras los brindis la orquesta interpretaba Los Gavilanes.

Las sorpresas fueron llegando cuando se corrió la cortina del escenario y apareció Purita Wilde, «canzonetista bella, de voz timbrada y elegantemente vestida que interpretó diversas canciones». Después fue el turno de Encarnita Unamuno, «la bailarina tan aplaudida por todos los públicos de España, que danza magistralmente». ¡Qué tiempos!

En el Teatro Principal, situado en la calle de Alonso de Ojeda las veladas artísticas llenaban el local en los días navideños, destacando la actuación de la estrella de la canción Ofelia de Aragón, y con Alondra como fin de fiesta. No faltó «la astracanada del día de Inocentes» y para el día de Año Nuevo de 1931 se anunció el debut de la bailarina Oterito y «la notable cancionista ¡María del Mar!». Para la fecha mágica del día de Reyes el Teatro anunciaba la actuación del musical polaco Rodreski, «el mayor éxito del mundo».

No faltaban en aquellas fechas entre los finales de los años veinte y 1930, que es el año que nos ocupa, los Roscones de Reyes «con regalos y sorpresas en la pastelería y confitería La Perla de Felipe Soria», en la calle de los Herreros, 16 (actual José Cobo), donde se anunciaban «turrones, pastas, mazapán, dulces, tartas, peladillas, bombones y caramelos, y vinos de las mejores marcas».

Y algo curioso para el día de Año Nuevo, a las once de la mañana, en la Casa-cuartel de la Comandancia de la Guardia Civil, situado en la calle de la Misericordia, número 2 (que pasaría a llamarse Teniente González en 1922, y actualmente se denomina calle José Luis Álvarez de Castro), dado que se anunciaba «la venta en pública subasta de las armas recogidas por infracción a la ley y usarlas sin licencia».
Cualquier tiempo pasado fue… como fue.