Como sucedió en su día con Bárcenas hay ahora otros prestos a elevar a Ábalos al santoral. Los unos lo hacían porque le hacía un tremendo roto al PP y estos piensan que va a hacérselo al PSOE. No falta tampoco una buena parte del periodismo patrio que se limita como papagayos a repetir y amplificar sus declarativas sin aplicarles ni una sola revisión ni contraste con los hechos.
En realidad el uno y el otro, más allá de las consecuencias que ello pudiera suponer para sus partidos, en lo que estuvo el uno y está este es en como salvarse ellos de sus actos y escurrirse de la acción de la Justicia. Lo demás son oraciones subordinadas y que dependen de lo que les resulte conveniente en cada momento para salvarse del banquillo. Ábalos, cuya responsabilidad en la trama de las mascarillas es de una evidencia total -lo que queda por determinar es su grado de implicación, pues sin su paraguas no podía haberse puesto en marcha la trama de corrupción- ha elegido el no acatar la orden de su partido por un interés mayor: mantener su escaño significa mantener su aforamiento y no poder ser procesado sino por el Tribunal Supremo y tras votación de suplicatorio del Congreso de los Diputados.
Una vez dado ese paso ha dado el siguiente, dar garantías a su partido de que no cantará y mantendrá su disciplina de voto como un soldado sanchista más. No quiere incurrir en su ira pero es que, además, no le interesa en absoluto. Ni al PSOE ni a él. Y en esto van a mantener, por la cuenta que les tiene, una total y completa complicidad. Él no puede confesar su propia implicación y al partido le interesa menos aún que la manta vaya destapando a todos los que están bajo ella.
Ábalos no ha podido ser más elocuente en ello para darles tranquilidad. "No hay manta de la que tirar". La hay, por supuesto, y lo saben ellos y cuantos quieran y sabemos todos, y de enorme tamaño y grosor pero es que debajo suyo está el mismo junto a todos los demás. Delatar a los otros es echarse encima el interés conjunto ahora, más allá de la procesión por todas las emisoras y televisiones, para no decir nada, excepto presentarse como una víctima, ignorante de todo, desamparado y prejuzgado por unos y traicionado por otros, y casi un pobre de pedir. Vamos, mentir a calzón quitado para dar pena y protestar de lealtad, pero en realidad emboscarse en un relato tan increíble como mendaz, pero en el que se va a enrocar y de ahí no lo van a sacar. Desde luego no con entrevistas ni filtraciones a los periódicos con entrevistas. Solo lo sacarán las pruebas y los autos judiciales cuando lleguen cuando puedan llegar.
No son de sus declaraciones ni de las de los otros, donde se vaya a sacar nada en claro. La policía y la Justicia son las que han de operar y buscar en los hechos y documentos las pruebas de la verdad. Eso es lo esencial y esa habrá de ir siendo, paso a paso y hasta llegar a las alturas, la labor del juez instructor Y en eso habría de estar, y algunos por fortuna están, lo que antes se llamó periodismo de investigación, buscando y rebuscando los indicios los papeles, la confirmación de los contactos, los tráficos de influencia, las trampas, las órdenes, los pagos y las violaciones de la mínima ética exigible y la ley. Eso es lo que hará aflorar la realidad y no el poner en bandada micrófonos y altavoces a quienes solo pretenden ocultarla buscando escapar en un revoltijo de palabrería y cienos, escapar de su responsabilidad.
Eso es en lo que está Ábalos. En eso es en lo que está Armengol, en eso el canario Torres e Illa el catalán. Se intentarán escabullir, enredar, embarrar y confundir. Va a ir para largo, pero han dejado rastro. La corrupción lo deja siempre y huele mal. Como san Ábalos.