¡Vámonos de ruta!

Manu Reina
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A sus 25 años, Andrea Matas completa miles de kilómetros con el autobús de Rubiocar y calla «muchas bocas» porque posee facultades de sobra para maniobrar en cualquier circunstancia

¡Vámonos de ruta! - Foto: Reyes Martínez

Qué destreza al volante. Posee una gran capacidad para tomar los mandos de cualquier vehículo e iniciar el camino con total seguridad. Cumple a rajatabla su labor, derrocha una extraordinaria profesionalidad y ejerce cada jornada con una ilusión desbordante que contamina siempre a todos sus pasajeros. Así es Andrea Matas, una de las conductoras de autobuses de la empresa Rubiocar. A sus 25 años se ha hecho un hueco en el sector a base de trabajo y gracias también a su enorme talento.

Cada ruta o desplazamiento es una «pasada». Es mucho más fácil acudir a tu puesto de trabajo cuando «me gusta muchísimo». Cada día recibe la información de sus servicios, pero siempre espera que se le encomiende la labor de conducir el autobús «más grande, porque cuanto más grande, más me gusta». No le tiemblan las manos ni lo más mínimo. Y es que tienen facultades de sobra para maniobrar en cualquier circunstancia. 

Lleva un año y tres meses en Rubiocar y desde que tuvo la oportunidad de formar parte de esta empresa no ha dejado de cumplir siempre con su cometido. No solo en la capital, ya que también «viajo a Madrid muchas veces, dependiendo del trabajo que me manden». En la capital española «impresiona mucho cuando te encuentras con tantos coches, pero es algo que se lleva con normalidad porque estás conduciendo igual». También ha viajado a Albacete, Ciudad Real o Toledo, entre infinidad de destinos castellanomanchegos, al igual que se ha desplazado a Valencia. Ha dado tantas vueltas que ha perdido la cuenta de sus paradas. Sí que recuerda que el viaje más largo que ha tenido que acometer ha sido hasta Santiago de Compostela para transportar a un grupo de peregrinos.

¡Vámonos de ruta!¡Vámonos de ruta! - Foto: Reyes Martínez

No obstante, pese a que ha completado miles de kilómetros, el desafío más complicado lo tiene en casa. Y es que es «difícil es subir a la Plaza Mayor, porque las calles son muy estrechas con muchos balcones». La subida se complica cuando descienden «otros coches al mismo tiempo y, en vez de facilitarte la maniobra, se quedan parados». «Ni te cuento cuando viene de frente un autobús urbano», añade entre risas. Sin embargo, «no tengo nunca ningún miedo porque conduciendo bien, con paciencia, siempre se hace, sin ningún tipo de problema». Es cierto que «no es nada fácil, pero cuando tienes destreza al volante, no tienes complicaciones», subraya con mucha seguridad. 

Cuando empezó en la empresa conquense, que posee una flota de más de dos centenares de vehículos, los primeros desplazamientos los completaba con un autobus pequeño, con una treintena de plazas. Pero lo que le gusta a Andrea Matas es llevar a más gente al mismo tiempo, con vehículo de 55 o 64 plazas. Aunque, por pedir, el autobús estrella es el de 71 plazas, con 15 metros de longitud. Da miedo con solo verlo, pero esta conquense natural de Puebla de Almenara, afincada en la capital, no tiene ningún impedimento o reparo. Al revés, supervisa que todo está bien, toma asiento, se abrocha el cinturón y echa a andar hasta la próxima parada. 

Prejuicios. Andrea Matas asegura que, por desgracia, «en muchas ocasiones, los pasajeros se quedan mirándome, tanto por ser una mujer como por mi edad». Esos prejuicios de un gran número de clientes no inquietan a esta conductora de primera. De hecho, «cuando completo cada ruta, me dan las gracias después y se van muy contentas, porque comprueban que conduzco igual que cualquier hombre». Además, esta conquense asegura que está «muy orgullosa y satisfecha» consigo misma «porque he callado muchas bocas». Y es que «hay mucha gente que piensa que las mujeres no valemos para ser conductoras, y están muy equivocadas». «Yo soy un ejemplo, pero hay muchas mujeres válidas, al igual que hombres, para conducir un autobús», recalca. 

Que tenga esa destreza al volante se basa, principalmente, por un pasado de mucha práctica. No solo por obtener el correspondiente carné para ejercer como conductora, sino porque «mi padre me ha enseñado desde muy pequeña en el campo». Tal es así que «conducía tractores y cosechadoras desde muy joven», afirma entre risas. Ahora se entiende mejor esa habilidad y sobre todo, «esa pasión por los vehículos grandes». Al fin y al cabo, «que esté yo aquí se debe al apoyo de mi padre y toda mi familia, que se sienten muy orgullosos de mí». 

La mayor satisfacción para Andrea Matas llega cuando «he completado cada viaje de forma perfecta». Y así va a seguir, completando uno tras otro, ya sea para trasladar alumnos al colegio, para acometer viajes por la provincia o para realizar desplazamientos de larga distancia a otras provincias. Y es que tiene muy claro que, «si por mí fuera, me jubilaría aquí, porque me encanta mi trabajo y además me tratan muy bien en Rubiocar», sentencia.