Generalmente, la presencia de andamios cubriendo las fachadas de un edificio ofrece una imagen algo deprimente, por no decir molesta, de manera que cuando al fin llega la hora de que esos artilugios se desmonten y desaparezcan nos invade una especie de tranquilidad colectiva: se va un implante artificioso y en su lugar aparece lo que había estado envuelto en la oscuridad del misterio de unas obras que no se pueden percibir más allá de esa capa envolvente. Y entonces recuperamos la plena visión del edificio que se nos había secuestrado y todo vuelve a su ser natural, que en este caso es el que han conocido docenas de generaciones durante al menos cinco siglos, ya que El Almudí es un excelente ejemplo de las construcciones del Renacimiento civil en Cuenca. Situado sobre el río Huécar, casi en el borde mismo de la ciudad antigua, con entrada principal por la calle que se llama del Pósito y muy cerca del lugar en que estuvo la Puerta del Postigo, su escondida ubicación lo deja fuera del circuito turístico al uso y eso se pierden quienes pasan por las inmediaciones ignorantes de que a pocos metros se encuentra este espléndido inmueble, víctima de mil incidencias a lo largo de su historia pero ahora, al fin, felizmente restaurado tras un laborioso proceso.
Sobre la complejidad del mercado de granos en los tiempos históricos se han publicado varios importantes trabajos que, sin embargo, no agotan un tema que preocupó a las corporaciones locales y a la corona durante siglos, porque el abastecimiento de pan a la población era la primera y más urgente necesidad de cada día y ello obligaba a establecer una regulación del mercado de trigo, como materia primera imprescindible para la elaboración cotidiana del producto alimenticio. De esta manera, el almudí (llamado también en algunos sitios alhóndiga) es el edificio público en que se centraliza la compraventa del trigo, mercado único, controlado por la autoridad, al que deberían dirigirse obligatoriamente los productores y los compradores. Esta primera finalidad se vio ampliada luego con la de almacenamiento, de manera que el poder municipal podía intervenir, en épocas de bonanza, para adquirir trigo que conservaba hasta ponerlo a disposición de los panaderos cuando éstos lo necesitaban. Posteriormente y en casos de necesidad, sobre todo en los pueblos, el almudí sirvió no sólo para el cereal básico, sino también para el depósito y comercio de otros granos y comestibles.
El edificio que conocemos actualmente con el nombre de Almudí fue construido a finales del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, por encargo hecho desde el consistorio municipal al maestro Pedro López de Vaca, si bien de esa época inicial apenas se conservan algunos elementos identificados, ya que se reconstruyó por completo entre 1751 y 1753. La obra que se acomete tiene una enorme importancia porque va a remodelar el edificio para dejarlo tal y como lo vemos ahora, introduciendo las bóvedas interiores tan características de sala principal, aunque también eran muy valiosos los estucos y la elegante ordenación de la fachada. Concebido inicialmente como ente al cuidado del Ayuntamiento, responsable del control de la compra y venta de granos, en 1765 fue transformado en Pósito Real, bajo la jurisdicción de la corona.
Durante la guerra de la Independencia fue usado por las tropas invasoras para fines auxiliares, y a su término, cuando se produjo la liquidación del antiguo régimen, los pósitos fueron suprimidos y por tanto el edificio perdió ese carácter, para pasar a ser almacén municipal y también, en algún momento del siglo XIX, hospital psiquiátrico sin que faltara tampoco un espacio para servir de Escuelas públicas. A partir de ese momento, la historia de El Almudí es la de una sucesión de desgracias, algunas incomprensibles, que le fueron dando utilidad cambiante, según las necesidades municipales de cada momento. Así, por ejemplo, en 1909 aquí se instaló el Laboratorio Municipal y algo más tarde la Inspección de Vigilancia de la Policía Local. Luego hubo una escuela de instrucción militar, en 1934 era local de ensayos de la Coral conquense, durante la guerra civil prestó servicios asistenciales como refugio y cárcel y finalmente se decidió habilitarlo como local de ensayos de la Banda Municipal de Música. En 1955 se realizaron obras de adaptación para museo que se inauguró con una notable exposición de arte moderno a la que siguió en 1956 otra de arte antiguo, en colaboración con el cabildo de la catedral, labor que no tuvo continuidad inmediata, hasta que el 20 de julio de 1962 se inauguró como Museo Arqueológico, con fondos iniciales procedentes de Valeria. Al trasladarse éste a su actual ubicación (febrero de 1974), se instaló en el Almudí la Policía Urbana, volviendo la Banda de Música a la planta superior.
Con todo este trajín administrativo y de servicios, el antiguo Pósito fue sufriendo toda clase de desperfectos y modificaciones interiores, hasta quedar prácticamente irreconocible, lo que ha obligado a sucesivas intervenciones recuperadoras. En el año 2020 una situación casual puso en peligro la integridad del inmueble, al declararse un incendio en la casa colindante, lo que afectó parcialmente a la cubierta. Para remediar este y otros problemas estructurales, el Consorcio de la Ciudad de Cuenca aprobó obras de rehabilitación que se iniciaron en abril de 2023 y que ahora han terminado, al parecer felizmente.
Así podemos recuperar la visión de este magnífico edificio, con fábrica de sillería y mampostería, planta rectangular con dos alturas, noble portada clásica, escudos y rejería, cuya línea arquitectónica responde en líneas generales a las características del estilo Renacimiento. La construcción es severa y rotunda, con poderosos sillares de piedra en las esquinas y con cubierta de teja árabe a tres aguas.
El elemento exterior más destacado es su bellísima portada, una de las más elegantes de cuantas existen en Cuenca. Sobre la puerta campea un espectacular escudo de Cuenca; a la derecha, en el centro de la fachada, destaca un impresionante escudo imperial y hay otro más a la derecha, no identificado. Son los escasos ejemplos que hay en la ciudad de escudos policromados. En esa fachada hay un par de excelentes ejemplos de rejería tradicional.
No quiero terminar sin aludir a la zona inferior del inmueble, donde se ubica un pequeño espacio independiente que durante años fue utilizado como Sala de Exposiciones (una placa exterior todavía lo recuerda) y que debería volver a ser recuperada con esa misma finalidad.