Editorial

España reconocerá el Estado de Palestina a las puertas del 9-J

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España se ha lanzado a reconocer el Estado de Palestina junto a Noruega e Irlanda en un gesto más simbólico que práctico. Desde hace tiempo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, espoleado por su socio en Moncloa, Sumar, ha buscado en la política exterior un péndulo donde contraponer su baja popularidad interna y ampliar su estrategia de caladero de votos en la izquierda tradicional. No es extraño, por tanto, la reacción desaforada de llamar a la embajadora de España en Argentina y provocar la misma decisión de Israel con su embajador en Madrid. Sólo le faltaría hacer lo propio con Rusia, como le sugirió ayer Alberto Núñez Feijóo en sede parlamentaria. Pero, de momento, no lo hará. Ni se prevé.

Estos tres países han decidido desalinearse de la posición de la Unión Europea y abrir una crisis diplomática con Israel en un momento del conflicto en el que las negociaciones son nulas. Infiere más presión al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tras conocerse la orden de arresto por parte de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional que pesa sobre él, en la búsqueda de, al menos, una suspensión de la guerra que dé pie a una conferencia de paz. Pero vistas las reacciones, el impacto internacional de esta nueva posición sobre el conflicto de Oriente Medio aún es mínimo. Y lo peor que le puede pasar a España es que sea irrelevante y que se aleje de forma definitiva de la imparcialidad de la que gozaba en la zona por ambas partes. Ha perdido una 'bala de plata' que en relaciones internacionales es complicada recuperar.

Al menos, Sánchez ha conseguido su objetivo de no ir solo e incorpora a este reconocimiento a dos países que, por su peso internacional, deja esta decisión en una mera declaración de intenciones y da respiro anímico, eso sí, a la población gazatí que sufre una guerra desigual. Sánchez no ha conseguido, por tanto, convencer a naciones europeas con voto en el Consejo de Naciones de Unidas o arrastrar a la Comisión Europea a dar un paso adelante. Quizá sirva para espolear a la UE para decantar una posición hacia este reconocimiento. Así, España se sumará al grupo de 143 países que tomaron una decisión similar, en su mayoría del este y del sur. Esta política exterior, en cambio, contrasta con la posición que el Gobierno de Sánchez ha mantenido con el pueblo saharaui en su pugna contra Marruecos. En este caso, hay muchos intereses en juego, aparte de las territoriales y la migración. Eso son palabras mayores. Pero con el reconocimiento a Palestina, el líder socialista se reconcilia con parte de la izquierda con una decisión que se acerca más a una estrategia electoral que a un consenso de Estado que debería imperar en la política exterior.