A lo largo de la Historia, son innumerables los testimonios documentales acerca de las lluvias, más o menos abundantes, y sus resultados, no siempre beneficiosos. En octubre de 1790 llegó desde Génova la noticia de un tiempo muy lluvioso, que tuvo como consecuencia varias desventuras con resultado de muerte:
La alteración que desde principios de este mes se ha advertido aquí en la atmósfera ha parado en un tiempo extremamente húmedo y en unas lluvias copiosísimas, sobre todo en los días 23 y 24. De resultas crecieron muchísimo los ríos Bisagno y Polcevera, habiendo la avenida de este último causado bastantes daños en los campos. Los daños personales llegaron cuando se anegó y hundió una casa, baxo cuyas ruinas perdieron la vida un niño y un viejo; éste último se hallaba ya fuera del peligro, pero reparando que faltaba el muchacho entre la demás familia, quiso volver a salvarlo, y al entrar en la casa se desplomó cogiéndole dentro.
Al mismo tiempo, otra gran tragedia ocurrió en San Quilico, donde se derribó una casa de labradores, y cuando se procedió a sacar los escombros encontraron 10 cadáveres, entre ellos el de una madre que con una mano estrechaba a sus pechos una criatura y con la otra hacía ademán de sostener el techo, que al cabo le cayó encima. Unos días después, en Nápoles, se sintieron varios terremotos que, aunque recios, no produxeron grandes estragos.
En junio del año 1801, desde Nüremberg, se informó de que ese mes llovió tan copiosamente en los contornos de Stoskach, que los torrentes de las montañas arrastraron las tierras del campo en que el año 1799 se dio la batalla de aquel nombre, y quedaron descubiertos los cadáveres de los militares que murieron en dicha jornada. El espectáculo que se mostró fue tan horrible que nadie quería acercarse a aquel parage, temiendo que de aquellos tristes restos saliesen vapores pestilenciales. Tal era el temor que se tenía al contagio de peste… Finalmente, y tras grandes labores de persuasión, se consiguió que algunos hombres fuesen a cubrirlos de tierra.
El 2 de enero de 1802, en París, con las copiosas lluvias y nieves ha crecido estos días muchísimo el Sena, cuyas aguas cubren la explanada de la casa de inválidos, los Campos Elíseos y toda la llanura de Ivri.
Ya en nuestro país, y en plena primavera, el 15 de abril de 1831, en Madrid, las lluvias fueron tan copiosas estos últimos días, que los ríos vecinos han salido de madre, inundando las campiñas inmediatas y causando bastantes daños.
En el Real Sitio de Aranjuez, el camino que mediaba desde el puente largo a aquel sitio estaba inundado de agua.
Hasta el humilde río Manzanares notó la crecida, que iba tan lleno y ancho su cauce que subió a una altura extraordinaria, y gracias al zelo activo del Corregidor de esta corte, y a la cooperación de los empleados en la Real Casa de Campo no perecieron muchas personas que fueron sorprendidas por el agua dentro de las casas de los lavaderos.
Pero las lluvias continuaron en España durante el mes de mayo de ese año: las lluvias han sido muy copiosas en todas las provincias y las cosechas prometen, en general, ser abundantes.
A principios de noviembre de 1845, desde Ciudad Real, se informaba de las nutridas lluvias que ha habido muy pocos días en que no haya descargado un fuerte aguacero: los sembrados se han adelantado considerablemente, y el abundante fruto de la aceituna experimenta una gran mejora con la nutrición y sazonamiento que le proporciona un temporal tan bonancible.
Sin embargo, aquellas lluvias produjeron daños de consideración en varios puntos, y singularmente en la ribera y vegas del río Jabalón, cuya corriente abandonada hace muchos años se extiende y dilata por las llanuras inmediatas, inundando muchos terrenos productivos, o incomunicando completamente a diferentes pueblos de consideración, situados a uno y otro lado de su curso; y, lo que es más, causando desgracias de consideración en las personas que residen en los molinos harineros, situados sobre dicho río.
En mayo de 1846, se informaba desde Fraga (Huesca) haber padecido una extremada sequía que había reducido los campos a la nada, a pesar de que en marzo se prometían grandes cosechas de cereales. Se hicieron repetidas rogativas públicas, siendo socorridos los campos con copiosísimas lluvias por tres días consecutivos, que, aun cuando son inútiles para la cosecha en general, producirán yerbas para los ganados.
Invocaciones y oraciones también se hicieron en la provincia de Cuenca, a la Virgen de Tejeda, para llevar a esta Soberana Ymagen a dicha villa para hacerle una novena en agradecimiento de las llubias copiosas que habían tenido lugar por su intercesión en los años de 1748 y 1749.
En aquella zona, un siglo después, Domingo Ortiz, que era arrendatario de una huerta a las márgenes del río Algarra, en Moya, expuso que por el deterioro que ha tenido dicha huerta por efecto de la fuerte avenida de aquel río, ocasionada en la noche del 26 de agosto de 1846, que no sólo ha arrasado cuanto en ella había, sino que la ha arruinado en tales términos que ha destruido todas las paredes, llevándose la tierra, de modo que es absolutamente inservible. Se calificó como tempestad que ocasionó una avenida de aguas espantosa. La huerta que arrambló pertenecía a las Clarisas de Villanueva de la Jara y a los arrendadores no les quedó más remedio que solicitar rebaja en las rentas, que no podían pagar por los destrozos causados.