Los años arrugan la piel, pero no el corazón. Por eso, el cuidado de nuestros mayores es una de las labores más nobles que se pueden desempeñar. En la última etapa de sus vidas, muchas veces se convierten en los pilares invisibles de nuestras sociedades, cuyas historias, sabiduría y vivencias merecen ser respetadas y valoradas. Y en ese camino, son quienes se dedican con cariño y entrega aquellos que hacen que el día a día de los mayores sea más liviano, útil y digno. Nieves Martínez, animadora sociocultural en la residencia San Ramón y la Milagrosa, ha dedicado veinte años de su vida a hacer precisamente eso: cuidar, acompañar y hacer sentir a nuestros mayores que siguen siendo importantes, a través de actividades que sostengan su alegría.
Recientemente, Nieves recibió el reconocimiento por parte de Acescam, la Asociación de Residencias y Servicios de Atención a los Mayores de Castilla-La Mancha, lo que no es más que el reflejo de un compromiso que va más allá de un trabajo: es una verdadera vocación. «Es un trabajo en equipo, no solo mío, pero es verdad que las necesidades básicas están cubiertas», apunta.
Nieves ha sido reconocida por Acescam por su gran labor con los mayores. - Foto: N.M.
«Lo que intento es que, además de aseados, vestidos y alimentados, los mayores también tengan tiempo para disfrutar, para mantener sus aficiones, y seguir siendo ellos mismos», afirma Martínez con una sonrisa que ilumina su rostro.
A lo largo de estos años, Nieves ha aprendido a conocer a cada uno de los residentes, adaptándose a sus deseos y capacidades. «No por el hecho de ser mayor no quiere decir que no pueda seguir haciendo muchas cosas», subraya. «Mi trabajo es ayudarles a mantener su dignidad, encontrar en ellos lo que aún les gusta y lo que les hace felices. Ya sea a través de la jardinería, la lectura, el yoga o la musicoterapia o una partida de bingo, siempre busco formas de conectar con sus recuerdos y pasiones».
Asimismo, tiene claro que, aunque las limitaciones físicas pueden aumentar con la edad, la capacidad de disfrutar y aprender no tiene por qué extinguirse. «Algunos recuerdan lo que les gustaba hacer antes, como cuidar las plantas o escuchar música», y es por ello que, con actividades adaptadas a sus posibilidades, en la residencia consiguen que sus habitantes se mantengan activos y sientan que su vida sigue teniendo sentido. «Es maravilloso ver cómo una actividad sencilla puede devolverles una sonrisa o una sensación de bienestar, algo que a veces se olvida en medio del envejecimiento», confiesa.
Este trabajo, que Nieves vive con tanta pasión, no siempre es fácil. A veces, la tristeza y el dolor por las pérdidas son inevitables. «Cuando uno de los residentes se va, es difícil, porque aquí somos como una familia, y compartimos sus alegrías y tristezas». Además, señala que «cuando se van, te quedas con ese vacío, pero también con los recuerdos de lo que compartes con ellos, y a mí, personalmente, me gusta despedirme poco a poco de ellos».
Su labor, como la de cualquier persona que cuida de otras, trasciende de las paredes de su entorno, y es algo que, aunque intente evitar, le es imposible. «Es un trabajo que te marca, que no puedes dejar de llevarte a casa, porque cada persona que cuidas se convierte en parte de ti y de tu día a día», dice.
A lo largo de estos años, Nieves también ha comprendido la importancia de trabajar en equipo, junto a fisioterapeutas, logopedas o auxiliares, para brindar una atención integral. «Lo primero que debemos saber es qué les gusta a ellos, qué necesitan», y a partir de ahí, «desarrollar las actividades, adaptándonos a sus capacidades», explica. «Cada residente tiene su propio mundo, y lo que busco es ayudarles a seguir formando parte de ese mundo de manera significativa».
El reconocimiento de Acescam no fue solo para ella, sino un homenaje a todo el equipo que trabaja día a día en la residencia. «Es un premio de todos», asegura. «Cuando lo recibí, lloré mucho porque no trabajamos para que nos den premios, pero estoy muy agradecida; sin embargo, hay muchas personas que trabajan duro y se lo merecen tanto como yo».
A pesar de este premio, Nieves se mantiene humilde y con los pies en el suelo, siempre centrada en lo más importante, que son sus residentes. «Lo que más valoro es poder contribuir a que los mayores se sientan apoyados, útiles y felices».
Para Martínez, cuidar de los mayores es un acto, no solo de trabajo, sino de algo más fuerte y profundo. «El amor es el motor que nos mueve», dice con convicción. «Este trabajo es gratificante, porque veo que realmente hacemos algo diferencial en sus vidas, y solo por eso ya merece la pena y el esfuerzo».
Además, aclara que «no hay nada más bonito que verles sonreír, que se diviertan, que sigan aprendiendo y tú aprendas de ellos y, aunque no siempre se valora nuestro esfuerzo como se debería, me siento afortunada de llevar 20 años haciendo algo que me llena tanto».
En sus propias palabras, «trabajar con personas mayores es un trabajo vocacional, y aunque a veces es frustrante, te llena de satisfacción cuando logras que una persona se sienta feliz, respetada y cuidada, por encima de todo».
Así, Nieves sigue haciendo su labor con la misma pasión y dedicación con la que comenzó, siendo un faro de esperanza, compañía y alegría para nuestros mayores, recordándonos a todos la importancia de valorar cada etapa de la vida, y como ella dice, «ellos tienen su propia historia de vida, desde que nacieron hasta el día de hoy, por tanto, es nuestro cometido conseguir que sigan escribiéndola».