En la penumbra del bosque, cuando el sol se filtra entre las copas de los pinos y las piñas caen al suelo como pequeños tesoros olvidados, pocos imaginan que en su interior albergan una luz propia, una historia aún por contar. Ese cuento lo han descubierto Antonio Forriol y Ana Parra, dos emprendedores conquense que han transformado la naturaleza en arte y han patentado una idea única: lámparas hechas con piñas de pino.
El proceso de creación es completamente artesanal. Antonio, jefe de producción, cuenta cómo seleccionan cuidadosamente las piñas en espacios de aprovechamiento de Arcas. Este manitas intenta coger aquellas que «estén lo más verdes y sanas posible, por eso las cogemos en verano, normalmente». Luego «se limpian con aire, se barnizan, se taladran y, dependiendo del tamaño, se les corta la varilla de acero y se monta la base con el circuito eléctrico». Un proceso que puede ser complejo, pero es «más simple que un botijo, aunque lleva un sacrificio», asegura con una sonrisa.
Bajo la marca La Casa de las Piñas, Antonio y Ana, que cuentan con infinidad de kilogramos de piñas en una nave industrial, han conseguido lo que parecía imposible: «convertir un elemento tan simple y cotidiano en un objeto de diseño sostenible», señalan. En concreto, «hemos patentado la iluminación con piñas, ya sea de suelo, mesa, pared o techo». En definitiva, «todo lo que sea iluminación con piña de pino natural», explica Antonio. Los cuatro modelos están patentados y «nadie más puede comercializarlos durante 25 años».
Destellos de madera - Foto: Reyes MartínezCada lámpara no solo tiene una piña como elemento central, sino que se apoya en «una base de madera de sabina, pino, roble o chopo, todas tratadas con barnices ecológicos». Además, para garantizar su durabilidad, «llevan un fieltro de alta calidad en la parte de abajo para poder colocarlas sobre cualquier estantería». «Hay gente que piensa que la piña puede durar poco, pero una vez tratada, es eterna», asegura Antonio.
A día de hoy, Ana, directora y gerente del proyecto, afirma con orgullo que han elaborado más de 300 lámparas y todas han sido vendidas. El precio depende del tamaño o de la propia personalización de cada cliente, entre otros criterios. El éxito es evidente, mucho más al saber que tan solo han elaborado unidades de mesa, pero todavía tienen un amplio espectro cuanto completen la gama con unidades de suelo, pared o techo. Ahora mismo, «la demanda es enorme y ya tenemos 10 ferias programadas para este año», señala. Entre ellas, destacan la Sierra de Madrid, y varias en el norte de España, como Vizcaya y San Sebastián, además de marchar este mismo año hacia el sur. «Queremos tocar puntos estratégicos en todo el país», añade. Esperan cautivar a cualquier cliente, «trabajando además en evolucionar en el diseño y exponer siempre ejemplares diferentes y únicos».
Dos años de espera. Pero este sueño no ha sido fácil. Durante dos años esperaron la aprobación de la patente, un proceso lleno de incertidumbre. «Es como cuando el cura pregunta en una boda si alguien tiene objeciones», explica Antonio. «Hasta el último momento, alguien podía presentar una idea similar, alguna reclamación y tirarnos todo abajo». Pero, «después de siete meses de espera, conseguimos la patente por 25 años y con posibilidad de renovar después de ello». En ese tiempo de espera «no pudimos avanzar en nada porque teníamos que esperar si conseguiamos el reconocimiento de la patente».
La visión de Antonio y Ana va más allá de un simple negocio. «Queremos que esto sea el legado para nuestros hijos, que el día de mañana puedan tener su propia empresa», dice Ana. También buscan expandirse a través de representantes y tiendas locales. «Ahora vendemos online, pero queremos que haya gente en diferentes zonas que mueva nuestras lámparas». En La Rioja ya tienen a alguien y en Madrid también, explica Antonio.
El camino de La Casa de las Piñas apenas acaba de comenzar, pero su luz ya brilla con fuerza en el mundo de la artesanía y el diseño sostenible. «Nuestro sueño es producir en masa sin perder la esencia artesanal. Esto no es solo una lámpara, es un pedazo de bosque que ilumina hogares», concluye Ana, con la mirada puesta en el futuro.